Sabe que tengo dos pies izquierdos, pero como sé que no aceptará un rechazo, entonces me levanto tomando su mano. —Gaspard...Me sonríe. —Olvida el entorno, te guiaré como aquella vez. —me guiña un ojo. Bailamos, una canción lenta suena. Me pega a su pecho y ahí descanso la cabeza, fallo en algunos pasos, pero hago lo mejor que puedo y valoro que me anime a seguir la pieza. Se separa de mí y me mira a los ojos.—¿Te ha invitado o forzado a venir? —curiosea. —No, no es lo que crees —inspiro hondo —. En realidad arruiné algo, a la hora de decirle que estaba dispuesta a hacer lo que fuera, me impuso venir con él, no tenía opción. —Lo sabía, te obligó —resopla.—Sí, pero esta vez si he tenido toda culpa.—Espera...Dejo de moverme y, se acerca a mi cara y algo aturdida siento la colisión devorando. Solo acomoda un mechón de mi cabello echándolo atrás, no proyecta otra intención. De pronto soy consciente de lo íntimo que se siente estar tan cerca suyo, entonces al pasar los minutos re
Han pasado más de quince minutos, no lo sé, para mí dejó de existir el tiempo. Doy un respingo con su llegada súbita. —Ven aquí. —dice, observo que tiene dos copas y una botella de... ¿vino? —¿No te ha sido suficiente todo lo que tomaste en el evento? Y no beberé contigo —me cruzo de brazos, renuente hasta la médula. —Mira al cielo, la noche es hermosa, ¿no te parece? —menciona, en efecto lo es, es un cielo nocturno tachonado de estrellas, como un lienzo en negro pero escarchado. Sin embargo, ¿a qué viene eso? Hace rato era un hombre furibundo, ahora un tipo soltando comentarios ajenos a su ser; no lo comprendo. Me levanto y dirijo mis pasos hacia la tumbona, Silvain me sirve un poco de vino, le dejo el brazo tendido. —No quiero, ya te dije. —Tómala, una no te hará mal. Para que deje el fastidio la acepto. No bebo aún, apenas a los minutos le doy un pequeño sorbo. La brisa que hace es fresca, aún así cada oleada eriza los vellos de mi piel. Silvain está de lo más cómodo en otr
Es increíble cuántas cosas pasan en ocho semanas, se va el tiempo de volada, de una forma que te desequilibra. Días después de la gala salieron fotos mías y de Silvain en revistas, afortunadamente no surgieron especulaciones, quedó claro que fui solo una acompañante, su asistente. Así que el hecho lo dejé en el pasado. Antier estaba en la celebración de la graduación de Mila, pasándola genial, feliz porque ella lo es, hoy se oscurece el mundo. Todo sucede con premura, en un respiro ya nos vemos sobre una fecha disque lejana. Es cuestión de dos segundos y se vuelve pasado. La forma tan absurda como ocurre el desenlace y te pone en consecuencia un resultado es una bomba explosiva. Mientras más lo veo, menos lo creo, soy una víctima del estallido y tirada en el suelo del baño con una prueba de embarazo en la mano, encuentro los escombros de un impacto poco amortiguado. Siento el yeso frío de la pared, parte de un espacio que jamás sentí reducirse tanto, me aprisiona y el ahogamiento rod
Michael se atraviesa en mi camino. Ruedo los ojos, no estoy de humor ahora y nunca con él. Sonríe y me tiende un capuchino, no quiero ser grosera y lo tomo. —Hola, Michael, gracias. —A la orden siempre, preciosa. ¿Qué me dices de salir esta tarde? —Digo que no, no te pases de listo. —¿Aún piensas en lo del otro día? —curiosea, se refiere al incidente por su culpa. —No lo olvido, pero no me interesa. Tengo cosas más importantes qué hacer. —me alejo de él. Me alcanza y toma mi antebrazo, lo miro enfadada. —Voy a conquistarte, Aryanna, solo es cuestión de tiempo. —Estás loco, déjame. —Viscardi, ven a mi oficina —los dos giramos la cabeza hacia nuestro jefe.Hoy más que otro día me provoca un llavero de nervios, ese arrebato de aire que me lanza a una altura donde no hay oxígeno. Mi sangre corre vertiginosa debajo de mi piel, me pregunto si Silvain es capaz de notar la anormalidad en mí cuando voy a su par rumbo a meternos en la caja metálica; que intuya lo que me pase me aterra.
