—Ay, señora, se ve que está enamorada, y me alegró, es un buen hombre a pesar de lo gruñón. De pronto las luces de la habitación se apagaron y Salomé se sintió nerviosa. —¿Qué fue eso? —interrogó con preocupación sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho. Le dio a Grecia a la señora Cl
Salomé lo miró muy molesta, no podía creer que él fuera capaz de hacerle eso. —¿No me vas a responder a la pregunta que te estoy haciendo con eso, pétalos de rosas en el suelo? —inquirió con una sonrisa. —La verdad es que no sé si responderte o abofetearte ¿Sabes el susto que me has hecho pasar? ¡
Conrado se levantó y envolvió a Salomé en un abrazo apretado. —Te lo prometo, amor mío. A partir de ahora, seré el romántico más tradicional y cuidadoso del mundo. No te preocupes, solo quiero verte feliz. Los dos se fundieron en un beso lleno de amor y alivio, mientras el sol se ponía en el horiz
Ninibeth se levantó, salió de la habitación con precaución, deseando no encontrarse a Conrado, aunque él le había pedido que se marchara, ella no estaba dispuesta a hacerle caso, no pensaba moverse de esa casa y dejarle el camino libre a Salomé, no iba a renunciar a él tan fácilmente, iba a utilizar
Ninibeth después de cortar la llamada, decidió seguir el consejo que le dieron, por eso caminó donde estaban las dos niñas siendo alimentadas por la niñera. —Señorita Brismal, puede ir a hacer otra cosa, yo me encargaré de las niñas —declaró con firmeza. —Lo siento, señora, pero no creo que sea bu
Salomé y Conrado no podían creer lo que veían, sus hijas llorando y Ninibeth completamente fuera de sí, a causa de las tremenduras de las pequeñas. La niñera intentó intervenir, pero Ninibeth estaba demasiado furiosa para escuchar a alguien más que hasta terminó empujándola. —¡Apártate de mi camino
Salomé iba de nuevo a debatir a la mujer, pero un gesto en el rostro de Conrado la hizo detenerse. —No sigas nada Salomé… —comenzó a decir Conrado y Ninibeth la miró en tono triunfal, sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando escuchó las siguientes palabras—, no vale la pena gastar pólvora en z
Conrado se pasó la mano por la cabeza con frustración, no le gustaba perder el control de lo que ocurría a su alrededor y eso le estaba pasando en ese momento, aunque lo hizo con una intención muy clara para él. Pero le molestaba que fuera precisamente Imelda, la madre de su difunta esposa, quien