Salomé retrocedió ante la mirada amenazante de Conrado, pero luego se recompuso y lo miró con determinación.—¡¡No te atrevas!! No me vas a obligar a hacer nada, que no quiera Conrado Abad. Y no voy a regresar a tu lado, hasta que no me pidas disculpas —expresó desafiante. Conrado la miró muy enoja
—¿Eso es civilizado? Qué errada concepción, querer imponer tu voluntad, estoy cansada de tus celos y de que me quieras controlar Conrado Abad, no soy de tu propiedad, tengo derecho a tomar mis propias decisiones, tú no puedes obligarme. Entre tanto, las niñas seguían observando la escena, pero Fabi
Ella tomó el teléfono de Conrado, le puso una música y le hizo una propuesta con picardía.—¿Me puedes hacer un striptease?—Lo que me pida mi mujer —pronunció con voz ronca y capturó sus labios, para luego succionar el inferior con fuerza, mientras ella se abrazaba a él como si fuera el ancla que n
Poco a poco fue bajando por el cuerpo de ella, besando cada parte de su piel, hasta que sus labios se posaron en la boca de Salomé, bebiendo de ella, impregnándose de su sabor. Su deseo se agitaba en su interior, queriéndose fusionar como si fueran uno solo, mientras su respiración se hacía más fuer
—Lo sé y debo confesar que lo hice precisamente porque eso te iba a enojar, quería que pudieras sentirte cómo yo me sentía… me dio tanta molestia, te juro que lo siento, fue un acto impulsivo, no podía tolerar que terminaras sacándome de la subasta y que ese idiota de Graymond hubiese ganado para es
—Esto se ve delicioso —, ella tomó una cuchara, y fue dándole porciones para que comiera. Los sabores y los aromas de la comida que Salomé había preparado con tanto esmero provocaron un infinito placer en él, tanto que terminó gimiendo de placer y es que cada bocado era una explosión de sabor en su
Conrado llegó a la casa de sus padres, cuando entró ellos estaban en la sala de estar. Las niñas lo escucharon llegar y salieron corriendo, él las abrazó y cargó una en cada brazo, pero cuando vio a su sobrino Gael llegar corriendo detrás de ellas, las bajó para cargarlo a él, porque había empezado
—Perfecto, ubíqueme en un lugar donde la mesa del señor Graymond sea visible, pero que la mía no sea visible para él. No quiero llamar la atención, pero debo asegurarme de que todo esté bien. El maître asintió y los condujo a una mesa estratégicamente ubicada. Conrado se sentó en el extremo donde