Sé que me amas.

Durante el vuelo Isabella se quedó dormida, Sergey cuando menos pensó ya tenía recargada la cabeza de la mujer en su hombro. Ella respiraba pausadamente.

El hombre dió un beso en sus cabellos y colocó una manta sobre ella para que no pasará fríos.

— Azafata, encarguese de que los niños tengan una almohada y frazadas. Qué nada les falte — Ordenó el CEO. Las dos azafatas sabían que una orden del señor Ivanov era ley y nunca debían desobedecerlo. Ellas estaban siendo muy diligentes.

Cuando Isabella despertó se dió cuenta de que prácticamente estaba abrazada al padre de sus hijos. Entonces cómo si Sergey tuviera electricidad casi saltó de su lugar.

— Yo... Lo siento... Me quedé dormida. Iré a echarles un vistazo a los niños. — La mujer se levantó apurada. Llegó hasta donde estaban los trillizos pero se encontró con que estaban dormidos. No tuvo más remedio que regresar a su asiento.

— Cúbrete con la manta. — Pidió el ruso — ¿Quieres algo de beber, agua, jugo, café?

— Si, y
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