—¿Daniel Santos? –escuchó él a sus espaldas, y se giró para mirar quién lo llamaba. Un estudiante le entregaba un sobre. Lo recibió dando las gracias y lo abrió mirando que el remitente era uno de sus profesores; lo estaba citando para una reunión en su oficina en un par de horas.
Tenía libre, así que estuvo allí antes de la hora, y luego abrió su boca asombrado dándose cuenta de que también Esteban había sido citado.
—¿Qué haces aquí? –reclamó Esteban al verlo. Daniel respiró profundo recordando que también aquí él odiaba que se les viera juntos. Jorge no lo sabía, pero el apartamento que supuestamente compartían, lo habitaba él solo, pues su querido compañero se había ido a vivir a otro lado para que no los vincularan. Le salía más caro,
Daniel salió de la oficina del profesor como flotando, todavía no se podía creer que la vida le hubiese dado una oportunidad. Esto era un milagro.Y en los muebles de su sala estaba Esteban Alcázar.—Dime qué pasó cuando me fui –preguntó él. En vez de mostrarse furioso como en la oficina del profesor, aquí se le veía preocupado.—Si te hubieses quedado hasta el final, lo sabrías.—¡No podía! ¡Esos tipejos me acusaron de fraude!—¡Del que eres culpable! ¿Has oído la expresión “bajar la cabeza de vez en cuando”? ¡Te habría venido muy bien esta vez!—¡Jamás! ¿Quién te crees que soy?—Alguien que será expulsado, ¡eso eres!—¿Lo harán?—No lo sé –c
Thomas Brenner llamó a Daniel. Estaba en la ciudad, así que, como era costumbre entre los amigos, salieron a comer juntos. Pero Thomas estaba diferente, se le veía distraído, y constantemente revisaba su teléfono. Él no era así, así que Daniel tuvo que hacerle la pregunta.—¿Te incomoda algo? –Thomas lo miró un tanto sorprendido, como si hubiese olvidado que estaba acompañado.—Perdona… yo… estoy un poco fuera de mis cabales, es todo.—Eso veo. ¿Te puedo ayudar en algo? –Thomas hizo una mueca.—Lo dudo. A menos que conozcas a Meredith Janssen…—¿Meredith? –Thomas lo miró con la esperanza brillando en sus ojos—. Sí, conozco a esa Meredith Janssen.—¿De veras? –preguntó Thomas entre aliviado y nervioso—. ¡Dios querido, gracias!
Daniel manejaba un bajo perfil en la empresa, y eran muy pocos los que sabían la relación de amistad, o deudas y promesas, que había entre Jorge Alcázar y él. Sin embargo, esto fue mejor, ya que cada vez que ascendía a un cargo más alto, quedaba claro que era por sus méritos, y no por sus buenos contactos. Fue pasando de dependencia en dependencia, de edificio en edificio, ganándose el respeto de sus iguales y subordinados, y la admiración de sus superiores.En una primavera, Jorge le anunció a Daniel que sería ascendido a Ejecutivo del área de Marketing, que sería trasladado al edificio principal del Grupo Empresarial Alcázar y que debía prepararse eligiendo a una secretaria del personal. Daniel no se mostró muy sorprendido ante este anuncio, ya había sabido que tarde o temprano terminaría aquí, pues esa había sido la promesa inic
Amy Morrison no se podía creer su suerte. Había escuchado de la convocatoria para trabajar en el Grupo Empresarial Alcázar gracias a una compañera de trabajo, y de inmediato había ingresado sus datos. Había pasado el primer filtro, que era la selección de CVs, y ahora estaba en el grupo que sería entrevistado directamente por el que sería su jefe.Y su jefe era el tipo increíblemente guapo que la había salvado del abusón. Ese idiota que se había creído que tal vez estaba muy desesperada por entrar a trabajar aquí como para meterse en un enredo con él. Afortunadamente, no había tenido que darle un rodillazo en las pelotas, pues el sujeto de ojos como esmeraldas la había salvado justo a tiempo.Tal vez pudiera enamorarse por enésima vez, y esta vez, sería completamente justificado.—Ah, estás aquí –di
Daniel fue ascendido nuevamente. Su brillante trabajo en Marketing había posicionado las diferentes dependencias de ventas entre los primeros en el país mejorando sus ventas en un alto porcentaje. Pero en vez de dejarlo allí como ficha clave, Jorge lo movió a un cargo de mayor envergadura. Ahora era su mano derecha, el jefe de control de gestión. Por encima de Daniel no había nadie más, sólo Jorge.Amy seguía trabajando a su lado, asombrada cada vez más con las técnicas de su jefe. Siempre era osado, parecía que había perdido una partida hasta que a última hora salía con un brillante as que salvaba el día. Tal como había sido con ella.Lo había creído de lo peor cuando la despachó en aquella entrevista sin esperanza de ser contratada, pero cuando llegó a su casa y saludó a su hija, le dijeron que la espe
Diana estaba en la ciudad.Daniel lo sabía, pero no dejó ver que eso alteraba en algo su vida. Y era verdad, ¿o acaso desde que ella había llegado había variado su rutina? Ella había llegado, y estaba de nuevo en la mansión, pero como ya hacía tiempo que no eran amigos, él no había sido cortésmente saludado, ni él había ido a darle la bienvenida, como hubiese ocurrido años atrás.—Te necesito esta tarde –le dijo Jorge por teléfono—. Tengo una reunión con Hugh.—Sabes que el médico te dijo que te lo tomaras con calma, ¿verdad? –le reprochó Daniel.—Tengo mucho que hacer –rezongó el anciano—. No puedo darme el lujo de quedarme sentado viendo pasar las cosas. Tengo mucho que hacer –repitió.—Si a tus casi setenta años no has terminado
David y Daniel hicieron buenas migas. Tal vez porque tenían los mismos orígenes, tal vez porque el episodio con Diana los había acercado de una manera que cualquier otra cosa no habría podido, pero lo cierto es que quedaron de encontrarse para un juego de béisbol.Daniel aceptó. Su único amigo había sido Thomas Brenner, pero dado que él estaba en la otra punta del país, muy poco podían verse y charlar. Hacer nuevos amigos era de hombres sabios, así que se dedicó a cultivar esta nueva amistad.Y de paso conoció a Maurice Ramsay, que en cuanto lo conoció, no dejó de preguntarle si de casualidad se conocían de antes.Él estaba seguro de no haberlo visto a él en el pasado; recordaba los nombres de sus amigos en la escuela cuando aún su madre estaba viva, y luego, cuando se pasó a la escuela privada. Y si Maurice era tambi
Los días pasaron, uno a uno. Daniel estuvo bastante ocupado con la búsqueda de Michaela Brandon, la hermana de David, la cual había sido secuestrada, y luego que ésta fue rescatada, pudo conocer un poco más la familia de David, y cuando Marissa viajó dejándolo, conoció también un poco más acerca de Maurice y su pensamiento acerca de las mujeres en general. En esos días poco se comunicó con Nina, por eso no le extrañó mucho verla en el lobby de su edificio una noche al regresar. Como el conserje no la conocía, y él no había autorizado su nombre para que entrara libremente, ella estaba aquí, esperándolo. —¿Qué haces aquí? –le preguntó él con una sonrisa. —Vine a verte. —¿A esta hora? –Nina le rodeó los hombros con sus brazos y lo besó. —No te voy a mentir y a decirte que pasaba por aquí de casualidad y decidí verte. Vine expresamente a pasar la noche contigo –Daniel elevó una ceja. —Ah… ¿sí…? —Sí. Soy tu novia y sigo virg