Ana deambulaba por las calles de una gran ciudad, su mirada perdida y su ropa rasgada, la hacían ver como un miembro más de las personas sin hogar, unas cuadras más adelante, un lujoso auto negro se detuvo de golpe al pasar junto a ella, Ana intento correr, pero sus débiles piernas no le respondieron, gritó con todas sus fuerzas pidiendo ayuda, había muchas personas a esa hora caminando sobre esa calle, nadie se acercó a ayudarla, era como si fuera invisible para ellos.
Del lujoso auto bajaron dos hombres, la tomaron por los brazos para después aventarla al interior del auto, ella comenzó a temblar descontroladamente, uno de los hombres subió junto a ella, enseguida le inyectó una sustancia transparente, el otro hombre tomó el volante, arrancó el auto y se alejó de ahí, avanzó despacio, sin prisa, no había de que huir, su jefe era el amo y señor de esa ciudad y gran parte del país.
Ana empezó a sentir que flotaba, en ese instante dejó de sentir miedo, las cosas a su alrededor se volvieron difusas, cerró sus ojos y se dejó llevar por esa extraña sensación.
Despertó un par de horas más tarde, se dio cuenta de que se encontraba en la misma habitación de la que había escapado días antes, comenzó a llorar desconsolada, no quería vivir de nuevo esa pesadilla, un instante después escucho que se abría la puerta, un hombre vestido elegantemente entró en la habitación seguido de otro.
—Vaya, la palomita ya regresó al nido, si vuelves a escapar o al menos intentarlo, te haré azotar y sabes que no estoy jugando, desde que tu padre te dio a cambio de sus deudas de juego, pasaste a ser propiedad de nuestro jefe, aún no define qué hará contigo, ni siquiera ha tenido interés en conocerte, así que no nos molestes o tendremos que desaparecerte, ni siquiera lo notara, le importas tan poco.
Ana escuchaba en silencio, hipaba por el llanto que intentaba contener, era una chica hermosa, tenía unos hermosos ojos oscuros como la noche, su cabello también oscuro, largo hasta la cintura, era completamente lacio, pero a ella le gustaba peinarlo con ondas, sus labios eran tan rojos como las cerezas, era alta y delgada, su tersa piel era muy blanca.
—Nuestro jefe regresará la próxima semana, así que hasta entonces estarás aquí, más vale que te comportes, ya él sabrá qué hacer contigo.
Los dos hombres salieron de la habitación, trató de calmarse, decidió darse una ducha, necesitaba limpiarse, en la habitación había algo de ropa que le habían llevado días antes, moría de hambre, había caminado sin rumbo durante dos días, no tenía a donde ir, así que durmió en la calle, no regresó a casa de su padre, esa no era opción, hubiera sido el primer lugar donde la hubieran buscado, no entendía por qué su padre le había hecho eso, vivía con él y su madrastra, esa mujer no la quería, su media hermana Alondra tampoco lo hacía.
Un ruido en la puerta de la habitación la volvió a la realidad, una mujer de avanzada edad entró con una bandeja, la mujer parecía compadecerse de la suerte de la chica.
—Es mejor que comas muchachita, a nadie dañas si no lo haces, solo a ti misma, dejó la bandeja sobre la pequeña mesa y se dio la vuelta para marcharse, Ana se puso de rodillas, abrazó las piernas de la anciana mientras suplicaba.
—Por favor debe ayudarme, yo no he hecho nada, tengo que escapar de aquí.
—No puedo hacerlo muchacha, yo no me meto en los negocios del jefe. —La mujer se reprochó que había estado a punto de decir lo que no debía.
Con dificultad se soltó del agarre de la chica y salió de prisa, Ana se levantó, se limpió las lágrimas que aún escurrían por sus mejillas, se quedó viendo hacia la charola, un exquisito aroma salía de ella, se acercó y al levantar la tapa pudo observar toda aquella deliciosa comida, comió hasta sentirse satisfecha, escondió algo de comida y una botella con jugo por si después decidían no alimentarla.
