5.

— ¡Mamá! — Hari continuó llorando a todo pulmón, sus pequeños pies seguían dirigiéndola sin rumbo por el parque. — ¡Mamá! ¡Quiero ir a casa! ¡Buaaa!

Ya no le gustaba la feria ahora que se había vuelto tan aterradora y ella trataba de pasar en medio del mar de personas que la rodeaban mientras se sorbía la nariz.

— ¡Auch! Niña tonta ¡Fíjate por dónde vas! — Se quejó el niño contra el que ella chocó por accidente, debido al golpe Hari cayó al suelo al igual que la comida del niño furioso y robusto. — ¡Mira lo que hiciste! ¡Tú papá tendrá que pagarme esto!

Hari rápidamente se asustó y se levantó del suelo, sacudiendo el polvo de su ropa. — Y-yo solo tengo a mí mamá.

Y, como si hubiesen escuchado una invitación, los demás niños que acompañaban al que se había tropezado con ella se acercaron.

— ¿No tienes papá? — Preguntó de manera arrogante mientras la señalaba con su dedo— Eso explica por qué eres una idiota, de seguro tu madre no supo enseñarte nada mej- ¡AUCH!

— ¡Tú no puedes burlarte de mi mamá! ¡Eres horrible y hueles mal y por eso nadie te va a querer! — Replicó Hari tras haberle dado una patada al niño que lo dejó torciéndose de dolor en el piso. — Mi abuela dice que incluso alguien zopenco puede ser querido si es una buena persona.

— ¿S-sí? ¡Pues tú tienes piojos, piojosa! ¡Ningún niño querrá ser tu amigo porque los infectarás con piojos!

Hari se cruzó de brazos. — Tener piojos no es algo malo y pueden quitarse, si mi amigo se va porque tengo piojos entonces yo no quiero que sea mi amigo. ¡Y mucho menos quiero un amigo que sea igual que tú!

Por supuesto, eso enfureció al pequeño frente a ella.

— ¡¿Cómo te atreves?! ¡Esto no te lo perdonaré!

La mano del niño se alzó de inmediato contra Hariadne, pero el golpe que estaba esperando con los ojos cerrados no llegó a ella, al contrario, se detuvo en el aire.

— Me parece que aquí tenemos un gran problema, definitivamente esta no es la forma en que un niño grande trataría a una niña pequeña. — La persona que se inmiscuyó y detuvo el golpe sonreía con enfado ante tal injusticia. — ¿Por qué mejor no te metes con alguien de tu tamaño?

— ¡No soy una pequeña niña! — Se quejó Hari, quien también pateó al señor que salió en su defensa.

Automáticamente su pierna pateada perdió fuerza, no sabía que una chiquilla podría pegar tan fuerte y tener tal carácter. — Ya, ya, está bien, lo siento, no eres pequeña ¿De acuerdo?

Hari sonrió feliz.

— Todos cometemos errores. — Repitió la frase de su abuela con una sonrisita. — Perdón por haberte pegado, fue por tu bien.

¿De dónde había salido esa pequeña tan peculiar que hablaba como una anciana?

— ¡No es justo, ella me atacó primero! — Se defendió el abusón, tirando de la ropa del hombre que la estaba defendiendo. — ¡Yo no tuve la culpa!

Aquel hombre de repente centró su mirada en Hari. — ¿Es eso cierto?

— Él se burló de mí porque no tengo papá y también insultó a mi mamá y a mí. — Admitió, para sorpresa de él. — Ni siquiera le pegué tan fuerte, pero él es un cobarde llorón y por eso se merece que su mujer lo cambie por el presidente de la compañía multimillonario.

— ¿Q-qué? — El hombre contuvo una risita. — ¿De dónde sacaste eso?

— Mi abuela siempre lo dice cuanto estamos viendo la televisión.

Hari esperó un regaño, cuando le pegaba a otros niños en el preescolar su mamá siempre le decía que estaba mal resolver las cosas con violencia y luego la castigaba, pero en vez de un sermón recibió una sorpresiva palmada en la cabeza. — ¿Qué quieres que haga con él?

— ¿Ah?

— ¿Qué quieres que haga con él? ¿Quieres vengarte por lo que ese niño dijo sobre ti y tu mamá? — Hari asintió rápidamente. — ¿Entonces qué debería hacer?

Ella realmente lo meditó mientras se miraba los pies, luego miró al niño y tomó una decisión rápida.

— Desaparécelo. — Dijo.

Aquel hombre se paralizó.

Nadie podía creer que ese sería el tipo de petición que pediría una pequeña niña inocente por haberse enojado, Hari señalaba fúricamente al niño que se burló de ella, como si de verdad comprendiera el significado de lo que acaba de soltar descuidadamente.

— ¿Perdón? ¿Qué has dicho? — Se atrevió a preguntar él, como si tuviera la esperanza de haber escuchado mal.

— ¡Quiero que lo desaparezcas!

En medio de la conversación un segundo hombre vestido de traje irrumpe.

— Señor, estamos muy ocupados justo ahora. ¿De verdad vamos a hacer esto por el capricho de un niño? Lo olvidará pronto, será mejor que la dejemos y nos vayamos. — Recibió una mirada asesina que lo hizo retroceder, no necesitaba más palabras que eso.

