Papá, yo sí te perdono.

Los ojitos del niño enfermo se aguaron, como todo pequeño quería poder tener el amor de sus padres, y también tenerlos a los dos juntos en casa.

— Mamá, papá puede quedarse a cuidarnos mientras tú vas a trabajar al restaurante, puede ayudarnos con las tareas. Puede cambiar los bombillos cuando se fundan y contratar al jardinero, y... hacer lo que hacen los papás, regañar a los niños y ponerles límites para que no coman tantas golosinas. ¿Cierto papá? Di que si para que mamá te lleve con nosotros — El niño puso la manita en su boca para decirlo en un susurro a su padre.

Ni en su más remoto sueño Sergey haría tales cosas como padre. Los amaría como nadie en el mundo pero lo primero que pensaba hacer era comenzar con su preparación, ellos no eran niños comunes y corrientes, eran los herederos de un billonario imperio. Y justo por eso es que debían ser educados de una manera diferente.

— Papá, ¿Tú en qué trabajas? Escucha, no importa que no tengas dinero. El abuelo Isaías tiene m
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