El teléfono de Montserrat timbra, observa la pantalla, es un número desconocido e internacional. —Aló —contestó Montse. —Hola, querida socia —dice Patricio. Ella siente el corazón acelerarse después de 6 meses, escucha su voz. —Patricio Reimann ¿Eres tú? — sintió el impulso de llamarla y escuchar su melodiosa voz, con la disculpa más estúpida que pudo encontrar. Aprovecho que Sarah y la escritora están revisando los términos del contrato para llamar. —Sí, con el habla, señorita Walton. Estuve revisando el listado de las escritoras que deseamos reclutar y deseo cambiar el trayecto. Deseo agregar una. —No le veo ningún inconveniente, puedes hacerlo —Montse se pregunta: «¿Por qué cambiaron sus planes? Si él fue el que las escogió» —Imagino que no le ve ningún problema, ¿en qué llevé conmigo a sus secuaces? —¿Mis secuaces? ¿No sé de qué me habla, señor Reimann? —imagina quiénes son, pero debe negarlos y espera que él entienda lo que realmente ha pasado. Suspira y se deja ca
—¿Dónde está el pequeño gatito? — pregunta Carlo, quien ha llegado inesperadamente. —Está con la escritora ecuatoriana —el Francés no pudo continuar hablando, ya que fue interrumpido por Carlo. —Los años los han vuelto blandos. Quiero que le den un curso avanzado de lucha cuerpo a cuerpo. Si no resiste, que pida clemencia y se aleje de mi hija —ordenó el hombre mayor, golpeando la mesa con el puño—. Tenemos un enemigo y, si Patricio no está preparado, será un blanco fácil. Entrenaron a Montserrat sin piedad cuando apenas era una adolescente, hicieron de ella una mujer valiente y fuerte. Con el Alemán, parece que fuesen sus nanas. ¡No más! —Grita con furia. Peter recuerda ese tiempo. …… Flashback 8 años atrás. Montserrat, está siendo entrenada. La prueba es atravesar el bosque en menos de 12 horas y esquivar las trampas que allí hay. El clima para nada ayuda. —Peter, debemos desviar a Montse del lago, debe resistir más tiempo sin beber agua, ya que ha perdido tiempo val
Horas después—¿Sus mamis no les enseñaron a desconfiar de los extraños? — Escuchan la voz de una mujer, la cual no logran identificar, aunque no saben si están alucinando, ya que se sienten muy mareados.—¿Cómo? —responden al mismo tiempo los tres hombres con otra pregunta. Antes de acomodarse, sienten el golpe de agua sobre su cuerpo. Abren los ojos mirando donde están; lo último que recuerdan es estar en una cafetería junto a una tierna mujer mayor.Ahora miran a su alrededor y están dentro de una jaula, por sus miradas, denota que están confundidos y no saben lo que pasa.—¿Dónde estamos? —pregunta Patricio inspeccionando el lugar con su mirada.—Eso mismo desearíamos saber nosotros, ¿a qué diablos estás jugando? —pronuncia el Francés fulminándolo con la mirada.Escuchan pasos acercándose al girar, ven que es una mujer con uniforme militar y dos hombres que la siguen, al parecer soldados.—Señor Reimann bienvenido a nuestro club. Quería diversión extrema, aquí la va a encontrar —d
De acuerdo con el itinerario y sin el más mínimo remordimiento de llevar el cuerpo de Patricio al límite, en el primer mes lo fortalecieron más musculatura, le enseñaron a escalar y sobrepasar obstáculos. No era un hombre ágil; cada reto le costó; sin embargo, su fuerza de voluntad y sus deseos de cambiar logró ganarse un techo y la comida. La mayor parte de las veces, con su cuerpo adolorido por el esfuerzo, tuvo que preparar su propia cena, al menos ganaba buenos ingredientes para realizarlo. El segundo mes dedicado a las armas. La prodigiosa memoria del Alemán hizo de eso una tarea sencilla. Grabar en su mente las referencias, armar y desarmar las armas para él parecía un juego de niños. Ahí gano varios beneficios: una hermosa habitación y el no tener que cocinar, fueron algunos de los privilegios obtenidos. Disparar en tiro al blanco fue fácil, pero cuando lo llevaron de cacería, se negó hacerlo. No quería lastimar a un animal inocente e indefenso, ese día volvió a dormir a
