Ignacio aún permanecía en la habitación de su esposa tratando de convencerla de que juntos iban a luchar no solo en contra de aquella nefasta enfermedad, sino ante cualquier obstáculo que se pusiera el camino de su amor.
—Laurita, yo voy a estar a tu lado en todo esto —aseguró el joven—. Sé que van a haber días terribles y otros no, sin embargo, debemos pensar en positivo —expuso Nacho—. Por favor luchemos juntos por tu vida. ¿Si cariño? —interrogó el joven.
«Gracias Dios a pesar de esta terrible enfermedad tengo un hombre que me ama y que con su ayuda voy a salir adelante. No me voy a dejar vencer. Vamos a superar esta dolencia» dijo en su mente la chica.
—Si cariño, desde ahora en adelante voy a tener una actitud positiva. Me voy a curar por ti mi amor.
El joven s
Esa misma noche el Padre Fausto, cerró su despacho parroquial, mientras las señoras que le ayudaban en la iglesia aseguraban las puertas.Kate lo esperaba para ir a casa, cuando salieron, caminó junto con el sacerdote, y cruzando la calzada llegaron a la pequeña villa, con un hermoso jardín lleno de rosales.El clérigo abrió las puertas e invitó a Kate, a pasar.—Por favor sigue, esta es tu casa —indicó el sacerdote.—Muchas gracias padre Fausto, si no fuera por usted…El religioso interrumpió.—Fue Dios quien te trajo hasta acá Katherine, no estés triste, piensa en tu bebé —aconsejó.—Muchas gracias padre —expresó y ladeó los labios en una leve sonrisa —.
Días después. El momento por el cual Fernando, había esperado toda su vida por fin llegó, estaba tan nervioso que desde hace días no paraba de vomitar, y esa mañana no era la excepción. Se revisó con un médico, y no le encontraron ninguna enfermedad, se atribuyó su dolencia a los nervios. Salió de su departamento, muy elegante con su impecable traje negro y camisa blanca; subió a su auto encendió el reproductor de música. «Ahora quién by Mark Anthony» empezó a escuchar. —¿Ahora quien? Si no soy yo me miro y lloro. En el espejo y me siento estúpido ilógico, y luego te imagino toda regalando el olor de tu piel, tus besos, tu sonrisa eterna, y hasta el alma en un beso en un beso va el alma...—canturreó entonces la imagen de Katherine se le vino a la mente. —¡Cómo pude ser tan estúpido! — se cuestionó presionando con fuerza el volante de su auto—. Esa niña rica
Un mes después.Las cosas para Laura no habían sido nada fáciles, empezaron los efectos secundarios del tratamiento: fiebre, náuseas, sarpullido, le dolían las extremidades, se le hincharon las manos y piernas, el estómago le ardía.Había días en los que las fuerzas la abandonaban. Deseaba que toda esa pesadilla terminara, lloraba sin descanso, sin embargo, a pesar de todo tenía el apoyo de su esposo, quien no dejaba de ir a visitarla, de darle ánimo, al igual que lo hacía su mamá Constanza. Cuando sentía que todo estaba perdido y las ganas de dejarse morir la abordaban, el amor de su esposo la reanimaba, es así que sacaba fuerzas de donde no las tenía y luchaba por su vida.Permaneció internada en aquella habitación aislada del mundo, la convirtieron en una guerrera, en una luchadora, en al
Manta- Ecuador.El grupo de oficiales en adiestramiento del FBI entrenaba todas las mañanas.Trotaban varios kilómetros a través de la base naval. El agente García, con una barra de chocolate en la boca, trataba de seguir el ritmo de sus compañeros, pero de un tiempo acá se sentía cansado. Se realizaba exámenes médicos y no le encontraban ninguna enfermedad, lo que sí tenía hambre a cada instante y el chocolate que antes no le gustaba se había convertido en su debilidad.—Agente García —mencionó de manera enérgica el teniente Álvarez, que ese día estaba a cargo del grupo.Fernando se cuadró frente a su superior, retirándose el chocolate de la boca.—Sí mi teniente —respondió.—Ag
