Capítulo 7
Ella, con los ojos enrojecidos, escuchaba mis últimas palabras, las lágrimas brotando de sus ojos. Cuando hablaba, se veía especialmente furiosa, como una leona protegiendo a sus cachorros.

—Todos piensan en ti, ¿y tú? ¿Has pensado en ti misma alguna vez?

Lloraba desconsoladamente, sin rastro de la delicadeza y belleza de antes. Quería limpiar las lágrimas de sus mejillas y decirle que no llorara. Solo estaba cansada, solo iba a otro mundo.

Pero ella seguía llorando, llorando por mí y compartiendo mi dolor. Sin embargo, no podía consolarla. Porque estaba cansada.

9.

Cerré los ojos. Pensé que al volver a abrirlos estaría en el cielo. Pero, tras mi muerte, continué vagando por este mundo en forma de espíritu. Observé a Irene, que se lanzaba sobre mi cuerpo, gritando desgarradoramente:

—Catalina, ¡mujer sin corazón! ¡No puedes morir! ¡Mi bebé te está esperando para que lo abraces!

Vi cómo el monitor cardíaco pasaba de sus ondas a una línea recta, y, a pesar de todo, sentí un alivio.

El tr
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