—Me vine a casa, Ambra. Estoy exhausta, y debo prepararme para el viaje el viernes. —Te entiendo, puede ser otro día. Y no olvides que si necesitas hablar de algo que te esté poniendo mal, puedo ser tu confidente. —Sí, lo agradezco. Pasa una linda noche. —Igual, nos vemos mañana. Dejo el aparato en la cama; entonces suspiro a orillas de la colcha. Me saco el calzado, pronto voy al baño a ducharme. Los siguientes días son cruciales, sí o sí Silvain debe saberlo. Hoy en la junta me sentí extraviada, cansada y casi me quedo dormida, claro que mi jefe lo notó y me gané un regaño. Antes de irme a la habitación, veo mi desnudes ahí, en ese espejo que exclama a voces la verdad. Me pongo de un costado y avisto la pronunciación que ignoré, ahora que cedo con pavor a la realidad, es tangible el estado y mis latidos se disparan. Hay vida dentro de mí, crece una razón, soy su refugio. Mientras más toco la zona abultada se restan los temores, nace una sensación desconocida, y solo es cuesti
Mi mandíbula cae al suelo de solo ver el aeroplano, un magnífico y verdadero palacio aéreo, está equipado con la más alta tecnología e increíbles facilidades dignas de un millonario. Él puede darse el lujo de poseer un avión privado y viajar con todo lo que desee y comodidad a cualquier lugar del mundo, evitando de esa manera las penurias de los aeropuertos para vuelos comerciales.No podía faltar su explicación sobre su Airbus ACJ319. Se ha personalizado con diferentes módulos. Además de poseer una cabina espaciosa, se puede disfrutar de una cocina y un baño en la parte delantera del avión, un dormitorio y un cuarto de baño completo en la parte trasera.El confort que brindan los asientos ergonómicos de yet es celestial. Acabados en cuero y chapa de madera y metales que le dan al interior de la aeronave un ambiente luminoso y de lujo. La exuberancia que hay le da al avión un aire ejecutivo. Me acomodo en mi lugar. Él se ubica a mi par, como si no hubiera suficiente espacio. Cabe me
—¿Podrías dejar de verme? —pido, no es que deje ver mi desnudes con el albornoz, de todos modos su ojo intenso me pone nerviosa. —Si te apareces así no exijas que mire a otro lado. —justifica tan atrevido. —Olvidé mi ropa, es todo. —dejo salir el aire de manera sonora. —Acabemos con esto de una vez —lo escucho decir, solo después me doy cuenta de que vino a mí, entonces mientras hurgo entre mis cosas él me toma del brazo sin un vestigio de delicadeza. Quiero reclamar, pero ya Silvain se ha atrevido a desatar el albornoz, dejando al descubierto mi secreto; no importa cuanto forcejeé, es más fuerte que yo y ya nada tapa mi desnudes. Avergonzada y completamente abrumada por su osadía me dejo caer al suelo tapándome la cara y llorando. Es denigrante, un acto inaceptable de su parte. —Eres un imbécil. —¡¿Cuánto tiempo me lo seguirías ocultado?! El malestar, la ropa, tu comportamiento bipolar, ¿crees que soy idiota? —¡Ya deja de gritarme! —exclamo fuerte, aún en el rompimiento —. Lo
Es sábado, primera mañana en Roma, despertar en la ciudad eterna debería de ser bonito, algo especial, sin embargo yo sigo embaucada en la dureza de su habla, ha llegado a lastimar como una especie de improperios venenosos. Me siento en el sofá y estudio la suite, no veo rastro suyo. Luego comprendo que está en el balcón tomando el desayuno; como otros días, hoy no deseo verlo, que sostenga sus ojos en los míos prosiguiendo con el rechazo que es tácito en los celestes profundos, es mucha crueldad con la que no puedo soportar. Ser tan débil y frágil es una maldición, ahora que estoy embarazada la revolución es austera, el dominio de mis emociones nunca fueron tan descarriladas e intensas. Me acuchilla la tristeza asidua a una rabia incomprensible. Después ataca la depresión, un arma fuerte que mata si recrudece. Tomo una ducha y, me adecento. Sin llevar nada a mi estómago, tomo la tablet, repaso algunas cosas. Iremos a ver unos terrenos, también tenemos la invitación de comer con ese