Juegos peligrosos

Alexander

Nunca antes había conocido a alguien tan obstinada, tan irreverente y tan absolutamente incapaz de seguir instrucciones como Luna Martínez.

Desde el momento en que puso un pie en mi casa, supe que sería un problema. Uno grande.

Y no me equivoqué.

Cada día, cada maldito día, encontraba una manera de desafiarme. De empujar los límites que establecí con tanta precisión para la educación de Mía.

Le permitía correr cuando debía caminar. Le dejaba ensuciarse cuando debía permanecer impecable. Le enseñaba a reír fuerte cuando la disciplina requería silencio.

Era una molestia.

Pero más molesto aún era

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