Alexandro pierde su mesada.

El trillizo que había dicho que no iba a aceptar fue provocado en su orgullo por su hermano, así que se estaba preparando para subir a la máquina.

— Detenme esto Mario, le voy a dar una paliza a Alejandro, y después pensaré que es lo que me voy a comprar con su mesada.

El niño subió al aparato y se agarró del pasamanos, Alexandrito estaba ocupado eligiendo una de las canciones con más dificultad. Según su habilidad calculaba que su hermano no le iba a ganar.

El CEO ruso observaba a sus hijos a corta distancia, la situación le servía para evaluar el carácter de cada uno. El menor gustaba de los retos, era competitivo y mucho. El mayor sin duda preferís elegir sus batallas para pelear, pero cuando se metían con su orgullo estaba dispuesto a dar una lección.

La música dió comienzó, a los niños apenas y se les veían los pies, se movían de un lado a otro, saltaban haciendo de todo para no dejar ir la huella que debían pisar. Parecían ser todos unos expertos.

— Alexander, si
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