Mujer coqueta.

           Narrador Omnisciente.

Desde entonces la vida de la pequeña Alaia no fue normal, como la de cualquier chica, sino que debió estudiar encerrada en casa, con maestros privados que se encargaron de su educación y de hacer de ella una buena diseñadora gráfica.

Aunque como todo niño le pareció subyugador, no poder disfrutar de la libertad como cualquier cachorra de su manada, no se rebeló contra su padre, que le propuso que saldría siempre y cuando fuera con ellos, y aunque era sofocante, fue bastante comprensiva al entender que era necesario para su protección hasta que pudiera defenderse y que el rey demonio comprendiera que ella tenía derecho a elegir y no que él lo hiciera en su lugar.

Como una chica obediente no hacía nada fuera de lugar y siempre dejó que su familia la protegiera, de ese demonio que, a pesar de ser su pareja destinada, ella pensaba en él cómo alguien terrorífico que le causaba miedo de solo nombrarlo, conociéndolo entre ellos como Daren el rey demonio.

                                   Veinte años después:

Era jueves, mediado de semana, y Alaia estaba elaborando un proyecto demasiado importante para la empresa que trabaja vía internet de manera virtual, eran muy exigente y cada vez que presentaba un proyecto debía tener tres opciones; puesto que su jefe, tenía el mal gusto de enviar un informe aclarando:  que no es de primeras opciones y que espera más de ella. Y aunque ansiaba saber, al menos, como es él, por el hecho que nunca ha podido verle el rostro.

Debido a que su jefe es un hombre que desconoce, ya que no había ninguna foto de él en la web o redes sociales, por el hecho de que en todas las informaciones o noticias sobre él se decía que no le gustaba ser fotografiado, manteniéndose todo el tiempo oculto.

Sin dejar de pensar en su jefe, seguía concentrada en que ese logotipo debía de salir perfecto, hasta que su concentración fue interrumpida por su madre que abrió ligeramente la puerta de su estudio.

—Buenos días, princesa de mamá—expresó su madre, mimando cómo acostumbra y ella sonrió.

—Buenos días para ti, mamita linda, pero deja de hablarme de esa manera que no soy una nena. — Emma se echó a reír.

—Y no eres tú esa que siempre dice que le gusta fastidiarme, pues deja que tu madre también te moleste un poco—,  Alaia rió a medida que negaba con la cabeza para los lados.

—Esto…, — Alaia se señaló a ambas, — es como una manera de vengarte—. Emma asintió y ella juntó las manos como si rogara diciendo al mismo tiempo— ten una venganza privada, trata de no hacerme sentir avergonzada en público—, ambas terminaron riendo a carcajadas y su madre rompió la distancia, para brindarle mimos a su hija que ante sus ojos no es una mujer, sino una niña, sin importar su edad o cuánto haya crecido.

Pasaba la mano por su cabeza cuando le propuso: —Alaia es momento de que sueltes esa portátil y vengas a la clínica conmigo, sabes que tu tía está de vacaciones.

— Entiendo, pero aún tengo trabajo qué debo hacer—, Alaia señaló la pantalla para que Emma pudiera mirar.

—Ya veo que tienes dos propuestas, hija, mientras, te muestres dócil siempre te harán trabajar varias veces, con que muestres eso es suficiente, eres la mejor en lo que haces y ese jefe debería valorar tu trabajo.

—Sé que no tengo la necesidad, pero esta ha sido la manera de pasar este encierro sin terminar enloquecida.

—Amor—, su madre la agarró del mentón, — ya puedes salir, nadie te lo impide, eres una mujer, por eso te animó a que me acompañes, aunque sea a la clínica.

—Pero no he dejado de salir así sea contigo, con mi papá o con mis hermanos. Además, sabes que no me gusta el espacio de la clínica; en realidad siempre que te acompaño lo hago para complacerte —, Emma asintió comprensiva entendiendo que para Alaia se ha convertido en algo muy normal estar encerrada en casa o no salir más allá de la manada sola, puesto que Alaia sale a pasear por la manada, pero fuera de ella ni se atreve.

