41. Controlador

El amarre en mi estómago causa un horrendo vitoreo, la altura es eminente, no tan colosal como estos nervios de puntas. Y si observo a mi lado, tengo la mirada intensa de Silvain, vamos al mismo paso, aunque yo desearía ralentizar el ritmo con tal de no tenerlo así.

A la primera que nos adentramos a la compañía automotriz mi corazón se aprieta, se incomoda en su lugar y quiere irse en un disparo. Tengo la curiosa mirada de todos en mí, no sé si por ser la nueva o por llegar acompañada por el dueño de todo eso, en todo caso mi sistema colapsa en un derrumbe nervioso.

De inmediato se nos cruzan caras desconocidas, él soltando saludos desdeñosos y demandas por doquier, no me presenta a nadie. Solo dice que lo siga, lo hago. Nos dirigimos a un elevador. Estoy a su lado en el ascenso, un silencio clonado repercute y, enrevesa mi cabeza, me siento distinta siempre que soy atrapada por una caricia suya, su perfume es como el tacto abrasivo, haciendo fricción en mi piel y arden mis poros.

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