AIDANCuando Lois salió por esa puerta, el colgante quemó en mi pecho, la habitación pareció volverse más y más pequeña, hasta que pareció calentarse. Sus ojos se detuvieron en Emmanuel y también en mí, Viviana tiró de mi brazo y él la tomó a ella, besándola como si le perteneciera.Le pertenecía.Les pertenecía.—Quizás debamos salir.—Le dije a Viviana cuando aquella escena se volvió incómoda.—Sí, salgamos un momento antes de que se desnuden y comiencen a tener sexo delante de nosotros. Por lo visto la pareja es muy candente.Cuando salimos fuera, Viviana se acercó a mis labios, robándome el primer beso de la noche.Ella no me gustaba, ni un poco. Era común, vulgar. Y lo peor, era igual que los demás. Se creía que por ser la hija de un Alfa, por tener como herencia el mando de una manada, ya era superior a los demás o mejor. Y sí, era la típica chica hermosa que lo tenía todo, que lo quería todo y ahora me tenía en la mira, lo que me venía como anillo al dedo, porque mi presencia es
LOISCuando vi aquella mujer tocar a Emmanuel, sentí que algo se rompió dentro de mí, sus manos lo tocaban y parecía que lo acababa de besar, lo peor de todo era que él no parecía muy disgustado, dada la cercanía con esa mujer era muy obvio que ellos se conocían.Cuando salí corriendo para huir de lo que presencié, llegaron tantas cosas a mi cabeza que sé que muchas de ellas no tenían sentido y procuraba no prestarle atención.—¡Es que te lo dije!—decía Viviana a mi lado, luego de subir al coche me recosté a su hombro.Cuando miré por la ventanilla, Emmanuel corría hacia acá, tomado de la mano de esa mujer.Me sentía tonta, a penas nos veíamos unas horas a la semana, no teníamos mucho tiempo conociéndonos y no ayudaba en nada todo este lío de la universidad y lo mucho que yo no encajaba aquí.Tenía ganas de irme, ¿podría hacerlo?—¿Estás bien, Lois?—Déjala, no hablará. Pero sabe que yo se lo dije. ¡Ese idiota! Se creen los más importantes de todo el mundo, pero no es así. Con Lois no
AIDAN—¿Aquí vives?—Justo aquí.—Creí que tendrías otro espacio más…extravagante.—¿Por qué? Ser el hijo del director no me da beneficios, al contrario, me los quita.No sé cómo fue que llegamos aquí, pero ella no se despegó de mi‚ hasta aceptar traerla aquí. Era muy molestosa, insistente y todo un fastidio.Le mostré mi habitación, para suerte mía papá no estaba o no dejaría que Viviana se quedara.¿Por qué me importaba lo que pensara él?La costumbre.Comenzó a desnudarse y con su cuerpo en pelotas se paseó por mi habitación.Se acomodó en mi cama, como si fuera a dormir allí.—Estoy cansada. ¿Vienes a la cama? Es una lástima que la fiesta no pudiéramos disfrutarla.—Viviana, vamos muy rápido.—esto me haría quedar como un bobo, lo sé, pero ya ella tenía esa imagen de mí de todos modos.—¿Y si te vas a dormir a tu habitación?—Desde que terminemos aquí, te juro que me iré. Primero—separó sus piernas, invitándome hacia ellas.—ven aquí.No podía, si tenía sexo con Viviana, ella podría
LOISEstaba siendo un día normal, aunque un poco gris sin saber nada de Emmanuel.Cuando Emmanuel entró al aula, todos nos quedamos en silencio cuando él se acercó al profesor, aunque todos los ojos miraban en mi dirección, cosa a la que ya me iba acostumbrando. Se escucharon los murmullos y luego volvió el silencio cuando el profesor se levantó de su silla.Yo bajé la mirada, no nos hablábamos desde la otra noche cuando tuvimos aquella discusión y ahora Emmanuel entraba a mi clase recién empezado el día.—Lois, tienes permiso. Puedes marcharte.—dijo el profesor.Emmanuel se acercó a la mesa sin decirme nada y recogió todas mis cosas, tomó mi mano y yo me puse de pie, saliendo del aula junto con él.—¿Permiso para qué?—le pregunté estando fuera.—¿A dónde vamos?—Nos vamos, Lois. Pasemos por tu casa y así tomas algunas cosas que necesites.—Espera…¿a qué te refieres? Quiero saber a dónde vamos.—todo era muy extraño.Dexter se nos acercó al ver que yo salía del aula.—Iremos de viaje, D
