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Supongo que somos como el agua y una llama

Para cuando llegó el sol ya había roto en el horizonte y comenzaba a elevarse. Condujo toda la madrugada, apurado por llegar. La encontró dormida en la sala; se dormía en cualquier lugar. Se veía tan tranquila y pacifica; estaba bien y largó un soplido de satisfacción. Sus pies se movieron solos hasta que lo dejaron parado a su lado, se hincó para verle el rostro de cerca y sus manos también actuaron solas, quitándole unos mechones de cabello del rostro. Era suave, su cabello.

Sintió la delicadeza de esos dedos y abrió apenas los ojos y entre sueños le dio una sonrisa placentera para volver a dormirse. De nuevo su calidez lo invadió y sintió calor. Que sorprendente era esa muchacha, su gravedad lo atraía lo suficiente para hacerlo salir de una fiesta y conducir por horas solo para asegurarse de que estuviese bien.

Fue indulgente con esa sensación por un rato, dejándose llenar de pies a cabeza. Lo estaba sacando de todos sus ejes bien establecidos y enganchados que funcionaban como un
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