El trillizo que había dicho que no iba a aceptar fue provocado en su orgullo por su hermano, así que se estaba preparando para subir a la máquina. — Detenme esto Mario, le voy a dar una paliza a Alejandro, y después pensaré que es lo que me voy a comprar con su mesada. El niño subió al aparato y se agarró del pasamanos, Alexandrito estaba ocupado eligiendo una de las canciones con más dificultad. Según su habilidad calculaba que su hermano no le iba a ganar. El CEO ruso observaba a sus hijos a corta distancia, la situación le servía para evaluar el carácter de cada uno. El menor gustaba de los retos, era competitivo y mucho. El mayor sin duda preferís elegir sus batallas para pelear, pero cuando se metían con su orgullo estaba dispuesto a dar una lección. La música dió comienzó, a los niños apenas y se les veían los pies, se movían de un lado a otro, saltaban haciendo de todo para no dejar ir la huella que debían pisar. Parecían ser todos unos expertos. — Alexander, si
El pequeño Aleksey empeoró más las cosas, ahora Alexandro volvía a llorar, Había perdido el reto, su mesada y lo habían llamado gordo. Cuando llegaron a la tienda de lencería Isabella ya iba saliendo con unas bolsas en sus manos, no se las había querido dar a los guardias porque se trataba de su ropa interior. El CEO vió y no le gustó que su mujer cargara las compras. — Isabella, deja que los guardaespaldas lleven las bolsas, no es como que vayan a mirar lo que llevas ahí. — Pidió el hombre, Pero fue más en una órden. — No pesan casi nada, no seas exagerado Sergey. — Más en ese momento la madre vió a uno de sus pequeños con sus grandes ojos azules llorosos. — Un momento, ¿Qué está pasando aquí? Ruso, ¿Qué le pasa a Alexandro? Dime las cosas, ¿Le duele algo? ¿Se golpeó? — Isabella esperaba una respuesta rápida. — ¡Mamá, reté a Alexander en el juego del baile de los videojuegos, habíamos apostado la mesada y... me ganó, yo perdí! buuu... — ¿Qué hicieron que? No lo puedo
El CEO ruso se preocupaba mucho por la salud de sus hijos. Habían sido varios años que no los tuvo a su lado, y era un padre primerizo. Podía ser excelente en su trabajo, incluso extraordinario, pero había cosas de la paternidad en las que todavía le faltaba experiencia. Sobre todo cuando sus pequeños diablillos querían imponerse sobre él. Por insistencia de Aleksey terminaron yendo a la juguetería. El niño quería un nuevo muñeco de acción que estaba de moda. Alexandrito también pidió uno para el, el trillizo apenas lo tuvo en las manos estaba muy emocionado. Caminando hacia la caja el trillizo mayor habló. — Papá, tengo muy buenas notas. Soy un niño obediente, soy el menos travieso de los tres trillizos, ¿Acaso no me piensas comprar un muñeco de acción a mí? — El niño enarcó una ceja mientras se cruzaba de brazos. Parecía que no daría un paso más hasta no escuchar la respuesta de su padre. — Alexander, por supuesto que no tengo ningún problema en comprarte un juguete,
A la mansión Rossi arriba los enamorados esposos Rossi. ellos habían pasado todo el día fuera. Ismael había complacido a su mujer en todo lo que le pidió. El empresario la llevó a una casa museo que estaba a las afueras de la ciudad. Griselda se preguntaba como es que viviendo en esta ciudad no conocía el bello lugar. — Griselda mi amor, ¿Has pensado ya en el nombre para el bebé? Quedaste que elegirías uno y me lo harías saber. ¿Cariño...? La pelirroja embarazada ya se había quedado dormida, había caminado mucho en la plaza comercial, ella estaba cansada y no pudo aguantar a llegar a casa para acostarse. — Hmmm... — Pero que... Ya me dejaste hablando solo, mujercita dormilona. Antes solías hablar hasta por los codos conmigo, solías contarme desde tu más temprana niñez, todo lo que hiciste en la secundaria y preparatoria, pero ahora te duermes en los paseos a mi lado. ¿Debería preocuparme de que te aburras conmigo? Ahhh... de verdad espero que no. El CEO era realmente
