Patricio se dirige a la editorial en su BMW de colección. La distancia es de tan solo 30 minutos. Su castillo, al igual que la sede principal, queda en el centro de Berlín, en Mitte la zona más exclusiva.
Omar, su conductor, quien lleva casi 40 años con la familia, conoce de memoria la ruta, era la que realizaba a diario con los señores Reimann. El área por donde ingresa es una zona privada para los dueños, así que solo es visto por el vigilante, quien conoce el vehículo y le permite el ingreso. Omar parquea el automóvil frente al ascensor. Patricio le pide que lo espere, no tiene pensado tardar mucho tiempo, desciende y se dirige a la caja de metal que lo llevará directamente a su oficina. Utiliza su huella y reconocimiento facial que le permite acceder a este. El ascensor se eleva hasta el último piso. La última vez que realizó ese recorrido fue junto a sus padres. Recuerda que estaban muy emocionados, acababan de ganar una enorme cifra de dinero con las 10 últimas novelas que habían lanzado, ya que lo hicieron de forma simultánea en 30 países y en distintos idiomas. No puede evitar que sus ojos se cristalicen y por su mejilla resbale una lágrima traicionera al reproducir en su mente esos momentos que nunca volverán. Necesita salvar el negocio de sus padres y regresarlo a sus años de gloria, es en lo único que piensa. El elevador se detiene en el último piso, el cual se divide en tres secciones, la Oficina de Presidencia, que era la de su padre, la de vicepresidencia de su madre, y un apartaestudio el que comunica internamente con las dos y sirve de vía de ingreso o escape, para que ni sus asistentes sepan de su llegada. Hay otro ascensor en la zona sur para ellas y los visitantes. Sale y camina unos cuantos pasos, encontrándose con la puerta de cristal que conduce a su oficina, la atraviesa y observa el escritorio de su asistente; por lo tanto, va directamente allá. Ve a una chica de cabello castaño, hasta los hombros, vestida elegantemente, delgada; a lo lejos le parece una agradable mujer. —Buenas tardes —saluda Patricio, ella lo mira con extrañeza. —Buenas tardes, ¿quién es usted? ¿Y quién le permitió el ingreso? —Sarah preguntó, ya que nadie la llamó para informarle de algún visitante. Además, está sorprendida de que esté allí, si ese es el piso fantasma, solo ella y el señor Arnold tienen acceso. —Soy el dueño de esa oficina —responde Patricio calmadamente y señalando la puerta de madera que está a pasos de su escritorio. —Llevo trabajando en este lugar durante cinco años y aquí nunca lo había visto. Además, con esa pinta… —Sarah toca su mandíbula y le realiza un escaneo, intentando encontrar la palabra que describa su vestimenta. Mientras Patricio frunce el ceño—. Sinceramente, por más que busco, no le encuentro nombre, simplemente ese suéter es horroroso… —Sarah camina alrededor y dice —¿A quién se le ocurre usar medias negras con zapatos, mocasines y un pantalón de lino color azul? —Se observa y mira a la mujer que tiene al frente, criticando su manera de vestir e impidiéndole el paso a su oficina. —Le aseguro que, si dice algo más y no me permite el paso, será su último día de trabajo —le advierte Patricio molesto. —Lo siento, pero por más que me amenace no pasará — dice de manera firme Sarah cruzándose de brazos y atravesándose en su trayecto. —¿No ha entendido que soy el dueño? —Por su puesto y yo soy la princesa Lady Di—. Él toma su billetera y saca su identificación. —Mire, mi identificación —Sarah abre los ojos, no puede creer que ese hombre, que está en frente con ese atuendo horroroso, sea el dueño de la editorial. Además, que su amiga y compañera de maestría esté enamorada de él, solo rueda los ojos y piensa en que Montserrat, necesita gafas, o tiene algún problema mental. Observa la identificación y a Patricio, quien cuenta con un rostro atractivo, sus facciones lo hacen ver interesante, aunque su cuerpo, muestra un hombre débil, sin fuerza en sus extremidades y un estado físico deplorable. Se ve que no practica ningún deporte. Y su forma de vestir no tiene descripción. —Definitivamente, si es usted… No pueden existir dos personas con tan mal gusto—. Patricio escucha a la que supuestamente es su asistente y por primera vez siente el deseo de estrangular a alguien. Esa mujer lo ha insultado y menospreciado, lo peor es que no se calla. —Ahora entiendo la razón por la cual este lugar está al borde de la