Nina llegó a la mansión y esperó en la sala a Diana. Cuando ella bajó, la encontró con los ojos enrojecidos. Ella había estado llorando.
—Tú tienes que parar esto —dijo ella, y Diana sólo la miró a los ojos—. ¿Sabes lo que ha sufrido Daniel por tu culpa? ¡Detén esto! ¡Sólo lo harás más infeliz de lo que ya es!
Diana respiró profundo y caminó para sentarse en uno de los muebles. En un extremo, estaba el piano caoba, y ella sólo pudo ver allí al par de adolescentes que una vez tocó “Danny Boy”, sonrientes, tal vez no felices, pero sí en mejores circunstancias que ahora.
—Si yo tuviera la más mínima sospecha de que tú sientes algo por él, no te lo pediría, Diana. Pero como me consta que, en vez de amarlo, lo desprecias, te lo digo.
David y Maurice miraron a Daniel con idéntica expresión: los ojos abiertos como platos, la mandíbula descolgada de sorpresa.Daniel se echó a reír de verlos así.—¿Te casarás?—¿Con Diana? –preguntó Maurice.—Ya lo dije, ¿no? –David hizo una mueca de incredulidad.—Amigo, la marihuana no es saludable, ¿sabes?—¿Huelo a marihuana?—Ni la coca –agregó Maurice—, ni ningún otro polvo o hierba que te haga tener alucinaciones.—No estoy alucinando, hombres… —Daniel hizo una mueca y dejó salir el aire—. Tengo tres meses para casarme, o de lo contrario, miles de familias serán miserables. Sobre mis hombros descansa una pesada responsabilidad –Maurice y David se miraron de reojo, y Daniel no se perdió el mensaje en esa mira
Daniel fue recibido en la mansión Alcázar con cierta ceremonia. Ya no estaba Maggie, quien, al haber recibido su herencia, ya no tenía necesidad de trabajar, pero el resto del personal lo conocía muy bien, y sabían, en cierta manera, lo que estaba sucediendo entre él y Diana.Era un poco bochornoso que el servicio conociera sus asuntos personales, pero también inevitable. Los sirvientes siempre se enteraban, quisieran los señores o no. Él lo sabía de primera mano.En la sala del piano estaba Hugh y Diana, y al ver a ésta última, él se detuvo un poco sorprendido. Ella estaba preciosa.Lucía un vestido de satín azul oscuro drapeado y sin mangas, con un escote un poco profundo que de inmediato le dejó la boca seca, y ella… ella estaba preciosa con su cabello con un corte diferente, maquillada con sombras suaves y naturales, y luciendo
Diana tuvo el presupuesto en poco tiempo. Tenía sólo ocho semanas para planear y organizar una boda, así que se dio prisa.Su boda iba a ser muy diferente a la de Marissa, que estaba siendo planeada con calma y, sobre todo, con alegría. Había elegido las flores, los colores, la decoración, la torta y el plato sin ocultar su entusiasmo, y la había convidado a todos los sitios donde le darían muestras para que eligiera. Diana aprovechó todo para elegir ella también, y así se evitó un montón de trabajo.Amy vio a la señorita Diana Alcázar llegar a las oficinas de Daniel. Traía una actitud muy diferente a la que había tenido la última vez que la viera, también su ropa, que parecía un poco más sobria que la que le había visto en el par de ocasiones anteriores. Como no tenía cita con el señor, tuvo que sentars
Los días fueron pasando, y Daniel y Diana se veían bastante poco para ser un par de novios que en menos de dos meses se casarían. Sin embargo, él había notado varios cambios sutiles en ella. Su manera de vestir no era la de antes. Ahora usaba vestidos más a menudo, y joyas. En alguna ocasión que necesitó que lo acompañara a alguna reunión, ella lo hizo luciendo preciosa, y muy adecuada; no rechazaba su brazo alrededor de su cintura, aunque luego lo despidiera con un destemplado buenas noches en la puerta de la mansión.Daniel en ocasiones olvidaba lo disgustado que estaba con ella y sonreía y bromeaba de verdad, no para que lo vieran. Todo el pasado parecía una tontería, incluso la conversación con Marissa parecía nada cuando llegaba a la mansión a recogerla por alguna reunión o cita en la que debían dejarse ver juntos.Tenía un co
Faltaba sólo una semana para la boda cuando Esteban entró a la mansión buscando a su hermana. Diana había estado preparándose para la noche, pues tenía una reunión con Daniel y algunos socios del GEA, donde querían verlos tomarse de las manos, y sonreír como si se amaran mucho.Había visto con anterioridad cómo se comportaban los novios de matrimonios concertados, y nunca vio que tuvieran que fingir tanto. El papel que los comprometía debía tranquilizarlos más que sus actitudes, pero no era así.Al escuchar el grito de Esteban llamándola, se sorprendió y enfadó a partes iguales. Él no había venido al funeral de su padre, y había desaparecido de nuevo luego de la lectura del testamento.—Vas a tener que explicarme eso que andan diciendo por allí –exclamó él al verla bajar por las escale
Hugh se sorprendió bastante cuando su secretaria le anunció que Diana Alcázar quería verlo. Esperando que no fuera para decirle que cancelaba su boda, la hizo pasar inmediatamente.Al verla, sintió un poco de curiosidad. Estaba bien que ella hubiese cambiado un poco su imagen últimamente, pero llevar una blusa con cuello alto de tortuga cuando ya estaba entrando el verano, no era muy agradable siquiera de ver.—Bienvenida –la saludó él, y ella sólo le sonrió.—Vine a pedirte un favor.—Ya. Cancelarás la boda –ella frunció levemente el ceño y agitó su cabeza negando.—No. Si tuviera ánimos de cancelarla, no habría invertido tanto tiempo en organizarla.—Con las mujeres nunca se sabe –Diana sonrió.—No es eso. Es acerca de Esteban –Hugh le se&ntil
La fiesta pasó rápida y sin novedades. Marissa, que se había encargado de la recepción en general para permitir que Diana estuviera tranquila y relajada todo lo posible, se hizo cargo de las personas que habían intentado colarse.—¿Quiénes eran? –preguntó Daniel con curiosidad.—Nada grave. No los conozco mucho, pero no son malas personas. Tal vez se confundieron, y ya que estaban vestidos para la ocasión, los dejé entrar.—¿Es seguro? No quiero rollos—. Marissa le quitó importancia al asunto—. ¿Dónde está Maurice? –preguntó.—Ha de estar cerca del trago –farfulló David, y Daniel negó.—Dejó la bebida. El otro día fui por cerveza a su casa y no tenía.—¡¿Qué?! –exclamó David, incrédulo. Sin em
Diana miró a Daniel con el corazón en un puño. Había llegado el momento de la verdad. El momento que ella más había temido. Este era el momento del todo o nada. Si ni Daniel podía soportar su verdad, ella ya no tenía remedio.—Nunca quise casarme contigo –susurró de nuevo, y Daniel terminó de girarse para tenerla de frente.—Eso me quedó más que claro el día de la lectura del testamento, Diana. Dime algo que no sepa.—Pero no es porque te odie –siguió ella como si él no la hubiese interrumpido. Daniel la miró en un silencio ominoso, como si no le creyera, y en su mirada había tanto resentimiento, que por un momento ella se asustó.Sin embargo, no lo esquivó. Ya no podía seguir huyendo, estaba atrapada aquí, en este momento, y tendría que llevar la verdad hasta