Francis quería llevarla de regreso, a su casa, bajo su cuidado; nadie mejor que él podía protegerla de Lucas. Pero no podía obligarla u ordenarle nada, tenía que ser su decisión. - Dime, hija… ¿Qué quieres hacer? ¿Volverás conmigo? - Adele dudó, no quería dejar a Robert… a Gregory. Y a la vez, extrañaba a Lele y la compañía de Francis. Volver significaría regresar a la boca del lobo, Lucas la tendría cerca y eso generaría más conflictos para todos. Aunque la distancia no haya funcionado, ella había aprendido a apreciar su independencia. - Quiero quedarme, padrino - Le respondió bajito, con un poco de vergüenza. Francis suspiró, sospechaba que eso era lo que iba a decirle. - ¿Estás segura? - - ¡Pero por supuesto! - Exclamó Robert irrumpiendo en la cocina. - Robert… - - No, no puedes decirme nada. Quiero que esta niña siga cuidándome… No me mires así, ya te llegará tu turno - - No quiero traerle más problemas - Le dijo Adele. - ¡Tonterías! Esta es tu casa, aquí eres p
Y un día, de repente, la morocha no apareció más. Ya no pasaba por Gregory, ni venía a la casa. Pero quien si comenzó a presentarse, y bastante seguido, era Hugo; Adele ya no tenía que mantener el secreto ni necesitaba esconderse y por fin podía volver a ver a sus amigos. Recobró algo de sus cosas y también la tranquilidad. - Déjame presentártelo, Adele ¿qué te cuesta? Es guapo, está en tercero y es soltero. Me aseguré de averiguarlo - - No, Hugo ¿para qué? - - Para que no te pases el tiempo aquí encerrada con estos dos abuelos. Salgamos y lo conoces, es amigo de una amiga - - Gregory no es un abuelo - - No, pero se comporta como uno - - Trabaja mucho, eso es todo - - Bueno, pero no estamos hablando de él, sino del amigo de mi amiga - - ¿Tiene nombre por lo menos? - - Eric… Vamos, querida, solo una vez. Harán una fiesta, van a ir todos. Me estuvieron preguntando por ti… - Hugo quería sacarla, como lo hacía siempre que ella se metía en su ostra. No entendía como alguien joven
Los días siguientes fueron muy incomodos para ambos; apenas se podían mirar a la cara. Gregory ya no bajaba por las mañanas temprano y se escondía toda la noche trabajando. La primer noche Adele no le llevó el café, la segunda tampoco y la tercera, menos. A Robert le fascinaba verlos esquivarse. Si conocía bien a su hijo, se estaba muriendo de vergüenza.- Es tu culpa por traer una mujer -- No me lo recuerdes, papá -- Es raro en ti ¿por qué lo hiciste? -- No lo sé… -Pero la cuarta noche, cuando la vio vestida para salir, esperando sentada junto al recibidor a que pasaran por ella, Gregory por fin entendió porque había hecho aquello. Tenía el cabello arreglado, la boca pintada, la falda corta y los zapatos altos; la postura delicada y relajada, no parecía de su edad. La espiaba callado detrás de la escalera.- ¿Vienen tus amigos por ti? - Le preguntó Robert.- Si, Hugo -- ¡Ah! Bien, bien… No regreses tarde ¿eh? Estas muy bonita, Adele -- Gracias, Robert -La vio subirse al auto d
La boda de Lucas y Sara llegó, pero trajo una nueva situación para Adele: Sara no la quería presente. La discusión involucró a todos: Francis, Norma, Lucas y los padres de Sara, que estaban al tanto de todo. Para Francis era peor que una ofensa y no quiso que nadie se lo dijese, él mismo iba a llamarla.Adele escuchaba en silencio todas las excusas y explicaciones que le daba su padrino, desesperado por hacerle ver que la decisión no era suya y que no estaba de acuerdo.- Pero es mejor así, padrino -- No, Adele, está mal. Eres parte de esta familia -- No te preocupes, de todas maneras, me hubiese sentido mal estando allí -De a poco la estaban apartando y, de alguna forma, ella lo estaba esperando. Eventualmente, dejaría de pertenecer, nunca lo había hecho.- ¿Cómo que no irás? - Preguntó Robert.- No, Sara no me quiere allí y no la culpo. De igual forma, me estaba poniendo nerviosa pensar en que debería ir -- Pero, ahora es una boda, no puedes solo dejar de estar con tu familia po
