Casi al mediodía, Fiorela estaba ya por salir a la mansión Ferreti a ver a su hermana. Audrey le había llevado una muda de ropa para que asistiera a la reunión sin problemas. — ¡Cuñada, te ves espectacular, no por nada mi hermano está loco por ti! — Oh, eres muy amable, Audrey, te encargo mucho a tu hermano. Que no se levante de la cama, que coma bien, eh... Que no se ponga a trabajar. — Fiorela estaba recordando todas las instrucciones. — No soy un niño, Fiorela. Sé muy bien cómo debo cuidarme. — ¿Entonces si lo sabes por qué batallo tanto contigo? No te quieres comer las verduras, te quieres levantar solo al sanitario, y me desobedeces cada que puedes. Señorita Casareal. No tenía idea de que estabas tratando de controlarme, eso suena muy maquiavélico viniendo de una adorable belleza como tú. — ¿Entonces piensas que solamente tu puedes tener el control de... mí? Ah, no, esto se debe volver más equitativo o de lo contrario no me casaré. La hermosa joven del oriente s
Fiorela llegaba a la impresionante mansión Ferreti. No es que ella fuera pobre, pero este nivel de riqueza era simplemente increíble. Los hombres tenían acceso libre, la jovén observaba los prolijos y bellos jardines, también a todos esos hombres de traje y armados con radios y auriculares en sus oídos. Parecía una enorme fortaleza. Llegaron justo a la puerta de entrada donde uno de los hombres ayudó a bajar a la joven. Ella bajó del coche, y aunque era muy hermosa los guardaespaldas mantuvieron su distancia, Ellos sabían que sobrepasarse con alguna mujer de uno de los mafiosos Ferreti significaba la muerte. Pronto una chica despreocupada y derrochando alegría salía de la casa para correr a abrazar a su hermana. — ¡Fiorela, ya estás aquí, me da tanto gusto verte! No había sabido nada de ti hasta la llamada de ayer. No sabes lo preocupada que me tenías. Las hermanas se abrazaron, parecía que por fin encontraban un poco de calma. — ¡Azucena!... Dime, ¿Te encuentras bien?
Los Ferreti habían dispuesto una mesa en la parte delantera del jardín para que las jóvenes hermanas pudieran disfrutar de una deliciosa comida. A azucena ya le habían indicado que el servicio estaría disponible para ellas, y que podían sentirse como en casa. — Ven aquí Fiorela. Mira lo que la honorable familia Ferreti dispuso para nosotras. — Wow... Esta mesa está decorada encantadoramente. Pero que amables han sido, en verdad que no tengo como agradecerles lo buenos que han sido con nosotras. La bella chica apenas terminó de hablar cuando tres mucamas llegaron a poner la mesa. Les sirvieron de un fino vino blanco para que disfrutarán del menú. Un fino corte cocido. termino medio con espárragos salteados a la mantequilla y una salsa de piña les fueron servidos. — Buen provecho Azucena... — Buen provecho Fío... Ahora sí, cuéntame de ese abogado, quiero saberlo todo. ¿Por qué hace todo esto por ti? — Bueno... Cuando llegamos a los Estados Unidos, me encontré con la
Los guardaespaldas que cuidaban de Fiorela no dejaron de estar pendiente de todo su alrededor ni por un solo momento. Ella era muy valiosa para el abogado De Luca. Dónde se les perdiera de vista o ocurriera un ataque y ellos estuvieran desprevenidos. El mafioso Alessandro Ferreti era capaz de asesinarlos. El automóvil de lujo llegó a la clínica de los Ferreti apenas unos minutos después. La jóven bajó del coche y fue directo a la habitación del abogado. Por supuesto que le había dado mucho gusto ver a su hermana y platicar con ella, Pero debía admitir que había extrañado a Adriano aunque solo hubiera salido unas cuantas horas. Apenas la chica entró, el hombre convaleciente se hizo el disimulado, no quería que lo atraparan estando ansioso por su regresó. Adriano no sabía que tan prudente era mostrarle que estaba loco por ella. Aunque por más que trataba de disimular todos se habían dado cuenta menos Fiorela. — ¡Ya estoy de vuelta, tengo que contarte todo lo que pasó en ese ca