Instantes después se quedó dormida, estaba demasiado agotada que no sintió que por la noche alguien entró en su habitación, dejó la puerta entre abierta para que la luz del pasillo, así entre penumbras la observó, no podía distinguir muy bien sus facciones, el rostro del hombre no mostraba expresión alguna, después se dio media vuelta y se alejó cerrando la puerta, más tarde se reunía con sus hombres.
—Definitivamente será ella.
—¿Está seguro señor?
—Ya está decidido, así podré darle gusto a mi abuela y por fin podrá dejarme en paz.
—Como usted ordene, señor.
—Qué esté lista, a partir de mañana por la noche la visitaré.
Al día siguiente, por la noche, la anciana que le llevaba comida la visitó de nuevo, llevaba consigo algunas bolsas con diversas cosas.
—Debes bañarte, con esto le ofreció diversos productos, entre ellos jabones aromáticos, algunas cremas y perfumes —decide qué aroma te agrada más, después debes colocarte esta bata.
Le dio una pequeña bata de seda, Ana se sintió extraña por todo aquello.
—¿Qué pasa? ¿Por qué debo hacerlo?
—No preguntes jovencita solo hazlo, después de hacerlo debes acostarte con la luz apagada, recuerda lo que te dijeron los hombres que te han traído. —La anciana salió apresurada después de pedirle que tomara una extraña bebída, según dijo, era para que se relajara.
Ana decidió obedecer, no sabía de qué se trataba aquello, pero no quería que esos hombres la visitarán de nuevo.
Después de bañarse se acostó con la luz apagada tal y como la anciana le había pedido, estaba a punto de quedarse dormida cuando escucho que la puerta se abría, intentó levantarse y preguntar quién era, pero una helada y grande mano que cubrió su boca le impidió hacerlo.
—Shhh calla. —Fue lo único que escuchó, era una voz fuerte y demandante.
Lo siguiente fue una completa pesadilla para ella, aquel hombre comenzó a acariciarla, pudo sentir su aliento fresco sobre su cara, en ningún momento intentó besarla, recorrió todo su cuerpo con avidez, tenía tanto miedo que se sentía paralizada, aquel hombre invadió su cuerpo, lo hizo despacio, lo que menos quería era lastimarla, ya suficiente tenía la pobre chica con el padre que tenía.
Ana sintió que un terrible dolor invadía su interior, a aquel hombre poco le importaron sus lágrimas, después de sentirse satisfecho, se alejó de ella, se levantó y salió de la habitación, Ana maldecía su suerte, se levantó para bañarse, se sentía sucia, al hacerlo sus piernas se negaban a responder, sentía que un extraño sopor la invadía, aún sentía dolor en su vientre, al encender la luz pudo observar que la ropa de cama se había manchado de rojo.
Minutos después la anciana entró en la habitación de nuevo, sin decir una palabra, cambió las sábanas y se llevó la sucias, al notar la mancha pudo notar que sonrió con satisfacción, sí que era extraña esa anciana, Ana pensó que quien quisiera entraba en la habitación cuando se le daba la gana, por lo visto las personas en ese lugar no se molestaban en tocar la puerta.
La anciana hizo lo mismo por diez noches consecutivas, las mismas noches que aquel hombre la visitó, de nada valían sus súplicas, él parecía no escucharla, todo su cuerpo temblaba, se sentía angustiada, notaba que durante las noches sus fuerzas la abandonaban.
¿Es qué acaso ese hombre era sordo? Tal vez lo que pasaba era que no tenía un corazón que latiera dentro de su pecho que le permitiera sentir que le estaba haciendo daño.
Al onceavo día, al llegar la noche, ella temblaba, escucho la puerta, abrirse, era la anciana, esta vez solo llevaba la charola con alimentos y el extraño té.
—Debes alimentarte bien, así que es mejor que comas.
Ana no respondió, no tenía ánimo de nada, sentía que su vida se apagaba.