En Alemania. En los tres meses que han pasado, Montserrat tiene preparada la reinauguración de la editorial con el lanzamiento de 8 de las obras que Patricio tenía en su biblioteca. Su padre le prometió que para dentro de dos meses el Escritor estará presente, pero que antes debería viajar a Venezuela a encontrarse con él y limar asperezas. —Montse, aún confías en que Patricio no nos enviará a prisión cuando se entere de que eres su esposa y estás viviendo en el castillo —pregunta Sarah mirándola fijamente. —Espero que al ver los resultados, me dé la oportunidad de explicarle todo —respira profundamente mientras trata de acomodar sus ideas, pero antes de que Montserrat vuelva a hablar la castaña la interrumpe. —¿Y si no? —Será mi mayor desilusión y reconoceré que el nuevo PATRICIO REIMANN no es el hombre del que me enamoré —sonríe tratando de ocultar su angustia por lo que pasará. —Nadie puede cambiar tanto su manera de ser, además, como dice mi abuelita, «lo que es para
—¿Nunca te he contado cómo murió mi mamá? —pregunta Montse.—No lo has hecho — responde Sarah. Viendo los ojos cristalizados de su amiga por lo cual asume que quizás fue en un trágico accidente al igual que sus padres—. ¿Estás segura que deseas hablarlo? —le pregunta tomando su mano para darle valor.—El día en que papá me colocó la prueba más dura y que enfermé… Te juro que lo odié… Lo veía como un monstruo… Me era difícil pensar que el hombre que me estaba lastimando era mi padre, aquel que me cargó en su regazo, que me leía cuentos para dormir… Solo le pedía a Dios que todo terminará para poderme alejar y nunca más volverlo a ver. —Tu padre debió tener alguna fuerte razón para hacerte aquello que me contaste — pronuncia Sarah. Montse asiente. —Esa noche recuerdo que tenía mucha fiebre, mi cuerpo dolía completamente, quizás del mismo dolor no podía dormir, pero fingía hacerlo… Escuché cuando Peter, mi jefe de seguridad, ¿lo recuerdas? — ella asiente—. Le decía que no debieron dej
—¡Diablos, creo que nos metimos en la grande! —exclama Peter, al escuchar las palabras del hombre que acaba de ingresar al bar. —Dile a Brenda que venga a recibirme, ¡que aquí está su macho! —dice el hombre al cantinero. Ese individuo, por su apariencia y forma de vestir, se puede deducir muy fácilmente que es un narcotraficante. Los tatuajes en sus brazos, las cadenas de oro gruesas y fastuosas colgando de su cuello, los anillos en sus manos, su ropa costosa y su semblante frío y autoritario. La mirada cómplice entre el Uruguayo y el Francés hace que las palabras no sean necesarias; deben buscar a Patricio y sacarlo de inmediato del lugar, ya que su vida corre peligro. Llegaron a la recámara donde lo vieron ingresar con la mujer horas atrás; dos toques suaves no quieren llamar la atención. Al ver que el tiempo apremia y nadie abre, el Uruguayo lanza una patada rompiendo el cerrojo y permitiéndoles la entrada. La mujer, al escuchar el golpe de la puerta, abre los ojos y palide
…Minutos atrásPatricio no se siente confiado, las cosas nunca son tan fáciles, comienza a pensar. «Si él fuese el mafioso y tiene el presentimiento de que alguien estuvo con su mujer, movería piedra sobre piedra, si es necesario quemaría el lugar».—Peter, tenemos que salir de aquí, debe haber otra salida— dice el Escritor firmemente, mirando por la ventana el tejado de la casa vecina.—¡Te has enloquecido! Las hormigas o estar tantos días solo te fundió el cerebro —exclama con molestia Peter Pan.—Al quedarnos, colocamos en riesgo la vida de la mujer y seremos asesinados, por lo tanto, saltamos o morimos todos —el Francés analiza las palabras de Patricio y sabe que tiene razón, pero nadie les garantiza que saldrán ilesos, ya que es una distancia de más de dos metros.—¡Maldita sea! Odio que tengas razón, sabes que tienes que mover tu trasero y correr velozmente porque uno de los animales de allí abajo nos pueden matar si no es el frío del agua —el Alemán asiente—. Pequeño Juan toma