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¡Me aseguraste de qué estaría bien!

—¿Cuándo podré realizar la llamada a la que tengo derecho? —Indaga el alemán.

—Mira, no estamos en tu país, aquí las cosas se manejan de otra forma, así que calladito, te ves más bonito y te va mejor — le dice el guardia mientras le suelta un bolillazo en la espalda.

—¡Ay! ¡Ay! — se queja Patricio apretando su mandíbula y maldiciendo para sí.

—Muévete, tienes cinco minutos para ducharte… Si no te quedas sin desayuno —ingresa y abre la regadera, sintiendo el agua helada, sintiendo que lo refresca. Tiene que pensar cómo comunicarse con alguien para salir de ese lugar, por lo que ve es el único preso. Se recrimina por ser tan idiota, no tiene la más mínima experiencia viviendo fuera de su hogar y se aventuró a realizar un viaje solo, cuando sabe que es un completo ingenuo su mundo siempre ha estado entre las cuatro paredes de su biblioteca.

Se siente impotente con todos sus conocimientos y hablar tantos idiomas de que sirve, si no es escuchado. No sabe si acaso está secuestrado y lo que quieren es dinero o si, por el contrario, divertirse por la estupidez de ser extranjero y andar solo confiado en la bondad de las personas.

—¡Estúpido Patricio Reimann! —Se maldice, con furia, golpeando la pared y lastimando sus nudillos, los cuales comienzan a sangrar y su ira es mayor, se siente como una porcelana que se quiebra con el menor golpe.

……

Mientras en Alemania.

—¿Montserrat, dónde está Patricio? ¿Quién te crees para bloquear mis accesos a sus cuentas y bienes? —grita Arnold enfurecido.

—No me digas que no pudiste pagarle el viaje a una de tus conquistas —menciona Montserrat, mientras toma asiento y cruza sus piernas.

—¡Muchachita, tú a mí no me conoces, así que te sugiero que no te metas en mi camino! —ignora sus palabras y toma su café como si no hubiese escuchado su amenaza—. Tan pronto aparezca, Patricio, tu reinado terminará.

—Si no tiene nada más que decir, se puede retirar. Quiero ver qué piensa Pato de que haya vendido el castillo sin consultárselo —manifiesta Montserrat buscando que el querido padrino de su amado se descomponga.

—Era algo que ya había hablado con él y no es cosa que te importe, por más que le abras las piernas.

—Fíjese que sí, me interesa todo lo que tenga que ver con mi esposo —Esas palabras sorprenden a Arnold, pero no puede dejarse amedrentar por esa mujer.

—Eres una m*****a cazafortunas y te denunciaré por secuestro, por e****a y por presunto asesinato. Si mi ahijado no aparece a más tardar mañana, te refundiré en la cárcel—. Montserrat hace una mueca con sus labios, mostrándole que la tiene sin cuidado.

—Haga lo que quiera… —Se levanta de la silla y lo mira desafiante—. Mi esposo está tratando de salvar la editorial del lugar donde usted la ha colocado, solo por su ineptitud y ambición. Si no tiene nada más que decir, lárguese de mi oficina, que yo sí tengo mucho por hacer.

—¡No eres nadie y no sé de cuál artimaña te valiste para hacer que se casará contigo! —Hace signo de comillas con sus dedos—. Solo te diré, muchachita, que tus días felices pronto acabarán, aunque podría ofrecerte un trato. —La mira de manera perversa, esperando que caiga, ya que necesita pagar el dinero que debe en el casino, nunca imaginó que pudiese perder a su gallina de los huevos de oro.

—Mientras termina, le informo que levanté una denuncia en tu contra por abuso de confianza y e****a… Además de que invalidé la venta del castillo, porque en el momento en que nos casamos se te quito el poder de administrar sus bienes… ¡Bueno… nuestros bienes! —sonríe con cada palabra que le dice a Arnold—. Sale de la oficina dando un portazo que resonó en todo el piso.

Sarah se encuentra al lado de la puerta de la oficina de la vicepresidenta con dos hombres de seguridad, por si el antiguo abogado y vicepresidente de la editorial se coloca agresivo. Pero al verlo salir enfurecido, donde casi la tumba, se dirige junto con su jefa.

—Montse, ese hombre te va a asesinar… Saber que ya no puede seguir usando el dinero a manos llenas, como lo venía haciendo… Amiga, la verdad fue un placer haberte conocido … Pero cierto, no te puedes morir hasta que no soluciones con Harry Potter, esta locura. —menciona Sarah, mientras deja caer su cuerpo en el sofá.

—¿Te ha llamado? —pregunta Montserrat.

—Solo cuando descendió del avión… ¿Me aseguraste que estará bien?

—¡Sabes que nunca miento! Solo que no sé cuánto tiempo pasará para que regrese.

—Cuando lo haga y se entere de que eres su esposa y que ayude a cambiar los documentos originales — Sarah se persigna —Ahí sí, como dice mi abuelita, «libranos, señor de las aguas mansas, que de las malas me libro yo».

—Estás loca, Teresa. Déjate de dramatismos.

—Drama, claro, como tú tienes un papito rico que pagará para que te saquen de la cárcel, pero yo no y que quede muy clarito que solo traicione a mi jefe porque no me cae bien el viejo verde de Becker. Además, de que cada propuesta que le pasé, la arrojó a la cesta de la basura él muy desgraciado.

—Ese maldito ladrón. Pronto pagará —suspira Montse esperando que Patricio comprenda que lo que ha hecho lo hizo solo por protegerlo—. Cambiando de tema, ¿llamaste a la escritora uruguaya para decirle, que Pato está retrasado? —Asiente.

—¡Oh! Como hemos avanzado, ya lo llamamos Pato —Se burla Sarah acentuando el nombre.

—Deja de molestar y ponte a trabajar, que hay muchas cosas por hacer —Montse finge enojo, ya que sabe que Sarah seguirá molestándola.

—¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Quizás si lo dijeras más seria de pronto exista la posibilidad de que te crea —Montse gira sus ojos, su amiga es única, la conoce también que no la puede engañar—. No te preocupes ya me voy y sigue pensando —Sarah coloca los dedos en su mandíbula fingiendo pensar—. ¡Ah ya recuerdo Pato! —concluye con una sonrisa pícara.

…… Mientras en Uruguay.

—Ustedes aquí…

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