Sin pérdida de tiempo, Joaquín continuó explorando el cuerpo de Cristal con sus manos, acariciando cada curva y haciendo que su piel se erizara de placer. Poco a poco, fue quitándole la ropa, deslizando sus manos por su piel desnuda y besándola con pasión. Cristal se entregó por completo a Joaquín,
Cristal se sintió totalmente entregada a su amante y cada sensación era más intensa, sus cuerpos se agitaban con el deseo y el amor que sentían el uno por el otro. Estaban unidos de manera indestructible, y la pasión que sentían no conocía límites. Joaquín notó todos esos cambios en su cuerpo, y au
—¡Nooo! Joaquín —volvió a gritar Cristal llorando mientras trataba de detener el sangrado con sus manos, al mismo tiempo que lo besaba —, te juro que si sales de todo esto me caso contigo mañana mismo. Los gritos de Cristal, penetraron en la bruma de la inconsciencia de Joaquín y escuchó sus últi
—¿Crees que estoy para chistes, cuando el hombre que amo está herido y puede morir? Y yo en vez de aprovechar y estar tranquila con él, comencé a pelear, salí de la habitación y él me siguió… ¡Diablos! Conrado, si no hubiésemos discutido habríamos estado en la cama y entonces hubiésemos muerto —dijo
—Mis hijas no van a tener novios, van a ser monjas —respondió Joaquín con seriedad.—Estoy de acuerdo contigo, pero hasta para que se consagren a Dios, deben hacer una ceremonia, entonces no exijo menos para Cristal Joaquín, porque de lo contrario también puedo meter a mi hermana, a monja.Joaquín y
Salomé retrocedió ante la mirada amenazante de Conrado, pero luego se recompuso y lo miró con determinación.—¡¡No te atrevas!! No me vas a obligar a hacer nada, que no quiera Conrado Abad. Y no voy a regresar a tu lado, hasta que no me pidas disculpas —expresó desafiante. Conrado la miró muy enoja
—¿Eso es civilizado? Qué errada concepción, querer imponer tu voluntad, estoy cansada de tus celos y de que me quieras controlar Conrado Abad, no soy de tu propiedad, tengo derecho a tomar mis propias decisiones, tú no puedes obligarme. Entre tanto, las niñas seguían observando la escena, pero Fabi
Ella tomó el teléfono de Conrado, le puso una música y le hizo una propuesta con picardía.—¿Me puedes hacer un striptease?—Lo que me pida mi mujer —pronunció con voz ronca y capturó sus labios, para luego succionar el inferior con fuerza, mientras ella se abrazaba a él como si fuera el ancla que n