Un mes después la anciana llevó a un médico para que la revisara, tocó su vientre, después de eso tomó una muestra de sangre, sin decir una palabra, la anciana y él salieron de la habitación, a veces se sentía invisible, era como si no la vieran, solo tomaban de ella lo que querían y luego se retiraban.
Con el paso de las semanas se dio cuenta de que su vientre había crecido un poco, era claro que estaba embarazada, en parte eso la ilusionaba, cuando menos tendría un pequeño que la acompañara en su prisión, empezó a amar a su hijo, le hablaba todo el tiempo, también le cantaba.
La anciana llegó un día acompañada de nuevo por el médico, llevaban un gran aparato que tenía una pantalla, le pidieron que se recostara, el médico vertió una clase de gel frío sobre su vientre, ella se movió por impulso, con voz firme le pidió que no lo hiciera, enseguida empezó a pasar un pequeño aparato por su vientre, no pudo ver que era lo que se veía en la pantalla, estaba puesta de manera que solo la podían ver el médico y la anciana.
De nueva cuenta salieron de la habitación como si fueran fantasmas, ignorándola como siempre, ella no entendía qué era lo que pasaba.
Los meses pasaron, la anciana hablaba poco, pero la trataba bien, se preocupaba porque tuviera todo lo que necesitaba.
—Gracias, señora, es usted muy buena conmigo. —La anciana sonrió débilmente, se sintió culpable por lo que hacían con la chica.
Un día después, mientras cenaba, sintió un fuerte dolor en su vientre, afortunadamente la anciana se encontraba en ese momento con ella, salió enseguida para pedir ayuda, los dos hombres de traje entraron por ella.
Ana intentaba no gritar por el gran dolor que sentía, la ayudaba a tolerar el saber que pronto tendría entre sus brazos a su pequeño hijo, la llevaron a un cuarto donde había una camilla y diversos aparatos por si se necesitaban, un médico se acercó a ella, enseguida le colocó en el brazo una solución intravenosa, después de eso tomó una jeringa y se acercó de nuevo a ella.
Ana se quedó observando cómo aplicaba en la solución el líquido de aquella jeringa, no se dio cuenta a qué hora, la invadió la inconsciencia, despertó horas después, se dio cuenta de que se encontraba en un hospital, vio que una enfermera se acercaba a ella.
—Disculpe, señorita, ¿sabrá cómo está mi bebé? —La chica no contestó, solo se le quedó viendo de manera extraña.
—Por favor, necesito ver a mi bebé.
La enfermera tan solo agachó la cabeza y se retiró de ahí, poco después regresó acompañada de un joven médico.
—Veo que ya has despertado.
—Doctor, necesito ver a mi bebé. —El médico se quedó callado un momento mientras la observaba.
—Siento mucho tener que ser yo quién le informe esto, la trajeron hace unas horas, la dejaron en la puerta del hospital, contigo solo estaba un maletín lleno de dinero, no te preocupes que lo he guardado.
—¿Y mi bebé? ¿Dónde está mi bebé? —En ese momento comprendió todo, comenzó a llorar desesperadamente, ¿Qué había hecho en esta vida o alguna otra para merecer todo eso?
