Conrado asintió, sintiendo un alivio, al tener a sus dos hombres de confianza a su lado. Sabía que podía confiar en ellos plenamente y qué juntos podrían enfrentar lo que fuera necesario para proteger a su familia y poner fin a la red criminal liderada por Costelli. —Gracias, chicos. Sabía que podí
Conrado sonrió, entendiendo las palabras de Dino.—Lo sé, solo quiero ayudarte, además, Salomé me amenazó que si Julia y tú no llegaban a nada, yo sería castigado y te juro que me niego a recibir ese castigo —dijo con una expresión de preocupación. A medida que se iban acercando a la casa, los dos
Los hombres a su alrededor asintieron, demostrando su lealtad a Costelli. Estaban dispuestos a llevar a cabo cualquier acción que él les ordenara, sin importar cuán malvadas o peligrosas fueran. Costelli se paseó por la habitación, pensando en su plan para acabar con Conrado Abad. Sabía que no serí
Mientras estaban, apareció repentinamente un hombre corriendo, vio a todos lados, luego fingió tropezarse con la mesa y le dejó una nota.Conrado fue el primero que la agarró y la abrió, la leyó en voz baja. “Deben estar atento, Costelli va a secuestrar a las dos niñas, al niño Abad y a la esposa d
Estaba concentrado respondiendo unas comunicaciones cuando escuchó unos golpes en la puerta del despacho. —¡Adelante! De inmediato, Lores hizo acto de presencia. —El señor Kistong está en la entrada, dice que quiere hablar con usted. —Dile que pase —pronunció sintiéndose nervioso, porque sabía q
Salomé se quedó estática, sin poder pronunciar ninguna palabra, no podía creer lo que acababa de escuchar. Sus ojos se anegaron de lágrimas y su corazón latía a mil por hora, se llevó una mano al pecho tratando de contenerse. Desde su conversación con Graymond, tuvo la leve sospecha de que era su
Graymond dejó escapar un suspiro, sintiendo el peso de las palabras de Conrado. Sabía que tenía razón, pero, aun así, el dolor y la rabia lo consumían. Miró fijamente a Conrado, buscando alguna respuesta, alguna solución, pero sabía que solo él tenía el poder de cambiar su destino. —¿Qué me sugiere
Los minutos pasaron lentamente mientras Graymond luchaba por procesar la terrible noticia. El dolor en su pecho se volvió insoportable, y las lágrimas fluían por su rostro sin cesar. Se sintió abrumado por el peso de sus acciones pasadas y por la pérdida de la mujer que había amado. Kistong permane