—Salomé, escúchame. Sé que esto es difícil para ti, pero la situación es la que es. No tienes por qué desesperarte, ahora tienes dos hijas que necesitan de ti, una a la que has criado y amado desde que nació y otra que necesita todo tu amor y cuidado para sobrevivir. No puedes seguir pensando en nad
La propuesta de Conrado cayó como una bomba en la mente de Salomé. Aunque lo amaba con toda su alma, nunca se había planteado la posibilidad de volver a casarse, no después de lo que había vivido con Joaquín. Pero al mismo tiempo, la idea de formar una familia perfecta junto a Conrado y sus hijas
Abrió un cajón del escritorio y sacó un móvil de última generación, ella abrió los ojos sorprendida. —¿Esto? —Es un regalo para ti, no quiero que estés incomunicada, sino que podamos estar siempre en contacto —ella asintió y tomó el celular con una sonrisa—. Ahora usted y yo vamos a dormir a Fabia
Conrado interrumpió enérgicamente las palabras de la mujer, cansado de sus acusaciones y manipulaciones. —¡Ya basta, Ninibeth! No permitiré que sigas hablando de esa manera de Salomé, no solo es una mujer honesta, sino también la mujer que amo y no merece tus ataques. No puedo creer lo envenenada
Joaquín se sintió derrotado. La culpa por haber perdido a Salomé lo invadió de nuevo. Había sido un tonto al no escucharla y creer en las mentiras de su madre, si tan solo la hubiera dejado hablar, se arrepentía de no haberla escuchado, se quedó mirando a Julia con irrefrenable dolor en los ojos.
Pasaron toda la noche en el hospital, alternando mientras uno dormía, el otro velaba, pero ninguno de los dos se despegaba de su lado, deseaban con todo su ser que la pequeña se recuperara rápidamente. —¿Crees que Grecia se pondrá bien? —preguntó Salomé con voz temblorosa, buscando consuelo en los
Joaquín asintió, comprendiendo la preocupación de Conrado. —Lo entiendo y no haré nada que ponga en riesgo a su hija. Solo quiero verla por un momento, claro, siempre y cuando me lo permita. Conrado lo observó detenidamente, buscando algún indicio de mala intención en su mirada, pero solo encontró
“Si señor, ya pongo a gente trabajar en ello”. Se despidió y se sentó a un lado de la cama, quedándose dormido, y no se despertó hasta unas cuatro horas después, cuando sintió unos manitos en el rostro y unos besos babosos en su mejilla, al abrir los ojos era su pequeña Grecia. —Mi cachorrita, ¿Te