La decoración de la boda está en color azul rey, todo luce muy elegante, delicado y sofisticado. La ceremonia será como lo soñó la novia, será a la orilla del mar. La flor que sobresale es el lirio de cala, acompañado de rosas azules rey. Montse luce un vestido ajustado. Permitiendo que su perfecto trasero sobresalga. Es un vestido tipo sirena; la parte superior es de color capuchino, espalda semi descubierta, bordado elegante y delicado. En la recámara de Montse. —Amiga, estás preciosa. Creo que Patricio te va a secuestrar, tan pronto termine la ceremonia —manifiesta Sarah abrazándola con cariño. —Muchas gracias, pero tú no te quedas atrás ese vestido; te queda espectacular —respondió Montserrat sonriendo. Sarah, al igual que las damas de honor, está vistiendo un vestido largo de gala color azul rey, busto con escote profundo, tiras cruzadas en la espalda y abertura en la pierna. —Montse, felicitaciones, ha llegado la hora. Ahí viene tu padre. Nosotras nos vamos adelanta
—Felicitaciones, no puedo creer que estés hoy como portada en la revista más prestigiosa del mundo —Patricio toma la revista en sus manos y suspira—. Déjame decirte que me contaba dentro de las personas que no daban un dólar por ti —manifiesta Sarah. Él sonríe y viaja en su mente al día en que su vida cambió. …5 años atrás… El semblante pálido y apesadumbrado del joven, de 25 años, muestra su incertidumbre ante la vida. —Te lo dije mil veces, que vendieras la editorial, que redujeras el personal del castillo, pero no escuchas y ahí tienes las consecuencias — vocifera el abogado de la familia. Mientras, Patricio deja caer su cuerpo sobre el sillón y toma su rostro con las dos manos. Siempre pensó que las finanzas estaban mejorando, le a inyectado tanto dinero al negocio familiar. —¿Qué voy a hacer ahora? —pregunta sin levantar la cabeza, sintiendo el aire pesado y costándole respirar. —Como primera medida, lo que haremos es desalojar el castillo; lo colocaremos en venta y con el d
Patricio se dirige a la editorial en su BMW de colección. La distancia es de tan solo 30 minutos. Su castillo, al igual que la sede principal, queda en el centro de Berlín, en Mitte la zona más exclusiva. Omar, su conductor, quien lleva casi 40 años con la familia, conoce de memoria la ruta, era la que realizaba a diario con los señores Reimann. El área por donde ingresa es una zona privada para los dueños, así que solo es visto por el vigilante, quien conoce el vehículo y le permite el ingreso. Omar parquea el automóvil frente al ascensor. Patricio le pide que lo espere, no tiene pensado tardar mucho tiempo, desciende y se dirige a la caja de metal que lo llevará directamente a su oficina. Utiliza su huella y reconocimiento facial que le permite acceder a este. El ascensor se eleva hasta el último piso. La última vez que realizó ese recorrido fue junto a sus padres. Recuerda que estaban muy emocionados, acababan de ganar una enorme cifra de dinero con las 10 últimas novelas que
—Señor Reimann, mucho gusto soy Montserrat Walton —la mira atentamente, recuerda a una amiga de su infancia, pero la mujer que está frente a él solo tiene en común el nombre y el color de los ojos. Es muy hermosa y segura, algo que nunca fue la Montserrat Fischer que conoció.—Señorita Walton, venía a pedirle a mi asistente para que programase una reunión —ella levanta su ceja, fingiendo sorpresa, pero su infiltrado le informó que el plan ya se había echado a andar. —¿Eso significa qué ha pensado en mi propuesta? —Montse se muestra segura cuando por dentro su corazón acelera los latidos. La enamoró de ese hombre su nobleza, su sencillez y sus letras; si ellas pudieran cubrir su cuerpo, sería más que un Dios griego y tendría a miles de mujeres detrás de él.—Así es… podemos pasar a mi oficina —asiente, mientras Sarah respira, dejándose caer en la silla y se recrimina por su maldita manía de no poder callar y decir las cosas como se le vienen a la cabeza. Ingresan a la oficina y Patri
