Decidió conducir al hospital general donde tenía una cita con el director que lo había llamado el día anterior. Apenas entró se anunció, y el director lo recibió cortésmente, invitándolo a tomar asiento en la sala de su despacho. Joaquín se sentía ansioso por saber todos los detalles relacionados
La alegría era evidente en la pareja, se abrazaron sintiéndose aliviados, las buenas noticias los hizo sentir optimistas, tenían la sensación que mientras estuvieran los cuatro juntos, no había nada que temer. Lágrimas de felicidad se deslizaron por las mejillas de Salomé, sin soltar a Grecia con f
—Ay, señora, se ve que está enamorada, y me alegró, es un buen hombre a pesar de lo gruñón. De pronto las luces de la habitación se apagaron y Salomé se sintió nerviosa. —¿Qué fue eso? —interrogó con preocupación sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho. Le dio a Grecia a la señora Cl
Salomé lo miró muy molesta, no podía creer que él fuera capaz de hacerle eso. —¿No me vas a responder a la pregunta que te estoy haciendo con eso, pétalos de rosas en el suelo? —inquirió con una sonrisa. —La verdad es que no sé si responderte o abofetearte ¿Sabes el susto que me has hecho pasar? ¡
Conrado se levantó y envolvió a Salomé en un abrazo apretado. —Te lo prometo, amor mío. A partir de ahora, seré el romántico más tradicional y cuidadoso del mundo. No te preocupes, solo quiero verte feliz. Los dos se fundieron en un beso lleno de amor y alivio, mientras el sol se ponía en el horiz
Ninibeth se levantó, salió de la habitación con precaución, deseando no encontrarse a Conrado, aunque él le había pedido que se marchara, ella no estaba dispuesta a hacerle caso, no pensaba moverse de esa casa y dejarle el camino libre a Salomé, no iba a renunciar a él tan fácilmente, iba a utilizar
Ninibeth después de cortar la llamada, decidió seguir el consejo que le dieron, por eso caminó donde estaban las dos niñas siendo alimentadas por la niñera. —Señorita Brismal, puede ir a hacer otra cosa, yo me encargaré de las niñas —declaró con firmeza. —Lo siento, señora, pero no creo que sea bu
Salomé y Conrado no podían creer lo que veían, sus hijas llorando y Ninibeth completamente fuera de sí, a causa de las tremenduras de las pequeñas. La niñera intentó intervenir, pero Ninibeth estaba demasiado furiosa para escuchar a alguien más que hasta terminó empujándola. —¡Apártate de mi camino