quiebra… Y yo que pensé que era un elefante blanco para lavar dinero. —Buenas tardes, señorita Smith —Montserrat, quien está ingresando y alcanzó a escuchar a Sarah, necesita salvar la situación. Sabe que él no la va a reconocer. La última vez que se vieron fue antes de la muerte de sus padres, cuando tenían 17 años. Lo observa y realmente su ropa es espantosa, debe ser su nana quien se la compra, ya que odia ir de compras. — Buenas tardes, señorita Walton —Sarah siente que está a punto de perder su trabajo, así que necesita actuar rápido, puesto que metió las de caminar—. Hoy es su día de suerte… El señor Reimann está aquí — lo señala. Patricio gira y al mirar a esa mujer de piel trigueña, ojos grises, cabello castaño largo, alta y elegante con un aura intimidante, hace que su cuerpo se estremezca. —Señor Reimann, mucho gusto soy Montserrat Walton…—Señor Reimann, mucho gusto soy Montserrat Walton —la mira atentamente, recuerda a una amiga de su infancia, pero la mujer que está frente a él solo tiene en común el nombre y el color de los ojos. Es muy hermosa y segura, algo que nunca fue la Montserrat Fischer que conoció.—Señorita Walton, venía a pedirle a mi asistente para que programase una reunión —ella levanta su ceja, fingiendo sorpresa, pero su infiltrado le informó que el plan ya se había echado a andar. —¿Eso significa qué ha pensado en mi propuesta? —Montse se muestra segura cuando por dentro su corazón acelera los latidos. La enamoró de ese hombre su nobleza, su sencillez y sus letras; si ellas pudieran cubrir su cuerpo, sería más que un Dios griego y tendría a miles de mujeres detrás de él.—Así es… podemos pasar a mi oficina —asiente, mientras Sarah respira, dejándose caer en la silla y se recrimina por su maldita manía de no poder callar y decir las cosas como se le vienen a la cabeza. Ingresan a la oficina y Patri
Montserrat se preocupa y se llena de ansiedad, conoce los métodos de su padre y sabe que no son nada convencionales… Aunque por el camino por donde iba Patricio pronto terminará en la calle, necesita endurecerlo antes de que la bondad lo destroce.Patricio sale del aeropuerto y aborda un taxi con dirección al hotel. Lo primero que necesita hacer es tomar un baño y cambiarse de ropa, la cual siente pegada a su cuerpo.15 minutos después de abordar el taxi, se detiene en el semáforo y es abordado por un hombre que se ubica a su lado. El conductor del taxi coloca los seguros de la puerta impidiéndole salir.—¿Qué sucede?—pregunta Patricio, con la voz temblorosa. —Haz silencio, extranjero, no queremos lastimarte, así que es mejor que conozcas las buenas personas que somos… Mientras nos hagas caso — dice el individuo a su lado, mostrando una sonrisa socarrona, mientras le apunta con un arma intimidándolo. Aunque no la necesita con su sola presencia, es suficiente, ya que es enorme, parece
—¿Cuándo podré realizar la llamada a la que tengo derecho? —Indaga el alemán. —Mira, no estamos en tu país, aquí las cosas se manejan de otra forma, así que calladito, te ves más bonito y te va mejor — le dice el guardia mientras le suelta un bolillazo en la espalda. —¡Ay! ¡Ay! — se queja Patricio apretando su mandíbula y maldiciendo para sí. —Muévete, tienes cinco minutos para ducharte… Si no te quedas sin desayuno —ingresa y abre la regadera, sintiendo el agua helada, sintiendo que lo refresca. Tiene que pensar cómo comunicarse con alguien para salir de ese lugar, por lo que ve es el único preso. Se recrimina por ser tan idiota, no tiene la más mínima experiencia viviendo fuera de su hogar y se aventuró a realizar un viaje solo, cuando sabe que es un completo ingenuo su mundo siempre ha estado entre las cuatro paredes de su biblioteca. Se siente impotente con todos sus conocimientos y hablar tantos idiomas de que sirve, si no es escuchado. No sabe si acaso está secuestrado y lo q
—Alemán, pensé que nos habías extrañado… Sin embargo, veo que eres un perro desagradecido y nosotros que nos consideramos tus hadas madrinas —dice Peter, fingiendo tristeza. Mientras ingresan al comedor.—Solo nos faltan las alitas… Pero somos unos angelitos —dice el Pequeño Juan mostrando sus dientes.—¿Qué es este lugar? ¿Quiénes son ustedes realmente? ¿Y qué quieren de mí? —pregunta Patricio, ya que piensa «que no es coincidencia que ellos estén ahí y no ha visto ningún otro preso».—¿Acaso no dormiste bien? ¿Qué amaneciste, muy preguntoncito?… —Lo cuestiona Peter, lanzándole una mirada desafiante. Mientras se acercan a la barra, toman las bandejas para que les sirvan el almuerzo, les acomodan una taza con una sopa de aspecto asqueroso y un puré que parece más una masa, un poco de arroz mazacotudo y patas de pollo. Patricio, al ver esa comida, siente náuseas. Sus compañeros ríen al ver su cara de asco.—Ni se te ocurra despreciarla, ya que serás castigado por ello —le dice el Urugu
