Estaba concentrado respondiendo unas comunicaciones cuando escuchó unos golpes en la puerta del despacho. —¡Adelante! De inmediato, Lores hizo acto de presencia. —El señor Kistong está en la entrada, dice que quiere hablar con usted. —Dile que pase —pronunció sintiéndose nervioso, porque sabía q
Salomé se quedó estática, sin poder pronunciar ninguna palabra, no podía creer lo que acababa de escuchar. Sus ojos se anegaron de lágrimas y su corazón latía a mil por hora, se llevó una mano al pecho tratando de contenerse. Desde su conversación con Graymond, tuvo la leve sospecha de que era su
Graymond dejó escapar un suspiro, sintiendo el peso de las palabras de Conrado. Sabía que tenía razón, pero, aun así, el dolor y la rabia lo consumían. Miró fijamente a Conrado, buscando alguna respuesta, alguna solución, pero sabía que solo él tenía el poder de cambiar su destino. —¿Qué me sugiere
Los minutos pasaron lentamente mientras Graymond luchaba por procesar la terrible noticia. El dolor en su pecho se volvió insoportable, y las lágrimas fluían por su rostro sin cesar. Se sintió abrumado por el peso de sus acciones pasadas y por la pérdida de la mujer que había amado. Kistong permane
Los maltratos de algunas cuidadoras, que muchas veces la despojaban de las cosas para dárselos a otro, cuando la castigaban sin darle comida y la enviaban a dormir así, y muchas veces ni siquiera agua le daban, pero lo más triste era los años solitarios, pensando en su abandono, mientras esperaba po
Sergio se apartó de ella y comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación, tratando de procesar lo que acababa de descubrir. Comenzó a hiperventilar, mientras miles de preguntas surgía en su interior ¿Cómo podía ser que la mujer que había secuestrado para vengarse de Conrado fuera la copia fi
—Entonces... todo este tiempo he estado persiguiendo a la persona equivocada. He estado cegado por la sed de venganza… he cometido terribles errores. He lastimado a personas inocentes —murmuró Sergio, sintiendo el peso de su culpabilidad. Salomé asintió comprensivamente, liberada de sus ataduras, p
Conrado la sostuvo en brazos, preocupado por su estado. La adrenalina de la situación había pasado y ahora su cuerpo ya no soportaba la tensión emocional. Graymond se acercó preocupado, comprobó que se encontraba inconsciente, intentó quitársela de los brazos a Conrado, pero este no dejó. —A mi es