Eres la única que quiero

Sus soluciones siempre eran las mismas: huir, escaparse y dejar de sentir. Esa noche, saldría de nuevo, no resistiría quedándose solo con ella.

- ¿Te vas? - Le preguntó Adele

- Si, si necesitas algo llámame -

Otra vez, otra mujer.

Gregory subió a su coche y se fue. Pasó por la mujer de esa noche a su departamento; la rutina era la misma: cena y luego hotel. Nunca iba a sus casas y ya no volvería a repetir el mismo error de llevarlas a la suya. Pero estaba molesto, intranquilo. La dama en cuestión, hermosa y atenta, intentaba robarle miradas, acercarse, tocarlo durante la cena; pero su mente y su corazón no podían enfocarse.

Sola de nuevo, Adele se dio un chapuzón en la piscina, cenó ligero y se fue a la cama. Pero el sueño no la alcanzaba, la angustia sí. Angustia mezclada con impotencia, con desazón: celos. Se iba a pasar la vida llorando mientras viviese con él en esa casa. Ya había pasado la barrera de las emociones vanas y estaba experimentando la pérdida de algo que nunca había t
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