Ayyyyyy que nuestra Marina está llena de problemas!
SalvadorSe siente como una maldit4 pesadilla.Es como si llevara no un día ni dos, sino toda la semana sumergido en este maldito inferno del que no puedo despertar.Tengo el cuerpo agarrotado de lo tenso que me encuentro y siento que el corazón me está latiendo con tanta fuerza que incluso el pecho me duele, pero no me muevo, no digo nada mientras Alex maneja a toda velocidad siguiendo el auto de Federico para dirigirnos hacia el edificio en el que vive Marina.Necesito saber qué demonios ha pasado, ya he llamado al detective encargado del caso para que se reúna conmigo ahí, pero con todo eso una parte de mi no quiere llegar, no quiere ver lo que hicieron, porque esa parte está aterrada de lo que pueda encontrar.La culpa, la rabia, el remordimiento, todo se está entretejiendo dentro de mí y sé que ahora mismo soy una bomba a punto de estallar.Finalmente el auto empieza a aminorar la velocidad y no tengo ni que preguntar cuál es el edificio porque puedo deducirlo por las patrullas de
MarinaNo sé cuánto tiempo ha pasado desde que me obligaron a salir de mi apartamento, ni cuánto tiempo he estado en esta camioneta con los ojos semicerrados y el dolor palpitante en la cabeza. Todo me duele.La boca, la espalda, los brazos. Y en especial la cabeza en dónde siento como el caballo se ha llenado de sangre.Me siento rota, literal y emocionalmente. El golpe que recibí contra el suelo me dejó aturdida, con la cabeza sangrando y el cuerpo casi inútil, pero estoy aquí, sentada entre dos hombres que huelen a sudor y rabia, tratando de mantenerme despierta para entender qué demonios está pasando.Mis ojos no pueden dejar de ir cada tanta hacia el hombre que ha dicho que es hermano de Renata, no entiendo por qué hacen esto, no entiendo porque si buscaban lastimar a Salvador de alguna manera, mi hermano y yo hemos terminado en la mitad de todo esto.Siento como si hubiese algo que estuviera pasando por alto, algo que no he visto y que es de suma importancia, pero con el aturdim
SalvadorSiento que me estoy volviendo loco.Cómo es posible que con cada paso que demos ellos, quién quiera que sean los complices de Renata y su hermano, están dos adelante.¿Cómo llegó ese oficial tan pronto a la escena? ¿Cómo evitó que algún otro uniformado llegara si el vigilante llamó a la policía?La única respuesta que viene a mi mente consigue que todo el cuerpo se me tense y la rabia se multiplique en mi interior: Tiene gente comprada en la policía.De ser así entonces estamos más jodido de lo que pensábamos, pues aunque mis influencias son muchísimas y tengo en mi nómina tanto a detectives como patrulleros, esto nos deja en una situación complicada porque no sabemos en quién confiar, no sabemos si los mismos a los que le pago me están apuñalando por la espalda.Al final nos pidieron retirarnos de la escena y a regañadientes volví con todos a la mansión, mientras pensábamos cómo proceder con lo poco que sabemos.Lo único que he hecho es que llevo más de media hora dando vuel
SalvadorNo sé cuántas veces he revisado la maldita información que había en la propuesta de los Myer, tratando de buscar algo que nos ayude, pero más allá de la dirección que dejaron no veo mucho.La propuesta era para hacer ampliaciones a los medios de transporte, crear líneas privadas adicionales y aunque la idea no era descabellada, las cifras si lo eran y ellos no tenían reconocimiento, respaldo ni garantías.No había nada que me garantizara que tenían con que respaldar si el proyecto se caía y yo no pensaba arriesgarme, sin embargo al parecer esa fue la cuerda sobre mi cuello que poco a poco empezaron a apretar.Me han estado destrozando lentamente y yo ni siquiera me había dado cuenta.Un par de horas más tarde, y aún con la cabeza y el pecho hecho un lío, me siento en uno de los sofás del estudio. estamos reunidos con el detective y el hacker de Federico, revisando los avances.—No tenemos una ubicación fija —dice el hacker, pasándonos un mapa digital y yo quiero gruñir de fru