Minutos después de que su madre le habló y habló, logrando convencerla, bajó al salón donde estaba su padre tomándose una taza de café y corrió a darle un beso en la mejilla.

—Mi cachorra, te ves tan hermosa como siempre— la eligió Dimitri como padre orgulloso.

—Mmm…., — hizo un sonido de incredulidad, provocando que Dimitri riera, dejando la taza en la mesa a su lateral. —Tus labios tienen miel, debo mirarme a un espejo para comprobar la veracidad de las palabras de mi padre.

—¿Dices que soy un embustero?, lo esperé de todos menos de mi hermoso tesoro—, él fingió estar ofendido.

—No, papá, nunca diría algo tan feo de mi padre, pero es que para ti siempre estoy guapa, así me vea horrenda y tus labios llenos de miel me hacen creer que es cierto.

—¡Uy!, tú te quejas por qué siempre te alaba, y a mí, ni eso; ya ni recuerdo el día en que tu padre me elogió—, habló Emma con dramatismo excesivo, en el momento que había llegado hasta ellos, lista para salir.

—Hay mamá, te gusta molestar a mi padre por qué no para de decirte lo bonita que eres, ah que ya debe haberlo expresado.  Aunque sea diez veces— Alaia miro el reloj de pulsera, – y no son ni las 8 am. — Emma y Dimitri rieron, puesto que era cierto él no dejaba de hacerle saber a su reina cuanto la ama o de lo bella que es para él.

Emma le dio un suave beso a su esposo y se fue rumbo a la cocina, entonces Alaia recordando que se había propuesto molestar a su mamá, le guiñó un ojo a su padre y miró hacia el pasillo que da a la cocina. 

  

—Padre, ¿por qué aún permites que mi madre siga eliminando las pulgas de los perros? — Fingió recriminar  Alaia a su padre, mientras zapateaba como parte de su perfecta actuación, y aunque bromea, en parte, no quería acompañar a su madre a la clínica veterinaria que en la cual su madre es socia y doctora junto a su mejor amiga, pues al igual que a su padre no le agradan los animales, aunque su madre siempre ha tratado que le gusten.  Dimitri levantó los hombros y alzó las cejas, cómo quién dice:

"Ni yo tengo idea"

—Señorita deja de buscar apoyo, que no tendrá, su padre sabe que por más dinero que él tenga y por más millonario que sea, yo no dejaré de hacer lo que me gusta y eso es salvar a los animales— le explicó su madre tirando de su brazo—, vamos.  Y antes de salir de casa Alaia le guiñó un ojo a su padre.

—Mamá, pero eso es lo que te gusta, no lo que a mí me gusta, — refunfuñó Alaia a medida que arrugaba el rostro mostrando desagrado, pero de todos modos fue arrastrada por su madre hacia el auto.

—Deja de hacerme rabieta que sé que es parte de tu pésima actuación, de tu padre y tú no se sabe cuál es peor, saliste tan pícara como él.

— Me portaré bien, pero sin que me obligues a hacer el trabajo de la tía Lucía— propuso haciendo unos hermosos pucheros que la hacían ver más infantil.

—Mi princesa, pero, de verdad que es mi mayor deseo verte cuidando de los animalitos, justo como yo. Cuando supe que tendría a una nena, imaginé que cuando fuera una adulta trabajaría a mi lado y no sé en qué momento vendrá tu pareja a reclamarte, o bueno uno de ellos así que debo aprovecharte ahora— expuso Emma agarrando el cachete de su pelirroja, que por momento se torna rebelde y hasta infantil, pero ella claro sabe que es muy madura, para ser criada bajo tanta protección como lo fue.

—Espero a que sea el ángel que venga por mí, por qué si es el demonio, júralo mamá que lo voy a rechazar, pues por su culpa debí de encerrarme en casa, pero se acabó— respondió segura.

Luego de dos horas de camino estacionaron en el parqueo de la clínica. Alaia salió del coche tan disparada como una bala, tomando solamente su bolsa de mano y dejando su móvil en la otra más grande.

