Sergey sonrió de lado, eso es justo lo que él habría hecho, amenazar a su padre con ser su enemigo si no cuidaba de su madre diligentemente. Ese era un mundo privado que solamente ellos entendían. El pecho de Sergey se hinchó de dicha. Su hijo mayor también lo había perdonado. Eso quería decir que lo aceptaban como su padre, y que también lo quería. — ¡Ohhh... Yo también quiero que papá me cargue, Mamá quiero que me quiten esta aguja que tengo en la mano, ya no quiero estar en cama! — Aleksey hizo un puchero de berrinche. En ese momento el apuesto Apolo vestido ya en un elegante traje entró en ese momento a la habitación. El hombre puso ver qué su amigo cargaba a sus hijos, eso significaba que ellos lo aceptaban, lo que lo agregaba por el CEO ruso, ya había padecido mucho tiempo la ausencia de sus pequeños. Era momento de reconciliación. — Disculpen que interrumpa, Sergey, ¿Podemos hablar un momento afuera? Es importante. — Claro, enseguida voy. — El hombre dió un beso en
Sergey después de observar el mensaje, tuvo que hacerle una pregunta a Apolo que tal vez le sería difícil de responder, pero sentía que era necesario comenzar a aclarar todos los secretos y saber contra quién y contra qué había estado luchando todos estos años. — Necesito que me digas todo lo que sabes con respecto a Isabella y a mi búsqueda de ella y mis hijos. No soy estúpido, soy consciente del poder que tengo y mi familia, más sin embargo por más que contraté a los mejores detectives privados del mundo, que soborné gobiernos y viajé por todas partes para encontrarla, nunca pude acercarme. Tú lo sabes, ¿Cierto, Apolo? — Wow... Primero que nada quiero alegar en mi defensa que no tenía idea de que fuera mi querida amiga Isabella la mujer que te había abandonado con tus hijos en el vientre. También fue una sorpresa para mí, de haberlo sabido yo mismo te lo habría dicho. — Eso lo sé. Bendigo el día que me invitaste a la inauguración del restaurante que abriste con ella. Gracias a
Por la tarde el médico volvió para revisar al pequeño Aleksey. El niño estaba evidentemente mejor. Tanto que no dejaba de hablar, estaba muy inquieto, el trillizo no era de estarse quiero en cama, él era más de investigar por todos lados, corretear y brincar en los sillones. — Doctor ya necesito que me dé de alta. Quiero que me quite esta aguja de la mano que no me deja mover. Ya quiero ir a jugar con mis hermanos y mis primos. — Pedía el niño. — Aleksey, el doctor es el profesional, si no estás listo aún para que te quiten la intravenosa simplemente no va a pasar hasta que sea tiempo. — El CEO aclaraba al pequeño la situación. — Entonces... ¿Qué dice doctor? Ya estoy listo para ser dado de alta? Me he comido toda la sopita que mamá me dió... y también me comí el postre. fuí bueno y obediente. — El niño esperaba su premio. Sergey rodó los ojos, su hijo de en medio podía llegar a ser bastante persuasivo. — Que mi trillizo no lo convenza, si es necesario que siga igual o a
El CEO se estuvo largo rato confortando a su hijo Aleksey. El niño tenía la mano hinchada y amoratada por todo el tiempo que tuvo la intravenosa puesta, estaba incómodo y llorón. No quería soltar a su padre, lo tenía abrazado todo el tiempo. El trillizo se fué quedando dormido después de llorar largo rato. El médico se había retirado casi a hurtadillas, él vendría por la noche a revisar de nuevo al pequeño. Los trillizos Valentain habían estado jugando con Alexander y Alexandrito. El menor de los niños Ivanov regresó a la habitación cuando su padre salía apenas de su cuarto. El CEO vió venir a su hijo que se veía tranquilo. — Papá, estoy cansado, quiero tomar una siesta, me cargas un ratito... hasta que me duerma. — El niño ya no era ese mismo niño enfadado de hace un rato, parecía haberse olvidado de su exabrupto y lucía adorable. — Ven aquí, — El CEO lo cargó y Alexandrito rápidamente se recargó en su hombro y cerró los ojos. El padre comprendía que efectivamente era agota