Meses antesAna se encontraba en el colegio, faltaba tan poco para entrar en la universidad, deseaba ser doctora y así poder ayudar a quién lo necesitará, su hermana se burlaba de ella, Alondra era modelo.—Tienes tan poca ambición hermana, así no llegarás a ningún lado.Ana pasaba de ella, para no discutir, siempre la estaba evitando, su padre siempre le decía que su madre la había abandonado, algo sí tenía claro, su padre engañaba a su madre, Alondra era mayor que ella por dos años, se suponía que se casó con Victoria después que su madre murió, aunque ella era pequeña, recordaba que siempre vivió con su madre, así que era imposible que la hubiera abandonado.Leon el novio de Ana, la amaba, pensaban terminar una carrera, después se casarían, era un chico bien parecido, un atleta, practicaba varios deportes, era algunos años mayor que ella, él ya estaba en la universidad, Alondra gustaba de él, pero él la ignoraba, cuando visitaba a Ana en su casa, se paseaba con ropa provocativa, se
Javi se sorprendió enormemente, podría reconocer esa risa en donde fuera.—¿Ana? —El chico la miraba sorprendido.—Lo siento Javi, no era mi intención asustarte.—¿Pero por qué estás así? ¿Qué ha pasado?Ana tomó el diario para mostrárselo, Javi lo leyó extrañado.—¿Y? No entiendo.—Este anuncio de aquí. —Le dijo señalando el clasificado.—Entonces piensas….—Así es.—Debes de tener cuidado, conozco a las personas que lo están solicitando, si te atrapan haciéndote pasar por quién no eres podrían hacerte daño, los Mondragón son muy poderosos, ni idea tengo para asistente de quién será el trabajo, por otro lado, te diré que has logrado engañarme, ya te hacía sepultada en el jardín o en algún otro lado.—Lo siento de verdad, ja, ja, ja.—¿Qué te parece si salimos a comer pizza?—Me parece genial, pero saldré caracterizada, hoy no cenarás con Ana, cenarás con Aldo.Javi sonrió ante las ocurrencias de su amiga, él era el médico que la ayudó cuando la dejaron tirada fuera del hospital, desp
Ana estaba en shock, no tenía ni idea sobre cómo cuidar a los niños, era increíble la manera en que esa gente la había engañado, enseguida buscó al ama de llaves para que le diera los horarios de actividades, los pequeños caminaban detrás de ella, no la perdían de vista.Caminó por un pasillo y llegó hasta una gran sala, la mansión era enorme, no sabía ni dónde estaba, de pronto escuchó que una mujer gritaba, eran gritos de furia y desesperación.—Andréees, Andreaaa, ¿Dónde están esos pequeños demonios? —Una chica cubierta tan solo por una toalla entró a la sala, tenía el cabello y parte de la cara pintado de color rojo intenso, los gemelos empezaron a reír al verla, Ana no sabía quién era aquella pobre chica, se cubrió la boca con la mano para no reírse, aunque no hacerlo era muy difícil.—Disculpe, ¿Pasa algo, señorita? —Preguntó Ana al ver que los pequeños se escudaban tras de ella.—Estos monstruos han puesto tinte rojo en mi champú, ahora mismo les haré pagar, voy a darles una tu
—¿Se encuentra bien? —Preguntó preocupado.—Sí, gracias, solo fue que me asuste cuando me habló, estaba demasiado concentrado en despertar a sus hijos.Le ayudó a despertar a los pequeños, el pobre Aldo intentaba no mirarlo, estuvo todo el tiempo con la mirada fija sobre los pequeños, no podía creer que sus hormonas femeninas lo traicionaran en ese momento.—Tranquila Ana, recuerda que por ahora eres Aldo y debes comportarte como tal. —Se llamó la atención mentalmente.Durante el día su trabajo consistió en cuidar que los pequeños tomarán correctamente sus clases, hasta ahora se habían portado como angelitos, a Carmen se le hizo raro que no hubieran intentado algo contra Aldo.—Creo que les has caído bien, en verdad los desconozco.—Siento que solo son incomprendidos.Durante la semana todo fue perfecto, el fin de semana siguiente salieron rumbo a Ibiza, en el avión todo fue perfecto, los chicos estuvieron en todo momento con su padre, ella se dedicó a tomar algunos cocteles sin alcoh