—Alaia…, Alaia, cachorra intranquila, sé que me escuchas bien claro— llamó su madre y ya ella iba un poco retirada, — ¿hacia dónde vas?, No creas que te librarás de ayudarme—, pero Emma luego cayó en cuenta que Alaia al fin estaba saliendo sin pedir ser acompañarla y sonrió alegre.

—Madre no seas tan intensa, apenas voy a la cafetería de la cuadra y regresaré bastante rápido—, le contestó con tono bajo, bien su madre igual la podía escuchar.

—Te espero, puedes tomarte tu tiempo— le respondió mirando a su conductor, uno de los guerreros más confiables que su esposo había puesto para cuidarla, y el hombre sonreía de igual modo.

—Si le parece bien puedo seguirla a una distancia prudente, así la cuido— le propuso a Emma considerándola preocupada.

—No, déjala, ya es adulta, y sabe defenderse, esto hace tiempo que lo esperábamos y al fin ya lo hace, a veces me siento culpable de que ella le guste más el encierro, pero es que sentíamos temor, ya ahora es distinto; Alaia  puede elegir a quien querer o lo que quiere hacer, — ella hablaba con el lobo que más que su guardia es su amigo.

—Sí, tienen razón, mi luna y es que ese rey demonio es perverso según he escuchado y no se sabe cuáles sean sus planes, también cabe considerar que la princesa lleva una marca que aún se desconoce su propósito, pero él considera que ella es pareja de ese ángel, así que no sabemos si en todos estos años lejos haya empezado a convertir ese amor que sentía por Alaia en odio y lo que quiera es venganza o lastimarla al pensar que no lo va a elegir. — Emma pidió internamente que ese no sea el propósito de Zain por qué no dará un paso atrás a la guerra si el rey demonio decide lastimar a su hija.

Parada en la acera esperando que el semáforo cambiara, estaba Alaia  mientras era observada y ni siquiera tenía idea.

Una hermosa sonrisa se dibujó en sus labios, ya que un hombre que iba en un coche le voseo. “Hermosa, pareces un angelito” no es el primer elogio que recibe, puesto que cuando solía salir con sus hermanos; igual escuchaba piropos como ese, pero estando sola es mucho más gratificante y lo puede disfrutar abiertamente.

Estando dentro de su camioneta de cristales tintados de negro, Zain apretó los puños con fuerza, odiaba que cualquier macho así sea humano elogiara a su hembra, pero más le fastidió el hecho de verla sonreírle.

—Es tan coqueta, que me enferma— espetó sin limitarse a qué su chófer lo escuchase, pues es su empleado más fiel y está acostumbrado a escucharlo, refunfuñar cada vez que observa a la loba, ser gentil con alguien.

—Señor mire, ella anda sola— le comunicó con asombro su empleado y Zain arrugó el entrecejo antes de soltarse en carcajadas.

— Han soltado a la palomita, qué patéticos son estos lobos— añadió burlón.

Cuando el semáforo cambió, Alaia aprovechó para pasar la calle y mientras lo hacía la brisa ondeó el pelo de color rojo ondulado y bastante largo junto a su vestido blanco de falda holgada y de tachones que le llegaba tres dedos por encima de las rodillas, dándole un toque único que muchos quedaron admirados con la pelirroja.

Zain mordiendo su dedo índice se controlaba para no aprovechar que ahora estaba sola y llevársela junto él al Inframundo dónde ella pertenece, por qué es la reina de ese lugar, aunque muchos digan lo contrario.

—Mi señor, ¿la sigo? — le preguntó el demonio que es su conductor.

—¿Que esperas?, eres algo torpe Asdrúbal— le amonestó y Asdrúbal se mostró avergonzado de no haber servido bien a su líder, por lo que arrancó el coche, aun viendo que ya el semáforo había pasado a estar nuevamente rojo.

Zain la vio nuevamente coquetear con un mesero y arqueo una ceja, bajando esta vez un poco el cristal.