Al abogado le dolía demasiado el abdomen pero aún así se levantó. No iba a dejar marchar a la jóven, y ella estaba a punto de salir corriendo. — No, no te atrevas a marcharte de mi lado, si lo haces te vas a llevar contigo mi felicidad, porque eso eres para mí Fiorela. Eres mi felicidad, mi dicha y mi futuro. — Adriano... — Aunque no le podía ver el rostro, Adriano la podía escuchar sollozar. — No pienses cosas sin sentido. Yo realmente te quiero a mi lado, quiero tus besos, tus caricias, tu compañía, que me sonrías cada día al despertar. Si te marchas nada habrá valido la pena, ni siquiera el habernos conocido ese día por casualidad en el aeropuerto. — ¡No debiste levantarte, déjame ayudarte a ir de nuevo a la cama! — Fío, de volteó para ayudarle. — !No pienso moverme hasta que me digas que te quedarás aquí conmigo, dímelo Fiorela, ¿Dime qué quieres quedarte a mi lado? que quieres que sea tu esposo, y tener muchos bebés conmigo. — Yo.... Por supuesto que quiero. Me hac
El abogado se negaba a dar su brazo a torcer. Se haría el difícil un poco, después no quería que lo terminarán dejando por facilote. — Digamos que... Me complace y aviva mi pasión rescatar una damisela en apuros. La respuesta ambigua del hombre dejó un poco confundida a Fiorela. Pero ella decidió seguirle el juego. — Entiendo, te confieso que a mí me vuelven loca los héroes, sobre todo los que son valientes y arriesgan su vida por una mujer en peligro. !Esos, esos son mis favoritos! El entusiasmo de la jovén confundió a Adriano, ¿Es que ella estaba hablando en serio? Esa noche era su Fiorela, ¿Cierto? Su futura esposa no se podía dejar llevar por algo tan superficial y vano. En el transcurso de la tarde la pareja se puso a ver una película que estaba de moda. Pero el abogado no dejaba de mirar a la chica de vez en vez. Solo que ella parecía estar concentrada en la televisión. El abogado no se había dado cuenta de que Fiorela también buscaba algo en su expresión mientras
El mafioso Ferreti había sido testigo de la declaración de su frío primo. Ahora quería teletransportarse a cualquier lugar lejos de ahí. La confesión de amor de Adriano había quedado en el aire, por unos segundos todo quedó en silencio, El abogado en su cama, el primo mafioso de pié cerca, y la bella Fiorela en el sofá sin dejar de mirar al abogado. — Voy a ser muy honesto Fiorela, siento todo esto por ti, no he mentido en nada, pero.. es importante para mí que mi futura esposa tenga buen juicio, ella no debe ser la mujer más inteligente del mundo, pero por lo menos que sea juiciosa y actúe con madurez. El punto es... que si cualquier hombre va a gustarte no me interesa que estés conmigo. A Adriano le dolía decir esas palabras, pero era mejor decirlas ahora y detener lo que se tenga que detener. — Adriano, ¿No te parece que estás siendo muy drástico? A todas las mujeres les gustan los héroes de las novelas románticas. ¿Qué tiene eso de malo? — ¿Y lo preguntas tú mafioso po
La habitación estaba en una atmósfera de pasión y deseo, la sincronización de los dos cuerpos era perfecta. Ellos habían nacido el uno para el otro. Isabella explotó en un delicioso orgasmo que la hizo gritar el nombre del CEO ruso. Ella estaba extasiada, había quedado satisfecha y su deseo calmado. Sergey se corrió en el cálido interior de su mujer, dejó en ella hasta la última gota de su esencia. Era verdad que al final se había dejado llevar por la pasión y había hecho más esfuerzo de lo debido, pero no se arrepentía, la había gozado con cada sentido que tenía. Cuando todo pasó, Isabella pudo ver que había sangre en una de las heridas del ruso, no era demasiada pero esa parte ya estaba bien y no debería de estar sangrando — ¡Por dios Sergey, mirate estas sangrando, sabía que no debíamos hacer el amor, me apresuraré a llamar al doctor! — No es nada grave. No tienes de que preocuparte, además valió la pena, el precio es justo, lo que es más, me parece poco. Isabella se