Montserrat se preocupa y se llena de ansiedad, conoce los métodos de su padre y sabe que no son nada convencionales… Aunque por el camino por donde iba Patricio pronto terminará en la calle, necesita endurecerlo antes de que la bondad lo destroce.Patricio sale del aeropuerto y aborda un taxi con dirección al hotel. Lo primero que necesita hacer es tomar un baño y cambiarse de ropa, la cual siente pegada a su cuerpo.15 minutos después de abordar el taxi, se detiene en el semáforo y es abordado por un hombre que se ubica a su lado. El conductor del taxi coloca los seguros de la puerta impidiéndole salir.—¿Qué sucede?—pregunta Patricio, con la voz temblorosa. —Haz silencio, extranjero, no queremos lastimarte, así que es mejor que conozcas las buenas personas que somos… Mientras nos hagas caso — dice el individuo a su lado, mostrando una sonrisa socarrona, mientras le apunta con un arma intimidándolo. Aunque no la necesita con su sola presencia, es suficiente, ya que es enorme, parece
—¿Cuándo podré realizar la llamada a la que tengo derecho? —Indaga el alemán. —Mira, no estamos en tu país, aquí las cosas se manejan de otra forma, así que calladito, te ves más bonito y te va mejor — le dice el guardia mientras le suelta un bolillazo en la espalda. —¡Ay! ¡Ay! — se queja Patricio apretando su mandíbula y maldiciendo para sí. —Muévete, tienes cinco minutos para ducharte… Si no te quedas sin desayuno —ingresa y abre la regadera, sintiendo el agua helada, sintiendo que lo refresca. Tiene que pensar cómo comunicarse con alguien para salir de ese lugar, por lo que ve es el único preso. Se recrimina por ser tan idiota, no tiene la más mínima experiencia viviendo fuera de su hogar y se aventuró a realizar un viaje solo, cuando sabe que es un completo ingenuo su mundo siempre ha estado entre las cuatro paredes de su biblioteca. Se siente impotente con todos sus conocimientos y hablar tantos idiomas de que sirve, si no es escuchado. No sabe si acaso está secuestrado y lo q
—Alemán, pensé que nos habías extrañado… Sin embargo, veo que eres un perro desagradecido y nosotros que nos consideramos tus hadas madrinas —dice Peter, fingiendo tristeza. Mientras ingresan al comedor.—Solo nos faltan las alitas… Pero somos unos angelitos —dice el Pequeño Juan mostrando sus dientes.—¿Qué es este lugar? ¿Quiénes son ustedes realmente? ¿Y qué quieren de mí? —pregunta Patricio, ya que piensa «que no es coincidencia que ellos estén ahí y no ha visto ningún otro preso».—¿Acaso no dormiste bien? ¿Qué amaneciste, muy preguntoncito?… —Lo cuestiona Peter, lanzándole una mirada desafiante. Mientras se acercan a la barra, toman las bandejas para que les sirvan el almuerzo, les acomodan una taza con una sopa de aspecto asqueroso y un puré que parece más una masa, un poco de arroz mazacotudo y patas de pollo. Patricio, al ver esa comida, siente náuseas. Sus compañeros ríen al ver su cara de asco.—Ni se te ocurra despreciarla, ya que serás castigado por ello —le dice el Urugu
Los meses han transcurrido y Patricio ha aprendido a valerse por sí mismo, ahora sabe lavar la ropa, barrer, trapear, lavar su plato y cocinar. Oficios que nunca había hecho. Cada nuevo aprendizaje que ha realizado ha sido una hazaña. Gracias a esa fuerte voluntad se ha ganado el respeto y afecto de Peter Pan y el Pequeño Juan, quienes le han enseñado a pelear. El primer día en que Patricio comenzó con los entrenamientos, no coordinaba en absoluto nada, parecía que tuviese dos pies izquierdos, además de que fuesen de plomo. El Uruguayo, no hacía más que rascarse la cabeza, pensando en cómo enseñarle a darle movilidad a esa cintura y cadera endurecida junto con esos pies de plomo. Nunca había tenido un alumno tan tieso. Así que antes de que aprendiera a dar un golpe, le enseñó a bailar. Tuvo que dibujarle en el piso cuadros para que desplazara sus pies. No fue algo fácil, pero luego de dos semanas lo logró. Con el movimiento de cintura y cadera sí fue algo más complicado, tanto as