Gracias por ser mi salvadora.
—¡No lo puedo creer! —se dice para sí, Montse, al terminar de leer el cuento del «CONEJO CASCARRABIAS Y FLORECITA». Leer la dedicatoria que Patricio le hizo en ese entonces, cuando solo eran unos niños, le muestra que los sentimientos siempre han sido mutuos. Pero no entiende, ¿por qué nunca se confesaron nada?

—Buenos días, amor — la saluda su esposo con un beso apasionado, luego de haber ingresado con unas hermosas rosas y el almuerzo—. ¿Llevas mucho tiempo despierta?

—No, mi vida, me levanté hace un momento. Apenas me arreglé y como no había examinado mi móvil, estaba observando si hay algo urgente —dice una pequeña mentira, ya que lleva una hora llena de entusiasmo con el relato que le dedicó. Miró los dibujos de cada hoja hechos a mano y pintados, definitivamente es un hombre talentoso. Ver esos dibujos y con tanto detalle, hace que su corazón se derrita.

—Amor, atiende tu llamada, mientras alisto la mesa —dice al escuchar sonar el teléfono. Montse acepta la videollamada —¿
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