Para cuando llegó el sol ya había roto en el horizonte y comenzaba a elevarse. Condujo toda la madrugada, apurado por llegar. La encontró dormida en la sala; se dormía en cualquier lugar. Se veía tan tranquila y pacifica; estaba bien y largó un soplido de satisfacción. Sus pies se movieron solos hasta que lo dejaron parado a su lado, se hincó para verle el rostro de cerca y sus manos también actuaron solas, quitándole unos mechones de cabello del rostro. Era suave, su cabello.Sintió la delicadeza de esos dedos y abrió apenas los ojos y entre sueños le dio una sonrisa placentera para volver a dormirse. De nuevo su calidez lo invadió y sintió calor. Que sorprendente era esa muchacha, su gravedad lo atraía lo suficiente para hacerlo salir de una fiesta y conducir por horas solo para asegurarse de que estuviese bien.Fue indulgente con esa sensación por un rato, dejándose llenar de pies a cabeza. Lo estaba sacando de todos sus ejes bien establecidos y enganchados que funcionaban como un
Esos meses, después de la boda, pasaron sin más. Todo volvió a su rutina normal. Adele ya estaba esperando el comienzo del nuevo semestre para retomar sus estudios; Robert estaba de maravilla y Gregory se seguía debatiendo entre lo que le hacía sentir y su negación a aceptarlo.Y durante ese tiempo de paz no hubo más mujeres, ni salidas nocturnas; causalmente para Adele también habían terminado las reuniones con amigos. Los momentos que pasaban juntos habían crecido, ahora Gregory se hacía un hueco en las tardes también para disfrutarlo con ellos. Robert estaba más contento que nunca con tanta compañía.El verano se sentía cada vez más cerca y por primera vez en muchos años, Robert hizo que dejaran la piscina lista para usar. Con Adele en la casa, al menos alguien podría disfrutarla. Y cuando los primeros calores empezaron a sentirse, ella la utilizó. Esa noche en particular, la brisa cálida corría entre los árboles y ella tenía la ventana de su habitación abierta. Era tarde ya, pero
Sus soluciones siempre eran las mismas: huir, escaparse y dejar de sentir. Esa noche, saldría de nuevo, no resistiría quedándose solo con ella.- ¿Te vas? - Le preguntó Adele- Si, si necesitas algo llámame -Otra vez, otra mujer.Gregory subió a su coche y se fue. Pasó por la mujer de esa noche a su departamento; la rutina era la misma: cena y luego hotel. Nunca iba a sus casas y ya no volvería a repetir el mismo error de llevarlas a la suya. Pero estaba molesto, intranquilo. La dama en cuestión, hermosa y atenta, intentaba robarle miradas, acercarse, tocarlo durante la cena; pero su mente y su corazón no podían enfocarse.Sola de nuevo, Adele se dio un chapuzón en la piscina, cenó ligero y se fue a la cama. Pero el sueño no la alcanzaba, la angustia sí. Angustia mezclada con impotencia, con desazón: celos. Se iba a pasar la vida llorando mientras viviese con él en esa casa. Ya había pasado la barrera de las emociones vanas y estaba experimentando la pérdida de algo que nunca había t
Un sonido escapó de los labios de Gregory sacando a Adele de su trance. Abrió grande los ojos ¿Qué había hecho? Se puso nerviosa, sus mejillas se tornaron rojas y quiso librarse de su abrazo. Pero Gregory la aprisionó más.- Lo siento - Le dijo avergonzada, no sabiendo donde esconder el rostro.- Yo no… -Esa respuesta la sorprendió. La cara y sus ojos parecían estar detrás de un cristal empañado, viéndola, así en sus brazos; así toda avergonzada y dulce; con la mirada enloquecida. Adele se había dejado llevar invadida por su calor, por esas manos que la trataban con ternura y ahora, con el cuerpo pegado al suyo parecía que podía derretirse.Gregory tenía la cabeza desarmada, el corazón a punto de explotarle y las manos que le quemaban porque la estaba tocando. Se iba a dejar arrastrar.Bajó su boca, esta vez, y volvió a sentir esos labios suaves, aterciopelados. Adele se hizo de gelatina. Sus manos viajaron hasta rodearle el cuello y los pies se apuraron para ponerse a su altura. Si