LOISÍbamos en el tren.Pasaban tantas cosas por mi cabeza, que intentaba organizarlas por orden de importancia. Al parecer no sería un viaje largo, porque no tomamos billetes que incluyeran habitaciones y esos lujos, sino que estábamos en lo último del tren, aquel vagón olvidado donde solo se atrevían a entrar los que no tenían otra salida.Emmanuel llevaba una capucha puesta, casi cubriendo todo su rostro, sujetaba mi mano en cada paso que dábamos, buscando nuestros asientos, porque entramos en el último segundo, cuando el tren ya iba a salir.Vimos los números de aquellos dos que estaban vacíos en medio de otros ocupados, él entró primero, tomando mi mochila, y sin soltar mi mano. Nuestras piernas chocaban al caminar para llegar a los asientos porque todo era muy estrecho y los que estaban sentados no tenían ni la más mínima delicadeza de recoger sus piernas. Él dejó la mochila debajo de su asiento y se colocó a mi lado, echó su capucha hacia atrás, mostrando su rostro, dejó ese be
AIDANAquella noche cené con mi padre. No decía nada de Lois y Emmanuel, pero era el segundo día que no estaban.Tendría que preguntar. ¿No se daba cuenta que se habían escapado?—¿Sabes algo de Lois? Ayer salió de clases y hoy no asistió—dije.—Llegarán dentro de nada, seguro esta misma noche.—¿Cómo podía afirmar eso cuando no sabía nada de eso? ¿Por qué ignoraba el hecho de que ellos ya no estaban? ¿No le importaba?Me daba cuenta que él no sabía nada de lo que pasaba y yo me preguntaba los motivos verdaderos para que ellos dos escaparan.—Yo…quiero verla.—Seguro mañana llega de nuevo a clases.—¡No lo hará!—golpeé la mesa y me puse de pie, las manos me hormigueaban y la mirada severa de él no tenía efecto alguno en mí. En mi pecho sentía cosas y la fuerte necesidad de ver a Lois solo iba creciendo.—¡Quiero verla! ¿Por qué no lo entiendes?—¿Cómo quieres que lo entienda si no me lo explicas? No sé lo que te pasa con esa chica.—¡Lo sabes! ¡¿Por qué demonios me dijiste que me acerca
Atravesando el umbral del reino vampiro, un suspiro de alivio escapó de mis labios mientras respiraba el aire fresco y familiar del mundo exterior. Mis ojos se adaptaban a la luz del sol, un contraste marcado con la oscuridad perpetua del reino que acababa de dejar atrás, con tan pocas horas de sol allí.Allí, en el borde del territorio de mi manada, me esperaban mis padres. Mi padre, el Alfa, con su imponente postura que imponía respeto incluso en el silencio, y mi madre, la luna de manada, cuya ternura siempre se ocultaba detrás de una fachada de fortaleza.Al acercarme, mi padre me envolvió en un abrazo fuerte y breve, un gesto de bienvenida y alivio. Luego, fue mi madre quien, con lágrimas en los ojos, me besó la frente antes de quebrarse en un sollozo contenido.—Emmanuel ha escapado con Lois—dijo ella, su voz temblorosa por la emoción—. Esa omega es una mala influencia para él. Tu hermano nunca haría algo así por su cuenta.Sacudí la cabeza, desconcertado.—Imposible, madre. Loi
EZEQUIELLa idea de lo que estaba por hacer, de encontrar a Emmanuel y Lois y enfrentar las consecuencias de sus acciones, me llenaba de un sentimiento agridulce.Conocía bien a mi hermano; sabía que no estaría lejos. Emmanuel siempre había tenido una conexión especial con ciertos lugares del bosque, rincones secretos donde solíamos jugar cuando éramos niños. Era allí donde empezaría mi búsqueda. Aunque conocía el destino, el viaje en sí me llenaba de nerviosismo. ¿Qué sucedería una vez que los encontrara? ¿Cómo reaccionaría Emmanuel al saber que nuestros padres querían reemplazar a Lois? O quizás ya lo sabía, por eso el motivo de su huida, sé que no era lo correcto, pero me preguntaba qué habría hecho yo, quizás lo mismo que él o… solamente rechazarla, tal como lo hice antes.Mi idea central era que Emmanuel estaba en algún lugar que yo conocía, porque tampoco lo creía capaz de aventurarse a lugares nuevos con Lois, tendría que irse a lo seguro, a lo que él creía seguro, pero… no pod