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—¿Qué… qué… qué significa… lo que dijiste allá? –preguntó Abigail con bastante dificultad para formar cada palabra y decirla. Sentía que su lengua, sus cuerdas vocales, y toda su laringe estaban en shock.

—¿Qué puede significar, Abigail? Nos casaremos. ¿Es la razón por la que me buscaste, no? –ella se quedó allí, quieta y en silencio, mirándolo nada más—. Vamos, ¿por qué te pones así? ¿O era que esperabas algo más romántico? ¿Que me pusiera de rodillas y te diera un enorme diamante? Tú me lo pediste, yo te estoy contestando—. Abigail asintió bajando la mirada y sintiendo de repente sus ojos humedecidos. Todo esto era verdad, y ella estaba obteniendo exactamente lo que había buscado, pero sonaba tan crudo, tan feo.

Al parecer, la pequeñ

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