¿Te vas a quedar ahí?

—¡Patricio Reimann! ¡Detente! Estamos en un sitio público.

—Eso no es cierto, ¿has visto a alguien cerca? —Montse niega con su cabeza—. Esta parte de la playa es privada, así que vamos «¡sin pena en la arena!». —Le dice subiéndola sobre sus piernas y delineando con su mano el borde de la parte inferior de su bikini.

—¡Ay! ¡Dios, tú ganas! —exclama Montserrat. Retirando la parte superior de su vestido de baño para así quedar a la disposición de su esposo, quien no duda en aprisionar en sus manos esos espléndidos senos, Montse se ha vuelto su adicción…

Nuevamente, han dado rienda suelta a sus deseos carnales que terminan reconfortando su alma y sus cuerpos saciados por la pasión y la lujuria…

Están sobre la arena, sus cuerpos desnudos y sudorosos, entrelazados y sus miradas enfrentadas. La noche ha caído y el amor se fortalece en cada instante.

—Amo cada uno de tus gestos, la mirada que me das cuando logras liberarte… Te amo, Mon… No tengo palabras para expresar lo que siento aquí —
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