— Pronto me tendrás que dar cuenta Alaia— manifestó con intención de decirle y ella lo escuchó perfectamente; sintiéndose extraña, puesto que cuando salía al reino humano mantenía sus sentidos minimizados para no escuchar tantos ruidos, pero esta vez había escuchado esa voz que le erizó la piel de la nuca y dedujo que de seguro eran sus nervios porque sabe que anda sola y nunca había sacado valor como hoy para hacerlo.

Luego de haber mirado a todas partes chasqueo la lengua — deben ser ideas mías—, y le restó importancia yendo de regreso a la clínica de su madre.

—Eres la mejor, — le agradeció Pamela a Alaia cuando ella dejó sobre el recibidor un café expresso americano.

 Como todos estaba pasmada con eso de que ya Alaia  andaba por las calles sola, pero como Emma lo ordenó no hizo ninguna pregunta y la trató como siempre; con normalidad.

—Lo sé, pero gracias por no dejarme olvidarlo — respondió muy altanera, provocando que la recepcionista, llamada Pamela y muy buena amiga de su madre, no parará de reír.

— Eres muy presumida ¿Sabías? — Pamela entrecerró los ojos.

—No, eso sí que ni idea tenía, pero hablando en serio, — Alaia intentó acercarse a ella para secretearle algo, pero se detuvo cuando sintió muy cerca a su madre.

—Alaia, no te he traído para que estés de turista, quiero que me ayudes— le exigió Emma con tono autoritario.

—Ves, justo eso te quería decir, — Alaia señaló a su madre, — ayúdame por favor, hoy debo estar a tu lado—, le habló Alaia  a Pamela juntando ambas manos y guiñándole un ojo.

—Tendrás que traerme el café durante tres meses, sin olvidar las donas o las croquetas— propuso y Alaia asintió frenética, mientras Emma que escuchaba todo moría por reír, siempre era lo mismo, su cachorra buscaba quedarse en cualquier lado de la clínica para no acompañarla dentro del consultorio a revisar a cualquier animalito.

—Justo como su padre, ¡Lobos! — expresó Emma negando con la cabeza.

—Pamela te descontaré el día por qué supongo que sí necesitas a Alaia aquí es por qué no harás tu trabajo, sino que en tu lugar lo hará ella—, sentenció Emma antes de girarse para volver dentro de su consultorio.

—Ves lo que causas Alaia— le recriminó Pamela, sintiendo injusto pagar por los caprichos de Alaia y aunque siempre salía perdiendo, no podía negarse a una petición de esa cachorra que vio crecer y a la que quiere muchísimo.

—Sabes que mi madre no es capaz, solo lo dice para intimidar, tú confía en mí—, la calmó astutamente, ya que tiene el don del convencimiento.

—Bueno, siendo de ese modo voy a creer en ti —le respondió la recepcionista sonriendo complacida.

—Ahora que pareces estar más calmada y que yo debo traer café por 3 meses, ¿me podrías prestar tu teléfono móvil?, estoy segura de que mi mamá tiene mi cartera en su consultorio y si entro estaré en la boca del lobo. —Pamela negó sin dejar de reír, puesto que como siempre Alaia se sale con la suya.

—Contigo lo único que tengo es pérdida, Alaia, la verdad que sí, además deja de usar esos dichos como boca del lobo y cosa referente a lobos, se escucha raro precisamente de una loba— manifestó Pamela pasándole su teléfono celular.

—Soy una loba moderna— sonrió y le agradeció lanzándole un beso en el aire, mientras que Pamela fingió agarrar dicho beso y pisotearlo.

—No quiero nada que venga de ti, todo lo que me das siempre tiene un precio y bastante alto para mí, Alaia niña aprovechada—, por más que Pamela quería fingir mostrarse molesta para darle sentido a sus reclamos, no dejaba de sonreír con labios apretados.

Alaia le guiñó un ojo y chasqueó la lengua, —igual me amas—aseguró con voz coqueta.

Luego se alejó de ella buscando privacidad para llamar a sus amigas y acordar la salida que tenían para esta noche. Acordaron que irían al club de su padre, dejando a sus mejores amigas, las cuales también son sus familiares, pasmada cuando le dijo que irían sin ser acompañadas por sus hermanos o por Dimitri.

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