LOISAquel sábado fue maravilloso con Emmanuel.El domingo estuvimos juntos toda la mañana, hasta el almuerzo.Él había aparecido en mi casa desde temprano, de nuevo metiéndose en mi cama, de nuevo sucediendo lo obvio, pero ahora con más calma, sin la misma desesperación del sábado.Se fue después del almuerzo y me dijo que nos veríamos en la noche, en la cancha que quedaba en el pabellón D, pero no sucedió.Eran casi las once de la noche, pero él no llegaba.Habíamos quedado a las nueve y media, ya llevaba mucho esperándolo.Había hecho dos trenzas en mi cabello, llevaba ropa de deporte y me había sentido lista para un entrenamiento con él. Pero seguro aún estaba muy ocupado, incluso un domingo.Lo entendía, claro que sí, pero no debió decir que podía hacerlo si sabía que iba a estar ocupado, todo por no dejarme entrenar con Aidan.Yo necesitaba volverme más fuerte. Pero ahora mismo las ganas de renunciar simplemente venían a mí, mañana sería lunes, los días pasarían con rapidez y cu
EMMANUELLlegué temprano a la casa de Lois, pero esta vez la esperé en la puerta junto a Dexter. Esta noche le tenía una sorpresa.La noche anterior no pude asistir a su encuentro, ni tiempo de cancelar, no solo porque terminé tarde de mis compromisos, también porque pude cerrar un trato con tres chicos que compartían un piso dentro del recinto, casi en el centro.Intercambiaríamos casas, yo me quedaría con su piso para compartirlo con Lois y ellos se quedarían con mi casa, más apartada, privada y fuera del recinto universitario, perfecta para fiestas y destruir todo lo que teníamos.En fin, valía completamente la pena.Haría al medio día el último intento con el director y luego le daría la buena noticia a Lois, pero si nada de eso funcionaba, me plantaría en su casa, sin que nadie me pudiera sacar de aquí.Cuando abrió la puerta, me abalancé hacia ella para darle un abrazo.—¡Auch!—levantó sus brazos con cuidado, como si les dolieran.—Emmanuel, ya estás aquí.—Lamento no haber podi
LOISSeguía sin entenderlo, ¿por qué hacíamos esto? ¿Desde cuando a Viviana le gustaban los chicos como Aidan?No me explicaba.—¿Y yo por qué tengo que ponerme esto?—ella había venido a mi casa con todo un bolso lleno de cosas. Obviamente no teníamos la misma talla, era más alta y delgada que yo, pero a su vez tenía más pechos y una linda cadera y su trasero era de admirar, firme y redondeado.No sé a donde llevó mis vaqueros y mi deportiva, pero desde que salí del baño ellos ya no estaban junto a mi cama.—¿Cómo es el sexo con Emmanuel?—¡No me cambies el tema! Y eso no se pregunta, Viviana. Es privado.—Te has sonrojado. ¿Has tenido fantasías con los dos? ¿Huelen igual? ¿Piensas en un trío con esos Alfas?—le di la espalda, intentando evadir sus preguntas, corrió frente a mí y me arrebató la toalla, dejándome desnuda.—¡Viviana!—¡¿Son moretones?! ¡Mierda! Sí que juega rudo.—aquella vez Emmanuel estaba muy impaciente, no es que me hiciera daño, no me dolían más que las piernas, pero
AIDANCuando Lois salió por esa puerta, el colgante quemó en mi pecho, la habitación pareció volverse más y más pequeña, hasta que pareció calentarse. Sus ojos se detuvieron en Emmanuel y también en mí, Viviana tiró de mi brazo y él la tomó a ella, besándola como si le perteneciera.Le pertenecía.Les pertenecía.—Quizás debamos salir.—Le dije a Viviana cuando aquella escena se volvió incómoda.—Sí, salgamos un momento antes de que se desnuden y comiencen a tener sexo delante de nosotros. Por lo visto la pareja es muy candente.Cuando salimos fuera, Viviana se acercó a mis labios, robándome el primer beso de la noche.Ella no me gustaba, ni un poco. Era común, vulgar. Y lo peor, era igual que los demás. Se creía que por ser la hija de un Alfa, por tener como herencia el mando de una manada, ya era superior a los demás o mejor. Y sí, era la típica chica hermosa que lo tenía todo, que lo quería todo y ahora me tenía en la mira, lo que me venía como anillo al dedo, porque mi presencia es
