LoisMis pensamientos estaban hechos un caos. La culpa, el miedo, la desesperación, todo se mezclaba en mi cabeza, volviéndome incapaz de pensar con claridad.Aidan estaba en peligro, lo sabía, lo sentía en cada fibra de mi ser. Había intentado mantener la calma, encontrar una solución, pero la realidad era que no podía. No había forma de ignorar lo que estaba pasando, y cada minuto que pasaba sin hacer nada me llenaba de más angustia.Me puse de pie de golpe, incapaz de soportar la sensación de impotencia un segundo más. Emmanuel y Ezequiel entraron en la habitación al mismo tiempo, como si hubieran sentido mi desesperación a través del vínculo que compartíamos.—No sabemos cómo acabará esto —dije, rompiendo el silencio que había colgado sobre nosotros como una nube oscura. Las palabras me dolían en la garganta, pero necesitaba decirlas.Emmanuel se acercó a mí, y cuando tomó mi mano, el contacto me hizo sentir una chispa de consuelo, aunque breve.—Hay una solución clara para estos
AIDANMis muñecas duelen por las ataduras que me retienen en este rincón oscuro de la fortaleza. La piedra fría bajo mis pies descalzos succiona el calor de mi cuerpo, como si intentara robar lo poco que me queda de energía. El aire apesta a sangre y muerte, quizás también a mi propia desesperación, esa que no quiero dejar ver, pero que… conforme pasaron las horas solo fueron en aumento.Las puertas rechinan. No necesito levantar la vista para saber quién es. Enzo. Camina con la arrogancia de alguien que cree haber ganado antes de empezar a jugar. Y lo ha hecho. Al menos por ahora. Tiene toda la ventaja y está muy enojado, pese a sus intentos desmesurados por no verter su rabia en mí.Lo veo acercarse con aquel maldito collar colgando de su cuello. La joya oscura absorbe la luz como un agujero sin fondo, el símbolo de su dominio. Con eso, él puede caminar bajo el sol sin arder, mientras que yo soy una anomalía. —Vamos… verás el amanecer —dice Enzo con una sonrisa lenta, cruel. Me
AidanEl viento golpea mi rostro mientras corro sin detenerme. El bosque arde a mi alrededor, el fuego crepitando con fuerza descontrolada. No sé cuánto tiempo llevo corriendo, pero cada paso deja una estela de destrucción tras de mí. Si quería pasar desapercibido, he empezado mal.Las llamas devoran la maleza seca, las hojas crujen en un estallido de cenizas, el aire se vuelve sofocante con el humo denso que asciende en espirales oscuras hacia el cielo. Estoy incendiando todo a mi paso. Las sombras de los árboles proyectan figuras deformes bajo el resplandor anaranjado del fuego. Escucho el batir frenético de alas, el crujido de ramas quebrándose, el golpeteo de pezuñas contra el suelo. Los animales huyen despavoridos, el instinto de supervivencia guiándolos lejos de la amenaza en la que me he convertido y el fuego que llevo conmigo. Siento el pulso desbocado en mis sienes. Mi respiración es errática. Tengo que detenerme. Las llamas que envuelven mi cuerpo chisporrotean, deslizá
ENZOEl lugar está cargado de murmullos, voces inquietantes que se deslizan entre los pasillos sombríos de la fortaleza. Las paredes de piedra parecen susurrar entre ellas, repitiendo la misma revelación con un tono espectral, como si fueran testigos de algo que nunca debió suceder. Otro vampiro camina bajo el sol. Las palabras recorren la fortaleza como una infección, propagándose en cada sombra, alimentando la incredulidad y el miedo. No es un rumor. No es una exageración. Es real. Mi mandíbula se tensa. Mis colmillos presionan contra mi propia carne. Mis manos se cierran en puños con tanta fuerza que mis uñas amenazan con perforar la piel. Irritación. Furia. Incredulidad. Ninguna de esas emociones, por abrasadoras que sean, se compara con la rabia incandescente que me consume cuando pienso en él. Aidan. Se ha escapado. Pero no de cualquier forma. Ardiendo. Como una estrella fugaz que desafía su propio destino. El fuego no lo destruyó. Lo abrazó. Se convirtió en él. C
