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Maurice estaba enloqueciendo con el toque de Abigail, ella ahora le estaba besando la línea de la mandíbula, aunque tenía que inclinarse un poco para que ella lo alcanzara bien, así que le tomó la mano que ella tenía en su entrepierna y la separó para llevarla al sofá. Cuando vio que ella miraba las escaleras con cierta confusión, él sonrió.

—Podemos hacerlo en cualquier sitio de la casa –susurró acomodándola en el sofá.

—¿En cualquiera?

—En la cocina, la sala, el balcón…

—¿Y en el baño? –él se quedó serio, pero no dejó de trabajar en desnudarse a sí mismo y a ella.

—El baño no.

—¿Por… lo que pasó allí hace años? –ahora sí, él se detuvo y la miró a los ojos.

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