LOISCuando vi aquella mujer tocar a Emmanuel, sentí que algo se rompió dentro de mí, sus manos lo tocaban y parecía que lo acababa de besar, lo peor de todo era que él no parecía muy disgustado, dada la cercanía con esa mujer era muy obvio que ellos se conocían.Cuando salí corriendo para huir de lo que presencié, llegaron tantas cosas a mi cabeza que sé que muchas de ellas no tenían sentido y procuraba no prestarle atención.—¡Es que te lo dije!—decía Viviana a mi lado, luego de subir al coche me recosté a su hombro.Cuando miré por la ventanilla, Emmanuel corría hacia acá, tomado de la mano de esa mujer.Me sentía tonta, a penas nos veíamos unas horas a la semana, no teníamos mucho tiempo conociéndonos y no ayudaba en nada todo este lío de la universidad y lo mucho que yo no encajaba aquí.Tenía ganas de irme, ¿podría hacerlo?—¿Estás bien, Lois?—Déjala, no hablará. Pero sabe que yo se lo dije. ¡Ese idiota! Se creen los más importantes de todo el mundo, pero no es así. Con Lois no
AIDAN—¿Aquí vives?—Justo aquí.—Creí que tendrías otro espacio más…extravagante.—¿Por qué? Ser el hijo del director no me da beneficios, al contrario, me los quita.No sé cómo fue que llegamos aquí, pero ella no se despegó de mi‚ hasta aceptar traerla aquí. Era muy molestosa, insistente y todo un fastidio.Le mostré mi habitación, para suerte mía papá no estaba o no dejaría que Viviana se quedara.¿Por qué me importaba lo que pensara él?La costumbre.Comenzó a desnudarse y con su cuerpo en pelotas se paseó por mi habitación.Se acomodó en mi cama, como si fuera a dormir allí.—Estoy cansada. ¿Vienes a la cama? Es una lástima que la fiesta no pudiéramos disfrutarla.—Viviana, vamos muy rápido.—esto me haría quedar como un bobo, lo sé, pero ya ella tenía esa imagen de mí de todos modos.—¿Y si te vas a dormir a tu habitación?—Desde que terminemos aquí, te juro que me iré. Primero—separó sus piernas, invitándome hacia ellas.—ven aquí.No podía, si tenía sexo con Viviana, ella podría
LOISEstaba siendo un día normal, aunque un poco gris sin saber nada de Emmanuel.Cuando Emmanuel entró al aula, todos nos quedamos en silencio cuando él se acercó al profesor, aunque todos los ojos miraban en mi dirección, cosa a la que ya me iba acostumbrando. Se escucharon los murmullos y luego volvió el silencio cuando el profesor se levantó de su silla.Yo bajé la mirada, no nos hablábamos desde la otra noche cuando tuvimos aquella discusión y ahora Emmanuel entraba a mi clase recién empezado el día.—Lois, tienes permiso. Puedes marcharte.—dijo el profesor.Emmanuel se acercó a la mesa sin decirme nada y recogió todas mis cosas, tomó mi mano y yo me puse de pie, saliendo del aula junto con él.—¿Permiso para qué?—le pregunté estando fuera.—¿A dónde vamos?—Nos vamos, Lois. Pasemos por tu casa y así tomas algunas cosas que necesites.—Espera…¿a qué te refieres? Quiero saber a dónde vamos.—todo era muy extraño.Dexter se nos acercó al ver que yo salía del aula.—Iremos de viaje, D
LOISÍbamos en el tren.Pasaban tantas cosas por mi cabeza, que intentaba organizarlas por orden de importancia. Al parecer no sería un viaje largo, porque no tomamos billetes que incluyeran habitaciones y esos lujos, sino que estábamos en lo último del tren, aquel vagón olvidado donde solo se atrevían a entrar los que no tenían otra salida.Emmanuel llevaba una capucha puesta, casi cubriendo todo su rostro, sujetaba mi mano en cada paso que dábamos, buscando nuestros asientos, porque entramos en el último segundo, cuando el tren ya iba a salir.Vimos los números de aquellos dos que estaban vacíos en medio de otros ocupados, él entró primero, tomando mi mochila, y sin soltar mi mano. Nuestras piernas chocaban al caminar para llegar a los asientos porque todo era muy estrecho y los que estaban sentados no tenían ni la más mínima delicadeza de recoger sus piernas. Él dejó la mochila debajo de su asiento y se colocó a mi lado, echó su capucha hacia atrás, mostrando su rostro, dejó ese be