LOISEstaba siendo un día normal, aunque un poco gris sin saber nada de Emmanuel.Cuando Emmanuel entró al aula, todos nos quedamos en silencio cuando él se acercó al profesor, aunque todos los ojos miraban en mi dirección, cosa a la que ya me iba acostumbrando. Se escucharon los murmullos y luego volvió el silencio cuando el profesor se levantó de su silla.Yo bajé la mirada, no nos hablábamos desde la otra noche cuando tuvimos aquella discusión y ahora Emmanuel entraba a mi clase recién empezado el día.—Lois, tienes permiso. Puedes marcharte.—dijo el profesor.Emmanuel se acercó a la mesa sin decirme nada y recogió todas mis cosas, tomó mi mano y yo me puse de pie, saliendo del aula junto con él.—¿Permiso para qué?—le pregunté estando fuera.—¿A dónde vamos?—Nos vamos, Lois. Pasemos por tu casa y así tomas algunas cosas que necesites.—Espera…¿a qué te refieres? Quiero saber a dónde vamos.—todo era muy extraño.Dexter se nos acercó al ver que yo salía del aula.—Iremos de viaje, D
LOISÍbamos en el tren.Pasaban tantas cosas por mi cabeza, que intentaba organizarlas por orden de importancia. Al parecer no sería un viaje largo, porque no tomamos billetes que incluyeran habitaciones y esos lujos, sino que estábamos en lo último del tren, aquel vagón olvidado donde solo se atrevían a entrar los que no tenían otra salida.Emmanuel llevaba una capucha puesta, casi cubriendo todo su rostro, sujetaba mi mano en cada paso que dábamos, buscando nuestros asientos, porque entramos en el último segundo, cuando el tren ya iba a salir.Vimos los números de aquellos dos que estaban vacíos en medio de otros ocupados, él entró primero, tomando mi mochila, y sin soltar mi mano. Nuestras piernas chocaban al caminar para llegar a los asientos porque todo era muy estrecho y los que estaban sentados no tenían ni la más mínima delicadeza de recoger sus piernas. Él dejó la mochila debajo de su asiento y se colocó a mi lado, echó su capucha hacia atrás, mostrando su rostro, dejó ese be
AIDANAquella noche cené con mi padre. No decía nada de Lois y Emmanuel, pero era el segundo día que no estaban.Tendría que preguntar. ¿No se daba cuenta que se habían escapado?—¿Sabes algo de Lois? Ayer salió de clases y hoy no asistió—dije.—Llegarán dentro de nada, seguro esta misma noche.—¿Cómo podía afirmar eso cuando no sabía nada de eso? ¿Por qué ignoraba el hecho de que ellos ya no estaban? ¿No le importaba?Me daba cuenta que él no sabía nada de lo que pasaba y yo me preguntaba los motivos verdaderos para que ellos dos escaparan.—Yo…quiero verla.—Seguro mañana llega de nuevo a clases.—¡No lo hará!—golpeé la mesa y me puse de pie, las manos me hormigueaban y la mirada severa de él no tenía efecto alguno en mí. En mi pecho sentía cosas y la fuerte necesidad de ver a Lois solo iba creciendo.—¡Quiero verla! ¿Por qué no lo entiendes?—¿Cómo quieres que lo entienda si no me lo explicas? No sé lo que te pasa con esa chica.—¡Lo sabes! ¡¿Por qué demonios me dijiste que me acerca
Atravesando el umbral del reino vampiro, un suspiro de alivio escapó de mis labios mientras respiraba el aire fresco y familiar del mundo exterior. Mis ojos se adaptaban a la luz del sol, un contraste marcado con la oscuridad perpetua del reino que acababa de dejar atrás, con tan pocas horas de sol allí.Allí, en el borde del territorio de mi manada, me esperaban mis padres. Mi padre, el Alfa, con su imponente postura que imponía respeto incluso en el silencio, y mi madre, la luna de manada, cuya ternura siempre se ocultaba detrás de una fachada de fortaleza.Al acercarme, mi padre me envolvió en un abrazo fuerte y breve, un gesto de bienvenida y alivio. Luego, fue mi madre quien, con lágrimas en los ojos, me besó la frente antes de quebrarse en un sollozo contenido.—Emmanuel ha escapado con Lois—dijo ella, su voz temblorosa por la emoción—. Esa omega es una mala influencia para él. Tu hermano nunca haría algo así por su cuenta.Sacudí la cabeza, desconcertado.—Imposible, madre. Loi
