CAPÍTULO 5

Los hombres ya habían terminado de trasladar todos los muebles al departamento. Nick les entregó el dinero y les agradeció por el excelente trabajo que habían hecho. Los acompañó hasta la salida del Hotel, y cuando el camión se puso en marcha comenzó a alejarse de aquel sitio. El joven se dio la vuelta y miró hacia una de las ventanas del despacho del señor Garden. El hombre estaba allí parado, observando atentamente cada uno de los movimientos del muchacho.

Su enojo o enfado no habían cesado aún. Como tampoco estaba arrepentido de haberle advertido a Nick, que no lo dejaría en paz hasta hacerlo suyo. Nick se sintió incómodo ante la atenta mirada de Elliot Garden. Tanto que prefirió entrar al Hotel y cambiar su rumbo hacia el departamento. Todavía quedaban muchas cosas por hacer. Entre ellas, llamar a su madre. No espero más y continúo subiendo las escaleras percatándose de que el señor Garden, no apareciese y lo sorprendiese por detrás. Deseaba que al menos no lo intentara.

Del otro lado del corredor, donde había una habitación con el número 29, una joven pareja de enamorados estaba discutiendo incansablemente. La joven se había enterado de que su novio había invertido casi todo el dinero de la renta de la habitación, en la bebida, el baile y en un encuentro amoroso. El nombre de la joven era Elena, y el de él era Enrico. Enrico trató de explicarle lo que verdaderamente había ocurrido, y que, según él, ella no tenía nada de qué preocuparse. Pero, ¿Cómo no preocuparse? ¿Cuándo estaba a la vista la cantidad de dinero que gastó en una sola noche? Elena no quería escucharlo. Tampoco tenía por qué hacerlo, pero Enrico insistió.

La terminó acorralando contra la puerta de la habitación, para pedirle que se calme y así pudiera explicarle cómo fue que eso paso. Sobre todo, porque tuvo el descaro de compartir la cama del Hotel, con alguien que no era su mujer y que además era mucho más joven que ella.

—Por favor perdóname.

— ¡De ninguna manera! —contestó ella.

—Pero amor entiéndeme…no fue a propósito. Tú sabes que te amo, y que nunca haría nada para lastimarte.

— ¡Cállate, cerdo asqueroso! ¡Eres como todos los hombres! —Vociferó ella, mientras lo golpeaba una y otra vez, con su bolso de mano— ¡Lo único que les importa a ustedes, es follar con cualquiera!

—No es así amor…

—Claro que sí. Pervertido asqueroso…—dijo la mujer, y siguió golpeándolo con el bolsón de manos.

De un momento a otro, el chico reaccionó y pudo detener sus ataques. La miró fijamente a los ojos y comenzó a explicar lo sucedido. Lo de aquella aventura amorosa fue cierto. Enrico sí había mantenido relaciones con alguien en su habitación; pero…no fue con una mujer. El muchacho fue al bar del Hotel anoche, y se tomó varios tragos.

En un estado de ebriedad, conoció a un adolecente de 16 años de edad, que había entrado al bar en busca de su padre.

El adolecente se acercó a la barra para ver si el barman sabía algo; pero el barman no sabía nada. Del otro lado de la barra, Enrico había estado atento a la conversación que ambos tenían, le apenó mucho la situación del muchacho que no vaciló en asomarse a él, y ofrecerle algo de beber.

El chico, cuyo nombre era Sebastián, le dijo que no tomaba bebidas alcohólicas, porque su padre no lo dejaba por ser menor de edad.

A Enrico no le hizo mucha gracia los comentarios del muchacho, y decidió invitarle unos tragos de todas formas. Sebastián se resistió a probar el vino; y sin importarle que fuera menor de edad, lo forzó a tomar. Sebastián hizo una mueca con su cara, tras degustar el sabor del vino; pero aun así se lo trago. Enrico al ver aquella reacción, se echó a reír, y le dijo que ya se iba a acostumbrar.

******

A eso de las 12 de la noche, Enrico ya estaba en un estado etílico lamentable. Aquello preocupó al muchacho. Sobre todo, porque se sentía culpable de dejar que bebiera tanto, y no hacer nada para frenarlo. Lo que sí, intentó convencerlo de acompañarlo hasta su habitación para que descansara. Enrico aceptó de una u otra forma la cortesía de Sebastián.

El muchacho hizo el favor de llevarlo hasta la habitación número 29. Una vez allí lo ayudó a quitarse los zapatos, y recostarse en la cama. Antes de que Sebastián saliera del cuarto, Enrico lo agarró del brazo y lo beso en los labios. El chico intentó resistirse, pero al final, solo se dejó llevar. Esa noche ambos mantuvieron relaciones sexuales.

Al día siguiente, cuando el joven despertó, vio a Elena parada junto a los pies de la cama con una expresión de odio en su rostro.

Ahora, son las consecuencias…

— ¡Nada de lo que digas, va impedir que me separe de ti! —dijo Elena, y lo golpeó nuevamente con el bolsón.

— Por-Por favor Elena. Tra-Trata de recapacitar.

— ¡Tks! ¡Que recapacite tu abuela! —contestó Elena, y le dio otro golpe con el bolsón.

Finalmente, la mujer se marchó de la habitación. Y como era de esperarse, Enrico salió detrás de ella intentando recomponer la situación; pero ya no había marcha atrás. Elena ya no quería saber más nada de él. Por otro lado, Enrico la siguió hasta el comienzo de las escaleras, sin importarle que toda la gente estuviera presenciando el horror y el caos de aquella escena. Incluso Sebastián estaba allí, presente con su padre. Su padre hizo un comentario, y el muchacho agachó la cabeza, porque no le quedó de otra que reconocer que se había equivocado.

Aunque su primera vez fue muy dolorosa, se había enamorado de Enrico sin darse cuenta. De hecho, su amor por él era tan intenso, que, a una parte de él, le daba gusto ver que ellos dos estaban rompiendo con su relación.

Por desgracia, no le podía decir nada a su padre lo que había sucedido. Porque era consciente de que lo iba a denunciar.

— ¿Pasa algo Sebastián?

El chico negó con la cabeza.

—Vamos dímelo. No creo que sea tan grave para no decirlo.

Sebastián permaneció en silencio.

—Tú tienes algo que ver en esto, ¿Cierto?

El muchacho no aguantó más, y se largó a llorar.

—...Si. Yo soy el culpable de lo que está pasando.

El hombre se conmovió con las lágrimas de su hijo, y le dio un fuerte abrazo.

—Tranquilo, tranquilo. Todo estará bien.

—No, no lo estará—respondió Sebastián entre llantos—. Y créeme, jamás quise decepcionarte. De verdad. Me dejé llevar. No sabía lo que estaba haciendo. Yo solo…

—A ver, espera. Si no me dices con lujo de detalle lo que realmente pasó, no te puedo ayudar. Por favor Sebastián, necesito que confíes en mí. No importa que tan grave sea, te prometo que buscaremos una solución; pero ya no llores más por favor…

Era difícil contar su experiencia. Realmente temía por la reacción de su padre fuera la peor Como también temía, que, por tras de eso, tomara represalias en contra de Enrico.

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