Los meses han transcurrido y Patricio ha aprendido a valerse por sí mismo, ahora sabe lavar la ropa, barrer, trapear, lavar su plato y cocinar. Oficios que nunca había hecho. Cada nuevo aprendizaje que ha realizado ha sido una hazaña. Gracias a esa fuerte voluntad se ha ganado el respeto y afecto de Peter Pan y el Pequeño Juan, quienes le han enseñado a pelear. El primer día en que Patricio comenzó con los entrenamientos, no coordinaba en absoluto nada, parecía que tuviese dos pies izquierdos, además de que fuesen de plomo. El Uruguayo, no hacía más que rascarse la cabeza, pensando en cómo enseñarle a darle movilidad a esa cintura y cadera endurecida junto con esos pies de plomo. Nunca había tenido un alumno tan tieso. Así que antes de que aprendiera a dar un golpe, le enseñó a bailar. Tuvo que dibujarle en el piso cuadros para que desplazara sus pies. No fue algo fácil, pero luego de dos semanas lo logró. Con el movimiento de cintura y cadera sí fue algo más complicado, tanto as
—¿Tú aquí? —Sarah observa al hombre que tiene enfrente y piensa «Los dioses debieron tardar siglos esculpiendo a ese rostro perfecto, sus bellos ojos azules que logran oscurecer o aclararse de acuerdo a su estado de ánimo; su cuerpo posee cada músculo en su lugar, en la proporción adecuada y como si fuese poco ese uniforme de piloto que lo hace ver demasiado sexy». Trata de contener la respiración y el aire de sus pulmones, pero el palpitar y la humedad de su parte íntima es algo que no logra frenar cuando siente la suavidad de sus tersas manos acariciando las suyas al saludar. Han pasado los años y Lukas Scott Martín, sigue haciendo estragos en su mente y cuerpo; definitivamente él es su perdición. Él observa a esa bella mujer hace 5 años que no la veía. Realmente estaba tan obsesionado con su ex, la m*****a a la cual le colocó el mundo a sus pies y lo destrozó. Raisa era una modelo italiana, preciosa. Su rostro angelical era portada de innumerables revistas. Lukas la conoció en u
—¿Pero por qué? —le reclama Montse a su padre, han sido seis meses donde no ha sabido nada de Patricio. Y su corazón solo clama que esté bien. Mientras están cenando como cada jueves en la noche. —Montserrat, no entiendo a qué viene tu pregunta, si fuiste tú quien quiso incluir a Reinan… Y como si buscaras llevarme la contraria, te casaste con ese inepto—. Carlo aprieta su mandíbula y cierra sus manos con fuerza, el solo pensar que un día la vida de su única hija dependa de alguien tan débil lo tiene enfurecido. Por lo tanto, ha decidido que no tendrá tregua con Patricio. —Papá, él es hijo de tu difunto amigo y socio, además te recuerdo que ellos me acogieron en su casa, cuando tuviste el accidente donde casi pierdes la vida —Montse necesita que su padre no vaya a ser cruel con el hombre que ama. Ella conoce muy bien sus entrenamientos. …… Cuando él se recuperó luego de estar 2 años en coma, la buscó para tenerla cerca. El Pequeño Juan y Peter Pan, sus hombres de confianza, l
Patricio Planea, aprender todo lo que esos dos maleantes a los que ahora les tiene afecto le quieran enseñar, nunca más volverá a ser presa fácil de alguien. Patricio ha adoptado una rutina todas las mañanas se levanta muy temprano y sale a trotar durante una hora para luego realizar una rutina de ejercicios que el Uruguayo le ha enseñado. No importa el lugar donde esté. «EL ESCRITOR» es un hombre muy disciplinado, además de que tiene en su mente una obsesión. Montserrat Walton. Le pagará el haber trastornado su vida y esa idea fija en su mente no le permitirá darse por vencido. … En el hotel Lukas tomó a Sarah en sus brazos y la alzó estilo princesa. Ella se embriagó con la fragancia única de ese encantador hombre, cruzó las manos a través de su cuello, sus labios se atraían como imanes. No supo el momento en que se pegaron, pero sí sabía que no deseaba que se separarán. Al cruzar la puerta del Penthouse, la temperatura de sus cuerpos y los deseos se incrementaron. La raz