MarinaEl calor de la cocina es asfixiante. El aire está impregnado de especias, humo y tensión. El restaurante está al tope, los pedidos entran y salen a una velocidad frenética, y apenas tengo tiempo para respirar.—¡Esa mesa seis todavía no tiene su orden! —grito mientras revuelvo una salsa en el fuego.—¡Ya el saco, jefa! —responde una de las cocineras.Todo marcha bien... hasta que lo veo venir.Mateo, el jefe de meseros, cruza la cocina con la expresión de alguien a punto de soltar una bomba. Por su cara, algo grande está pasando.—Marina… —su voz baja un par de tonos—. Acaba de llegar un cliente importante.Le lanzó una mirada impaciente.—Mateo, tenemos el restaurante lleno de clientes importantes. ¡Define "importante"!Él me mira fijamente.—Uno de los magnates más influyentes de la ciudad. Un socialite.Un leve murmullo se levanta entre los cocineros. Algunos se detectan un instante. Hasta los fogones parecen hacer una pausa.Siento una leve punzada de adrenalina. Si un homb
MarinaDos meses despuésLa cremallera del vestido se atasca justo a la mitad de mi espalda.—¡Maldita sea! —gruño, estirando el brazo en un ángulo imposible para intentar subirla.Estoy a punto de rendirme cuando mi teléfono vibra sobre la cama. Clara.— ¿Qué pasó? —contesto sin aliento, todavía luchando con el maldito vestido.—Pasó que espero que estés lista. No me digas que todavía no has salido de tu casa.Ruedo los ojos.—Estoy en ello, no seas tan dramática. Además, ¿estás segura de que este tipo vale la pena? No quiero otra cita con un soso sin conversación ni personalidad.—Marina, confía en mí. Yo jamás te pondría en una situación así.—Oh, por favor. ¿Te recuerdo el desastre del mes pasado?—Eso no cuenta. Me lo recomendaron, pero nadie me dijo que tenía el carisma de una piedra.Suelto una risa sarcástica mientras forcejeo con la cremallera.—Está bien, entonces dime la verdad. ¿Ya le advertiste cómo soy?Silencio. Luego, Clara suspira.—A ver, ¿a qué te refieres?—No te h
MarinaMarinaEsto tiene que ser una maldita broma.Por unos segundos no lo reconozco. No consigo ubicar la imagen del hombre imponente frente a mi, aunque si se me hace familiar.Es solo cuando su rostro se convierte en una mueca de rabia total, que me doy cuenta de quién es la persona que tengo enfrente: Salvador Montenegro.El mismo que fue con su novia al restaurante y le lance un vaso de agua y casi la llamo anorexica. Oh Dios, esto va a ser malo, va a ser realmente malo.La furia en su voz hace que se me me hiele la sangre.Mi cuerpo se tensa automáticamente siento que estoy en negación absoluta.No puede ser él. No puede ser el mismo hombre con el que discutí en el restaurante. Pero lo es.Está sentado detrás de un escritorio de madera oscura, con una puerta imponente, una mano apoyada sobre la mesa y la otra sosteniendo una pluma con aire impaciente. Sus ojos oscuros me taladran con una mezcla de incredulidad y desprecio.Esto es una pesadilla.El abogado que Clara consiguió
SalvadorLa rabia como nunca la he sentido se enciende en mi cuerpo, es algo tan palpable que casi siento que puedo tocarla. No puedo creerlo.Es como si todo fuera parte de una burla cósmica, pues no puedo creer que la mujer que me humilló hace meses en un restaurante, esa misma que Renata odia y se encargó de desacreditar ante todos, está aquí, en mi oficina, frente a mí, diciendo que no tiene el dinero para pagar lo que me debe.Tres millones de dólares.Tres. Malditos. Millones.Mis ojos van hasta ella. Trae puesta ropa medianamente formal, pero aún asi su cuerpo se ajusta a la tela y su pecho se marca por encima de lo normal.En especial cuando cruza los brazos, su postura es desafiante, pero veo el temblor sutil en sus dedos, el leve movimiento de su garganta cuando traga saliva. Está aterrada.Y debería estarlo.—Yo… yo no tengo ese dinero.Mis dientes se aprietan con fuerza, esto es el colmo del descaro. El dinero estaba en su maldita cuenta.Pero por supuesto que no lo tiene