El CEO pudo ver cómo Isabella se fue calmando poco a poco. Ella se había puesto bastante brava. Podía llamarse masoquista pero le había gustado verla así. — Isabella, discúlpame... — ¿Qué... pero por qué? — De pronto vió venir a ese dios griego hacia ella, la tomó de la mejilla y juntó sus labios a los suyos. Sergey no pudo resistir el impulso de besar a esa hermosa mujer. Probó sus dulces labios en una danza perfecta. Acercó por la cintura el frágil y divino cuerpo de la dueña de su deseo a él. — Sergey... para... detente. Para el CEO ruso volver a escuchar gemir a Isabella despertaba su hombría, ella lo podía sentir duro. Su miembro golpeaba suavemente su vientre. Fue imposible no recordar todas esas noches que ese hombre le hizo el amor. No quería reconocer que deseaba sentirlo de nuevo, sentir sus besos, sus caricias, sus profundas embestidas que la llevaban a la locura. ¿Acaso era posible...? ¿Acaso lo seguía amando...? El toque de los dedos de Sergey quemaban la
Isabella llegaba también de la pequeña habitación cuando escuchó al menor de sus hijos preguntarle a su padre si le estaban haciendo un hermanito. Las mejillas de Isabela se sonrojaron, se sentía atrapada en una travesura. — ¿Nos estaban haciendo un hermanito, mamá? — Volvió a preguntar el niño. — Papá todavía tiene unas cuantas semillas más que podría poner en mamá para que tenga otro bebé, ¿Te gustaría que le pusiera una más? — Pues... si mamá y papá no van a dejar de querer al pequeño Alexandro, una hermanita estaría bien. — Hmmm... Lo platicaré con mamá pronto. — Aquí está el agua para Alexandro. Papá, ¿Tú y mamá durmieron juntos? — Si, necesitábamos descansar. — Cuando los padres de mis compañeros del colegio duermen juntos ellos le escriben a la cigüeña para que les traiga un bebé. ¿Ustedes... le escribieron? ¿Quieren otro juego de mellizos acaso? — El niño entrecerró la mirada. — Noooo... Definitivamente no se cómo hizo su madre para cuidar sola de ustedes
Durante el vuelo Isabella se quedó dormida, Sergey cuando menos pensó ya tenía recargada la cabeza de la mujer en su hombro. Ella respiraba pausadamente. El hombre dió un beso en sus cabellos y colocó una manta sobre ella para que no pasará fríos. — Azafata, encarguese de que los niños tengan una almohada y frazadas. Qué nada les falte — Ordenó el CEO. Las dos azafatas sabían que una orden del señor Ivanov era ley y nunca debían desobedecerlo. Ellas estaban siendo muy diligentes. Cuando Isabella despertó se dió cuenta de que prácticamente estaba abrazada al padre de sus hijos. Entonces cómo si Sergey tuviera electricidad casi saltó de su lugar. — Yo... Lo siento... Me quedé dormida. Iré a echarles un vistazo a los niños. — La mujer se levantó apurada. Llegó hasta donde estaban los trillizos pero se encontró con que estaban dormidos. No tuvo más remedio que regresar a su asiento. — Cúbrete con la manta. — Pidió el ruso — ¿Quieres algo de beber, agua, jugo, café? — Si, y
Isabella al escuchar las palabras del CEO que mientras habló no abrió los ojos. Pero que le contaba lo que había vivido mientras ella no estaba con él. Sintió que el corazón se le oprimía. La bella chef que todos estos años había creído que Sergey disfrutaba de una vida de casado feliz, y que tal vez ya tendría hijos con su prometida. En cambio se encontraba con que permanecía soltero y que decía haberla buscado día tras día. Era imposible que su alma no se conmoviera. No es que su razón coincidiera con ella. El la había hecho sufrir demasiado, merecía también sufrir por su amor. Por la mañana al llegar al aeropuerto, apenas aterrizaron ya dos lujosos coches los estaban esperando. Adriano de Luca que había vuelto antes para revisar un caso, los había enviado a recoger. — Apolo, fue toda una aventura viajar juntos con nuestros hijos. En verdad espero que se vuelva a repetir otra ocasión como esta. — Por supuesto, lo volveremos a hacer amigo, por ahora hay mucho que solucionar