THORNEEl aire estaba lleno de desconfianza, espeso como una tormenta a punto de estallar. Enzo me miraba con esa expresión de calculada indiferencia que no engañaba a nadie. Sus ojos lo traicionaban, una grieta en su máscara habitual de superioridad. No me fiaba de él. Nunca lo había hecho del todo, pero ahora tenía más razones que nunca para no hacerlo. Un vampiro en llamas había cruzado hacia territorio de los humanos, al menos esa era la versión que Enzo me daba y la cual me costaba creer. ¿Un vampiro en llamas? Sonaba a los típicos cuentos de terror que se les contaba a los niños… todo ficción. No podía haber un vampiro en llamas, la frase en sí misma se contradecía, a menos que fuese un vampiro en llamas… muriendo, no escapando.Y ese problema, uno que aún no terminaba de entender, era ahora también mío. —Llévame a la frontera —ordené con voz firme, sin dejar espacio a discusión. Estaba cansado de perder tiempo con esto.Enzo alzó una ceja, su sonrisa ladina apenas disimu
EMMANUELSoy el primero en verlo entrar. El portón del castillo cruje bajo su fuerza, y el eco de sus pasos retumba como un tambor de guerra. Mi padre, Thorne, no camina: aplasta el suelo con cada zancada, su furia contenida en los hombros anchos que podrían derribar montañas. Ezequiel está a mi lado, rígido, con los puños apretados, pero soy yo quien debe hablar. Siempre he sido yo. El aire huele a hierro y ceniza, y mi pecho se tensa como si algo dentro quisiera romperse. No puedo dejar que lo haga.Estamos aquí porque necesitamos cambiar las cosas, necesitamos a Lois y para eso las condiciones deben ser mejores para ella, para nuestra relación.— ¿Vienen a rendirse? —Su voz corta el silencio, grave, un gruñido disfrazado de pregunta. Sus ojos, duros como el acero, nos barren a mí y a Ezequiel como si fuéramos cachorros insolentes. No se sienta en su trono; se queda de pie, imponente, una torre de músculo y voluntad que nos recuerda que él es el alfa. Siempre lo ha sido—. ¿O creen q
EZEQUIELNo aguanto más. Su voz me taladra los oídos, esa calma podrida mientras Emmanuel sigue hablando como si palabras pudieran detener a este monstruo. Thorne está ahí, de pie, una maldita montaña de músculo y furia tranquila, mirándonos como si fuéramos mierda en sus botas. Mi sangre hierve, mis puños tiemblan, y el sol dentro de mí ruge como una bestia enjaulada. No voy a dejar que nos quite lo que es nuestro. No voy a dejar que la arranque de mí.Mientras más dura esto, más se alarga la distancia entre Lois y nosotros, no puedo soportarlo más. Vinimos a arreglar eso, no a perder el tiempo.Mi orgullo es un incendio, y voy a quemarlo todo.— ¿El círculo? —bramo, dando un paso que hace crujir el suelo—. ¡No necesito tu maldita prueba, viejo! ¡Soy un alfa! ¡Y no te dejaré pisarme!Thorne me clava los ojos, y su boca se tuerce en una mueca que no llega a sonrisa.— ¿Tú? —Su voz es un latigazo, seca y afilada—. Eres un cachorro rabioso. Siéntate antes de que te rompa.Eso es todo. E
LOISNo sé cómo llegué aquí. Mis pies me trajeron, huyendo, siempre huyendo, como si correr pudiera borrar lo que soy. El bosque se abrió hace rato, y ahora el aire es diferente, más pesado, dulce, como si alguien hubiera derramado miel sobre la tierra. Estoy en un lugar que no conozco. El territorio prohibido, supongo, aunque nunca lo he visto en los mapas de la manada. Nadie habla de él. Nadie viene. Mucho menos yo, una omega.Y yo, estúpida, débil, pensé que aquí podría esconderme. Que aquí no me encontrarían. Todo lo que deseaba era alejarme lo más que pudiera de ellos, soy la razón de sus desgracias, soy el motivo de lo que está pasando, incluso con Aidan.Aidan…El suelo cruje bajo mis pies, cubierto de hojas doradas que brillan, aunque no hay sol. Los árboles son altos, más altos de lo normal, con troncos plateados que parecen brillar desde dentro. Todo es demasiado quieto. No hay viento, no hay pájaros. Solo el sonido de mi respiración, rápida, entrecortada. Me detengo junto a