Para cuando llegó el sol ya había roto en el horizonte y comenzaba a elevarse. Condujo toda la madrugada, apurado por llegar. La encontró dormida en la sala; se dormía en cualquier lugar. Se veía tan tranquila y pacifica; estaba bien y largó un soplido de satisfacción. Sus pies se movieron solos hasta que lo dejaron parado a su lado, se hincó para verle el rostro de cerca y sus manos también actuaron solas, quitándole unos mechones de cabello del rostro. Era suave, su cabello.Sintió la delicadeza de esos dedos y abrió apenas los ojos y entre sueños le dio una sonrisa placentera para volver a dormirse. De nuevo su calidez lo invadió y sintió calor. Que sorprendente era esa muchacha, su gravedad lo atraía lo suficiente para hacerlo salir de una fiesta y conducir por horas solo para asegurarse de que estuviese bien.Fue indulgente con esa sensación por un rato, dejándose llenar de pies a cabeza. Lo estaba sacando de todos sus ejes bien establecidos y enganchados que funcionaban como un
Esos meses, después de la boda, pasaron sin más. Todo volvió a su rutina normal. Adele ya estaba esperando el comienzo del nuevo semestre para retomar sus estudios; Robert estaba de maravilla y Gregory se seguía debatiendo entre lo que le hacía sentir y su negación a aceptarlo.Y durante ese tiempo de paz no hubo más mujeres, ni salidas nocturnas; causalmente para Adele también habían terminado las reuniones con amigos. Los momentos que pasaban juntos habían crecido, ahora Gregory se hacía un hueco en las tardes también para disfrutarlo con ellos. Robert estaba más contento que nunca con tanta compañía.El verano se sentía cada vez más cerca y por primera vez en muchos años, Robert hizo que dejaran la piscina lista para usar. Con Adele en la casa, al menos alguien podría disfrutarla. Y cuando los primeros calores empezaron a sentirse, ella la utilizó. Esa noche en particular, la brisa cálida corría entre los árboles y ella tenía la ventana de su habitación abierta. Era tarde ya, pero
Sus soluciones siempre eran las mismas: huir, escaparse y dejar de sentir. Esa noche, saldría de nuevo, no resistiría quedándose solo con ella.- ¿Te vas? - Le preguntó Adele- Si, si necesitas algo llámame -Otra vez, otra mujer.Gregory subió a su coche y se fue. Pasó por la mujer de esa noche a su departamento; la rutina era la misma: cena y luego hotel. Nunca iba a sus casas y ya no volvería a repetir el mismo error de llevarlas a la suya. Pero estaba molesto, intranquilo. La dama en cuestión, hermosa y atenta, intentaba robarle miradas, acercarse, tocarlo durante la cena; pero su mente y su corazón no podían enfocarse.Sola de nuevo, Adele se dio un chapuzón en la piscina, cenó ligero y se fue a la cama. Pero el sueño no la alcanzaba, la angustia sí. Angustia mezclada con impotencia, con desazón: celos. Se iba a pasar la vida llorando mientras viviese con él en esa casa. Ya había pasado la barrera de las emociones vanas y estaba experimentando la pérdida de algo que nunca había t
Un sonido escapó de los labios de Gregory sacando a Adele de su trance. Abrió grande los ojos ¿Qué había hecho? Se puso nerviosa, sus mejillas se tornaron rojas y quiso librarse de su abrazo. Pero Gregory la aprisionó más.- Lo siento - Le dijo avergonzada, no sabiendo donde esconder el rostro.- Yo no… -Esa respuesta la sorprendió. La cara y sus ojos parecían estar detrás de un cristal empañado, viéndola, así en sus brazos; así toda avergonzada y dulce; con la mirada enloquecida. Adele se había dejado llevar invadida por su calor, por esas manos que la trataban con ternura y ahora, con el cuerpo pegado al suyo parecía que podía derretirse.Gregory tenía la cabeza desarmada, el corazón a punto de explotarle y las manos que le quemaban porque la estaba tocando. Se iba a dejar arrastrar.Bajó su boca, esta vez, y volvió a sentir esos labios suaves, aterciopelados. Adele se hizo de gelatina. Sus manos viajaron hasta rodearle el cuello y los pies se apuraron para ponerse a su altura. Si
