30| Eres mía

Zane no podía retirar la mirada de encima de Alison, estaba atrapado por el brillo de sus ojos y el deseo que emanaba de su ser.

Soltó sus manos para poder sentirlas quemando sobre sus fuertes brazos, mientras que sus piernas rodeaban su cintura al tiempo que él la pegaba contra el ventanal y la embestía con fuerza de esa forma, frente a la luz de las estrellas y edificios aledaños. Cada caricia, cada susurro entrecortado, lo acercaba más al abismo de sus propias emociones.

Se sentía tan vivo en su presencia, como si todo su mundo hubiera cobrado vida en ese instante.

Mientras sus dedos seguían explorando el calor de su piel, se detuvo un momento, observando la expresión en su rostro. Era un retrato de entrega, de vulnerabilidad y deseo, y eso solo encendió aún más su fuego interno.

Alison, a pesar de su situación, parecía estar disfrutando cada segundo, cada embestida, cada latido que resonaba en la oficina.

—Voy a hacerte sentir cosas que nunca has sentido —prometió Zane, en su oí
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