Al día siguiente las niñeras se daban prisa para alistar a los trillizos. El uniforme y los zapatos estaban impecables. Solo hacía falta probarlos para que bajarán a desayunar. El chef Romen les tenía preparado un rico desayuno. La mesa ya se estaba sirviendo cuando vieron bajar al CEO vestido de traje y con portafolio en mano. — Buenos días señor, ¿Va a desayunar con sus hijos? — Si. Pero primero sirvanme un café bien cargado. Necesito despertar, creo que a mí también me están dando los síntomas del embarazo que tiene mi mujer. — Pensó en voz alta el hombre. Pronto se vió correr a los niños que bajaban las escaleras para sentarse al comedor. — Buenos días papá, ¿Te caíste de la cama? Es muy temprano todavía, deberías volver a dormir un poco. — El pequeño Aleksey sugería a su padre regresar a la cama. — Tengo trabajo temprano hoy en la compañía, no puedo quedarme en cama Aleksey. Soy un CEO responsable. — No son ni las ocho de la mañana y papá ya está vestido de traje
La gruesa e imponente voz del hombre ruso erizó la piel de varios padres de familia que estaban cerca de la escena en ese momento.. El señor Ontiveros puso ver que el entrajado ruso que tenía frente a él, realmente era aterrador, pero su arrogancia no le iba a permitir retroceder. — ¿Quién eres tú para decirme que hacer? ¡No he dicho más que la verdad, estos trillizos no tienen padre, lo que los hace unos bastardos a los que siempre les seguirá ese estigma! ¡Si quieren culpar a alguien culpen a la mala cabeza de la madre por haber traído al mundo hijos fuera del matrimonio! El CEO Ontiveros rió con burla. Había humillado a los niños y había puesto por los suelos la reputación de Isabella. Sergey echó un vistazo a sus hijos, sus grandes ojos azules reflejaban tristeza, Alexandrito tenía la naricita roja, ya estaba comenzando a llorar por las crueles palabras que ese hombre había dicho de ellos y de su adorada madre. — ¡Mamá es buena, ella...es muy linda, y no somos unos
La vocecita del pequeño Alexandro, fué lo que saco del trance al CEO ruso, su furia era tanta que estaba por matar a ese bastardo. — Papá, ya suelta a ese señor. Ya le enseñaste una lección, si lo matas mamá se va a molestar, recuerda que está embarazada y no debemos darle disgustos. A Sergey se le vino a la cabeza la imagen de su mujer, por un momento imaginó sus hermosos ojos azul violeta enfadados con él por asesinar a un hombre y se detuvo de inmediato. — Llamen a la ambulancia, este tipo va a necesitar ayuda. Y que les quede claro a todos que a cualquiera que ofenda a mis hijos o a mi mujer, le va a suceder lo mismo. El CEO se pasó la mano con los nudillos sangrando por el cabello y pidió su saco y su reloj para ponérselos de nuevo. — ¡Papá, nos defendiste, nadie se va a atrever a molestarnos de nuevo! — Mientras yo viva voy a protegerlos siempre a ti y a tus hermanos Alexandro. Ahora vamos a su salón, no deben llegar tarde. No se hicieron esperar los susurros
Sergey había ordenado a su asistente ponerse en marcha con lo del tipo ese que lo había hecho enfadar. No respondió a su pregunta por qué todavía no sabía cómo se lo tomaría su mujer. El CEO en verdad no quería preocuparla, sobre todo por el embarazo. (...) Los pasos de unos zapatos de cuero se escuchaban por los pasillos de un exclusivo hospital. El CEO Rossi, caminaba con toda su imponencia vestido en un traje gris oscuro, guantes negros y una gabardina larga de color negra. Su elegancia llamaba irremediablemente la atención del personal médico y algunos familiares del pacientes que habían acudido a ver a algún médico. — ¿La has mantenido vigilada, Franco? — Ismael preguntaba a su mano derecha. Habían llegado al mismo tiempo al lugar. — Por supuesto, tal y como lo pediste. Ha sido un problema para el personal de enfermeros, les quiere decir algo pero no se le alcanza a entender y los agrede. Ellos incluso la tuvieron que atar a la camilla. El CEO solo levantó un poco las