EZEQUIELLa idea de lo que estaba por hacer, de encontrar a Emmanuel y Lois y enfrentar las consecuencias de sus acciones, me llenaba de un sentimiento agridulce.Conocía bien a mi hermano; sabía que no estaría lejos. Emmanuel siempre había tenido una conexión especial con ciertos lugares del bosque, rincones secretos donde solíamos jugar cuando éramos niños. Era allí donde empezaría mi búsqueda. Aunque conocía el destino, el viaje en sí me llenaba de nerviosismo. ¿Qué sucedería una vez que los encontrara? ¿Cómo reaccionaría Emmanuel al saber que nuestros padres querían reemplazar a Lois? O quizás ya lo sabía, por eso el motivo de su huida, sé que no era lo correcto, pero me preguntaba qué habría hecho yo, quizás lo mismo que él o… solamente rechazarla, tal como lo hice antes.Mi idea central era que Emmanuel estaba en algún lugar que yo conocía, porque tampoco lo creía capaz de aventurarse a lugares nuevos con Lois, tendría que irse a lo seguro, a lo que él creía seguro, pero… no pod
LOISEl bosque se mueve a mi alrededor, sombras danzantes que se alargan y distorsionan mientras grito de dolor. Es mi primera transformación en mucho tiempo, y para una simple omega, el proceso es un tormento más allá de lo que puedo soportar. Mis huesos crujen y se quiebran, cada grito que escapa de mis labios resuena en la oscuridad.No recordaba que fuera tan doloroso, no sabía que volviera a serlo.—¡Ahhh! —Grito, el sonido desgarrando el aire nocturno. El dolor es un fuego vivo en mis venas, una tortura que parece interminable.Emmanuel se mantiene a solo un paso de distancia, su lobo aúlla en señal de apoyo, pero eso no alivia mi sufrimiento. Grito más fuerte, sintiendo cómo mis huesos se rompen y se reconfiguran con una lentitud agonizante. El dolor es tan intenso que siento que voy a desmayarme.No lo resisto… no puedo.El miedo a decepcionar a Emmanuel se apodera de mí.Es un miedo constante que tengo desde que conocí a sus padres, porque a ellos ya los he decepcionado, pero
LOISMis patas tiemblan; es la primera vez que paso tanto tiempo en esta forma. La cabaña está a solo unos metros de nosotros, y en lo alto, la luna nos ilumina.El pelaje de Emmanuel definitivamente brilla. Parece estar dormido, así que me pongo de pie, casi tambaleándome.Debe ser de madrugada.Algunas cosas crujen bajo mis patas con cada pisada.Está bien, está muy bien todo esto. La naturaleza me rodea y es la primera vez que me siento libre de ser yo misma. Y con todo el dolor que sufrí hasta llegar a este aspecto, no quiero cambiarlo. Quiero estar así más tiempo.Los omegas no tenemos la libertad de transformarnos a nuestro antojo, no porque físicamente no seamos capaces, sino porque no es permitido. Esto conlleva a que cada transformación sea más dolorosa que la anterior. Sabía que dolía, pero no pensé que fuera tan intenso. Era pequeña, pero estar en este estado me daba una libertad que jamás había apreciado porque no se nos da la oportunidad de hacerlo, no en nuestro puesto t
Aidan No sabía cómo terminé envuelto en aquello, pero jamás se me ocurriría meterme en una pelea de lobos. Sin embargo, el collar ardía en mi pecho y había escuchado la voz de Lois gritar. Cuando olfateé su sangre, casi me vuelvo loco. Corrí hacia el lugar, ocultándome, pero aquel Alfa se dio cuenta de mi presencia. Aun así, no me prestó atención, ya que estaba en una feroz pelea con Emmanuel mientras los otros lobos rodeaban a Ezequiel y a Lois.—¡Llévatela de aquí! —gritó Ezequiel hacia mí justo antes de transformarse en aquella peluda y enorme bestia.Corrí hacia Lois, pero los otros lobos intentaron ponerse en mi camino. Ezequiel los mantenía a raya.Tenía que sacarla de aquí.Ella estaba herida, sangraba mucho, tenía una mordida en su cuello y yo... Olía a Ezequiel en ella, la acababa de marcar. ¿Justo en este momento? ¿Justo ahora? ¿Aquí? Tomé su cuerpo desnudo con delicadeza y la acuné mientras detrás de nosotros se desataba una feroz pelea.Era la manada más grande, la manada