Abrió un cajón del escritorio y sacó un móvil de última generación, ella abrió los ojos sorprendida. —¿Esto? —Es un regalo para ti, no quiero que estés incomunicada, sino que podamos estar siempre en contacto —ella asintió y tomó el celular con una sonrisa—. Ahora usted y yo vamos a dormir a Fabia
Conrado interrumpió enérgicamente las palabras de la mujer, cansado de sus acusaciones y manipulaciones. —¡Ya basta, Ninibeth! No permitiré que sigas hablando de esa manera de Salomé, no solo es una mujer honesta, sino también la mujer que amo y no merece tus ataques. No puedo creer lo envenenada
Joaquín se sintió derrotado. La culpa por haber perdido a Salomé lo invadió de nuevo. Había sido un tonto al no escucharla y creer en las mentiras de su madre, si tan solo la hubiera dejado hablar, se arrepentía de no haberla escuchado, se quedó mirando a Julia con irrefrenable dolor en los ojos.
Pasaron toda la noche en el hospital, alternando mientras uno dormía, el otro velaba, pero ninguno de los dos se despegaba de su lado, deseaban con todo su ser que la pequeña se recuperara rápidamente. —¿Crees que Grecia se pondrá bien? —preguntó Salomé con voz temblorosa, buscando consuelo en los
Joaquín asintió, comprendiendo la preocupación de Conrado. —Lo entiendo y no haré nada que ponga en riesgo a su hija. Solo quiero verla por un momento, claro, siempre y cuando me lo permita. Conrado lo observó detenidamente, buscando algún indicio de mala intención en su mirada, pero solo encontró
“Si señor, ya pongo a gente trabajar en ello”. Se despidió y se sentó a un lado de la cama, quedándose dormido, y no se despertó hasta unas cuatro horas después, cuando sintió unos manitos en el rostro y unos besos babosos en su mejilla, al abrir los ojos era su pequeña Grecia. —Mi cachorrita, ¿Te
Decidió conducir al hospital general donde tenía una cita con el director que lo había llamado el día anterior. Apenas entró se anunció, y el director lo recibió cortésmente, invitándolo a tomar asiento en la sala de su despacho. Joaquín se sentía ansioso por saber todos los detalles relacionados
La alegría era evidente en la pareja, se abrazaron sintiéndose aliviados, las buenas noticias los hizo sentir optimistas, tenían la sensación que mientras estuvieran los cuatro juntos, no había nada que temer. Lágrimas de felicidad se deslizaron por las mejillas de Salomé, sin soltar a Grecia con f