Rodrigo lo miró con seriedad, y no respondió al ataque de su primo porque la chica apareció en ese momento, por suerte no tenía ningún daño cerebral. Roberto pagó la consulta y los analgésicos que le enviaron a Patricia, y el agente García se ofreció en llevarla hasta el hotel. Rodrigo frunció los labios, sin embargo, él apenas conocía a esa chica, sabía que fue compañera de su primo en el colegio, pero nunca entablaron amistad, entonces se despidió de ella, y se marchó del hospital. Patricia subió con recelo al auto del oficial, ella hubiera preferido ir en un taxi, pero el agente insistió: —Perdón la mala educación Fernando García, a sus órdenes —se presentó él. —Patricia Córdoba —contestó la muchacha. En el camino el agente García, trataba de hacer conversación; sin embargo, ella le respondía con un sí o un no, era una mujer bastante res
Manta- Ecuador. Los fines de semana los agentes tenían libre para descansar. Fernando salió del baño con los ojos llorosos después de haber vomitado como todos los días, luego de eso el hambre lo apremiaba. —Yo pienso que tienes mal de ojo o mal aire —dijo uno de sus compañeros. —¿Qué es eso? —preguntó Fernando. —Supercherías en las que cree el oficial Castro —respondió el agente Méndez—. Por cierto, hablando de otra cosa... ¡Qué hermosa la muchacha de ayer de la playa! —exclamó recordando a la joven. —Belleza es poco —respondió el coronel Aristizábal—. Esos ojos, el cabello, los labios... —¡Ya basta! —bramó el agente García—. Dejen de ser morbosos —recriminó Fernando. —¿Celos? —preguntó Méndez, riendo. —Nada de eso, es prácticamente una niña, debe tener unos dieciocho años —cuestionó Fernando.
Después de aquella noche, al día siguiente, volvieron a salir a juntos, así él terminó contándole a una desconocida su mal de amores y para sorpresa de él, aquella jovencita le hizo poner los pies sobre la tierra, le dijo las cosas claras y precisas, lo regañó por no haber escuchado a Kate, lo recriminó por ser un impulsivo, y le explicó que eso no conducía a nada bueno en la vida, que siempre había que pensar antes que actuar. Los días posteriores que Patricia, aún permanecía de vacaciones en Manta, se encontraban las tardes cuando el sol se ocultaba en el horizonte. El agente García confundido con respecto de sus sentimientos, creyó encontrar en Patricia la cura a su mal de amores. Mientras observaban los bancos perderse en el horizonte, y sabiendo que era el último día de la joven en aquel lugar, Fernando sin previo aviso besó a la muchacha, quién se sorprendió porque no se esperaba algo así, sin embargo, ella no dejaba de pensar en e
Fernando no asimilaba aún lo del embarazo de Katherine. Su corazón bombeaba con fuerza, estaba tan asustado de verla pálida, inconsciente en los brazos de Estefanía, que sin dudar un segundo la cargó en sus brazos y la llevó hasta el dispensario para que Ana Cristina la revisara, entonces ingresó al consultorio como un loco, la doctora se asustó: —¿Qué sucede? ¿Qué ocurrió con Kate? —cuestionó al instante que Fernando la colocó con delicadeza en la camilla—. Ella salió en perfectas condiciones de aquí. —Observó con seriedad al agente. —¡Todo fue culpa de Fernando! —exclamó Tefa sollozando. Ana Cristina los sacó a ambos del consultorio, para revisar a Kate. — ¡Eres un idiota Fernando! — gritaba Tefa mientras lloraba y le daba golpes en el pecho. Él se sentía tan culpable en ese momento, que los alaridos y agresiones de la adolescente no eran nada, comparado al dolor que percibía al