—Perfecto, ubíqueme en un lugar donde la mesa del señor Graymond sea visible, pero que la mía no sea visible para él. No quiero llamar la atención, pero debo asegurarme de que todo esté bien. El maître asintió y los condujo a una mesa estratégicamente ubicada. Conrado se sentó en el extremo donde
Y ella lo tomó suavemente del brazo y lo sacudió, porque la tenía encantada con su relato.—¿Y luego?—De allí me enamoré de ella, la empecé a cortejar, salía con ella, me reía, me divertía. Hasta que un día la llevé a mi fiesta de cumpleaños a conocer a mi familia, pero eso fue un error mi tío la
El hombre observó desde una mesa cercana a la pareja comiendo, miró a su alrededor, y en ese salón no había, sino un par de comensales más y en el espacio lateral, un hombre con dos niñas en una mesa lejana, aunque no estaba en una posición de poderlo ver bien. Dejó de prestar atención a otros y vo
Salomé se zafó de su agarre y se levantó mirándolo con desprecio, el hombre también lo hizo, sin ocultar su actitud hostil—No tiene nada que temer de mí, no soy alguien que pierde el tiempo en sabotear eventos de beneficencia. Tengo cosas más importantes que hacer en mi vida, por ejemplo, si la qui
El hombre palideció, pero no soltó el vaso. —¿Quién eres? —interrogó y se quedó viéndolo con atención. El hombre guardó silencio, tragó grueso, nervioso, porque sabía que ese individuo junto a él, no era fácil engañar, y así fue, pese a estar disfrazado con una barba, Conrado se quedó viéndolo y u
Conrado escuchó atentamente, sintiendo cómo cada pieza del rompecabezas comenzaba a encajar. —Entonces, Salomé es la hija de Graciela y Graymond. Kistong asintió. —Necesitamos la prueba, por eso debe darme el vaso, solo que no sería bueno darle falsas expectativas a su esposa… por favor, no le d
—Tenemos que hacer algo al respecto. No puedo permitir que mi familia esté en peligro, llama a Dino, necesito hablar con él, creo que es hora de la verdad. El rostro de Melquiades palideció, en ese momento entró Dino. —Jefe, Melquiades me llamó ¿Qué ocurre? —Kistong, puedes irte, así quedamos… si
Conrado asintió, sintiendo un alivio, al tener a sus dos hombres de confianza a su lado. Sabía que podía confiar en ellos plenamente y qué juntos podrían enfrentar lo que fuera necesario para proteger a su familia y poner fin a la red criminal liderada por Costelli. —Gracias, chicos. Sabía que podí