—¿Pasa algo? —Preguntó divertido. —No es nada, señor, solo que me siento muy agotado, preferiría retirarme. —Está bien muchacho, hasta mañana. —Hasta mañana, señor, que se divierta. —Dijo al observar que tenía abrazada a las dos chicas, una con cada brazo. Vio que Cristina iba en su dirección, volvió a salir corriendo, esta vez en dirección de los elevadores, Antón moría de la risa, ver a ese chico correr le pareció de lo más divertido. Aldo subió al elevador, afortunadamente hasta ahí la chica no lo había seguido, ¿qué era lo que pasaba con algunas chicas para que actuaran de ese modo? Esa noche Ana durmió como tronco, se sentía realmente cansada, en la soledad de su cama volvía a sentir que era ella, si no tuviera tanta necesidad de ese sueldo, se iría de ahí, en ese mismo momento, se durmió pensando que al otro día tenía que volver a convertirse en Aldo. Antón por su parte estaba pensando en buscar la manera de que ese chico cambiara y ya no se viera tan delicado, quizá lo qu
Por la mañana, después de tomar el desayuno, se dirigió hacia la mansión Moreno, al llegar fue recibida por Victoria, quien al ver a Lilian, enseguida, imaginó el motivo de su visita.—Lilian, qué gusto tan grande el verte.—Sé muy bien que mi presencia aquí no te es agradable, necesito hablar con Ana, ¿podrías hablarle?—Es una lástima que vengas de tan lejos a visitarla y ella no se encuentre, quizá si nos hubieras informado sobre tu visita, ella te habría esperado.—¿Cuándo regresa?—La verdad no lo sé, esa chica es tan impredecible, sé la pasa de viaje en viaje, el mes pasado estuvo en Bali, después viajó hacia Colombia, así que no sabemos en realidad cuando piensa regresar.—No hay problema, pienso estar en la ciudad por un largo tiempo, por mucho que vaya a tardar, su viaje no puede ser eterno, imagino que está a cargo de la empresa que le dejó su madre, un día de estos me daré una vuelta por ahí, para ver que tal van las cosas, así podré ver si la chica tiene la misma visión qu
Antón guardó silencio, esa chica no tenía por qué mentirle, afortunadamente en la foto que le había entregado el chofer no podía verse la cara del amigo de Aldo, sino en buen lío estuvieran metidos. Después de un rato de estar bailando, la acompañó hasta la mesa donde se encontraba Javi. —¿Puedo acompañarlos? —Ana y Javi se voltearon a ver, sería una grosería si no aceptaban. —Adelante. —Contestó el médico. Poco después, la chica rubia que acompañaba a Leon se acercó a ellos. —Necesito hablar contigo. —Dijo dirigiéndose a Ana. —Te escucho. —Contestó fríamente. —Ahora que has regresado, no quiero que te acerques a Leon, es mi prometido y vamos a casarnos. —Felicidades a los dos, aunque realmente es algo que no me interesa. —Eres una mustia. —Basta señorita, está usted incomodando a las personas en esta mesa, le pido que se retire y no vuelva a acercarse. —¿Y usted quién se cree que es para hablarme en ese tono? A de ser algún gato venido a menos, debe serlo dónde está aquí se
—Quizá si me cuentas a mayor detalle, tu problema podría ayudarte. —Antón decidió hablar después de pensarlo un rato, si no hablaba no podría ayudarlo y ya estaba desesperado, el médico era de confianza, lo conocía de muchos años.—Últimamente, he notado que mi cuerpo reacciona de manera diferente cuando estoy cerca de un chico, es el asistente de mis hijos, es un chico medio raro.—¿A qué te refieres cuando dices que tu cuerpo reacciona de manera diferente y de qué manera es raro ese chico? —Preguntó intrigado, no estaba entendiendo nada de lo que Antón decía.—Me refiero a que mi cuerpo reacciona cuando se me acerca, me siento raro.—Por fin, ¿El raro eres tú o el chico?—¡Caramba!, qué me he sorprendido mirándolo.—Antón, no te estoy entendiendo, por favor sé más claro.Antón se paró del lugar en el que estaba, se talló la cara con las dos manos, intentó ser lo más claro posible.—¡Joder!, qué creo que el chaval me está gustando para que me entiendas, así o más claro.—Ya lo entend