Se acomodó entre sus piernas desnudas, tocándole la piel, fascinado por la suavidad. La yema de sus dedos le recorrían esa extensión que comenzaba y terminaba en la mariposa y podía sentir como el cuerpo se le prendía fuego. Su mirada era osada, atrevida, le brillaban los ojos, se mordía apenas la boca, respiraba con dificultad. No podía creer que toda esa mujer hermosa y llena de vida quisiera estar con él, entre sus brazos. Esa boca le estaba pidiendo que la besara, pero él quería tanteársela. Se la recorrió con un dedo y descubrió que era tan suave y delicada como la piel de sus piernas.Adele no pestañaba, lo miraba fijo a los ojos. Dio un paso hacia adelante y la sintió, sintió ese calor húmedo que lo esperaba. ¡Dios! Tuvo una descarga de algo por el cuerpo porque pudo sentir un leve, imperceptible temblor en su espalda. Y ella gimió bajito, con la boca casi cerrada, cuando lo apreció también. Quería tenerla de inmediato, se estaba refrenando porque sabía que una vez que lo hicie
Sus movimientos, su ritmo, eran medidos, lentos. Disfrutaba cada segundo con deleite, construyendo de a poco un calor abrazador. Su mano se cerraba con más fuerza sobre las muñecas de Adele cada vez que ella intentaba igualarle el ritmo, era inquieta, buscaba más contacto con las caderas. La veía desde arriba, como su cuerpo se ondulaba y lo recibía con entusiasmo. Y esa cara que gesticulaba cada pequeña sensación, con los labios entre los dientes y el pecho agitado.Lo miraba directo a los ojos, entregándole sonidos leves y dulces. Tuvo que cerrar los suyos un par de veces para restringir todas esas sensaciones que lo arrastraban sin control. Adele nunca había tenido una experiencia como esta, él la dominaba y a ella le encantaba; le gustaba ese pequeño dolor en sus muñecas; como él respiraba por la boca tratando de frenarse, la mirada pérdida que tenía. Instintivamente supo que era ella misma quien le causaba todo eso, no era solo el contacto físico y el deseo; ahí había algo más.E
Gregory la veía dormir a su lado y no lograba salir de su asombro. No se parecía en nada a la mujer de hacía unos momentos, la llena de erotismo. Así, dormida, eran tan dulce. Y por primera vez en mucho tiempo su cielo se había despejado. La abrazó más fuerte, no fuese cosa que solo se tratase de un sueño y ella se esfumara; pero Adele se estiró al sentirlo y se acomodó un poco más. No era un sueño.¿Qué iba a hacer ahora? Porque por mucho que luchaba y se reprimía, ya no podría dejarla. Ni siquiera lo sedujo, ni siquiera se le ofreció o le había demostrado más que unas sonrisas cálidas. Así, como era ella, solo así lo hizo caer. A lo mejor eso era lo que su corazón tanto necesitaba: volver a sentirse vivo.Por su mente pasaron cientos de escenarios mientras la observaba y en todos Adele permanecía a su lado, en todos ella lo acompañaba; pero ¿sería lo mismo para ella? ¿Sentiría lo que él sentía? La duda lo asaltó. ¿Qué tal si no tuviese la misma intensidad en sus sent
¿Cómo empieza uno a querer? ¿Cuando? ¿Con la primera mirada, la primera sonrisa, el primer beso? ¿O es la suma de todo eso? Adele lo miraba mientras estaba sentado en el escritorio, pero no podía precisarlo, solo sentirlo. Que rápido había cambiado su vida y que extraño era. Ese hombre que estaba ahí, escribiendo y leyendo, se había trasformado en solo algunas horas en todo su mundo.Para Gregory las cosas tenían otro sabor; la percibía de reojo y seguía sin creerlo. La piel de la nuca se le erizaba cuando reparaba en su vestido de verano y el corazón se le agrandaba cuando interceptaba sus ojos con los suyos. ¿Cuánto tiempo había permanecido escondido en las sombras? No lo recordaba, para él era un nuevo punto de partida y todo lo anterior había desaparecido. Ella se lo borró.El teléfono de Adele comenzó a recibir un mensaje y otro y otro, la insistencia era cansadora. Pero ella solo lo miraba y lo apartaba; hasta que se cansó del ruido y lo silenció. Gregory frunció un poco el ceño