Por primera vez Hari levantó la mirada del piso para ver su rostro.

Un hombre alto, forrado de prendas en color negro y con sus brazos musculosos llenos de tatuajes, instintivamente hizo una mueca de disgusto porque su cabello oscuro y ondulado no se parecía al dorado pelo de los príncipes en los cuentos de hadas.

— ¿Es un pandillero, señor? — Preguntó sin censura. — Mi abuela dice que las personas con tatuajes son pandilleros y que no debo acercarme a ellos.

Ese hombre se tensó, lanzó una mirada gélida a sus acompañantes que atrevieron a reírse.

— ¿Cómo te llamas, niña? — Preguntó mientras se agachaba hasta quedar a su altura.

— Mi mamá dice que no debo hablar con extraños. — Dijo con convicción.

«Pero lleva hablando conmigo todo el rato.» Pensó.

— ¿Entonces dónde está tu mamá?

Hari lo pensó, miró una vez más hacia todas las direcciones posibles y al final solo suspiró. — Se perdió, mi mamá es muy distraída.

— Ya veo, entonces estás aquí sola. — Contestó el hombre. — Pero, si no me dices cómo te llamas no puedo hacer el anuncio para encontrar a tu mamá más rápido ¿Lo entiendes? Seguramente ella te está buscando con mucho afán.

Ella realmente se lo pensó.

— ¿Vas a encontrar a mi mamá que se perdió? — Solo cuando el hombre aceptó siguió hablando. — Mi nombre es Hari.

 — Muy bien, Hari. Yo me llamo Harvey. — Primero se presentó, luego señaló al niño que la había molestado y que fue sujeto de los brazos por sus escoltas para evitar que escapara. — ¿A qué te refieres con que quieres que lo haga desaparecer?

Una niña tan joven por más inteligente que fuese no lo diría de la misma manera en que lo estaba pensando, o al menos eso creía.

Hari miró al niño, inflando las mejillas con enojo a la vez en que se cruzó de brazos. — ¡No quiero verlo nunca más! ¡Quiero que pida disculpas y luego se vaya!

«Ah, así que a eso se refería» Meditó Harvey, un poco decepcionado.

De igual manera se giró hacia el pequeño bravucón, se puso de pie otra vez y se le acercó.

— ¿Cómo te llamas?

Por supuesto, el niño estaba temblando, sabía que no había nada mal, era la misma presencia de Harvey la que asustaba a los niños hasta el punto en romper en llanto, pero, porque Hari no tuvo el más mínimo rastro de miedo fue que sintió interés.

— G-gustavo — Respondió entre balbuceos aterrorizados, los demás niños que hacían la turba habían salido corriendo tiempo atrás.

— Bien, Gustavo. ¿Así que disfrutas metiéndote con niñas más pequeñas que tú? ¿Creíste que iba a dejarte salir con la tuya solo porque debes tener al menos siete años? — Apenas chasqueó los dedos sus hombres lo pusieron rostro a tierra. — Si aún tienes deseos de regresar a casa con tu mamá pedirás disculpas y empezarás a comportarte.

Así era Harvey, sin compasión ni siquiera hacia los más pequeños.

No le importó que hayan hecho un completo espectáculo o la cantidad de miradas que estaban recibiendo, si nadie salía en defensa solo quería decir que el pequeño era el bravucón del pueblo.

«Ja, las personas pueden ser realmente…» Pensó Harvey con desprecio.

— L-lo siento… Hari, perdóname — Lloriqueó el niño mientras se sorbía la nariz.

— Al parecer eres realmente cobarde cuando te plantan cara ¿Verdad? Incluso tus amigos te dejaron aquí. —Harvey se gira hacia la niña. — ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a perdonarlo?

Ella caminó hacia el niño con decisión, cualquiera de los espectadores creería que, como niños traviesos que eran, harían las paces y se harían amigos, lo común en un par de niños que se peleaban.

Fue por ese pensamiento que a todos les sorprendió que Hari se haya acercado solo para patearlo, enojada, aunque no golpeó tan duro como para hacerle un daño grave.

— ¡Mi mamá no es una tonta, discúlpate con mi mamá! ¡Se llama Kate así que asegúrate de pedirle perdón por su nombre! — Chilló, había empezado a llorar así que nadie podía decir con certeza si era debido a su mismo enojo. — ¡Mamá es quien se hace cargo de mí, ella es muy fuerte y valiente, no es como tú, niño tonto! ¡Discúlpate con mamá o ese señor pandillero te llevará!

Harvey se atragantó con su propia saliva.

— L-lo siento por haber dicho esas cosas malas, señora Kate, por favor no haga que el pandillero me lleve. — Hablo Gustavo mientras estallaba en llanto.

— Bueno, ya fue suficiente, creo que ya aprendió la lección. — Intervino Harvey antes de volver a ser llamado por ese apodo. — ¿Te sientes mejor, Hari?

Ella asintió, pero continuó llorando. — Qu-quiero a mi mamá, buaaa.

— Señor, ya tenemos que irnos… — Volvió a repetir su escolta, pero Harvey estaba ocupado sintiéndose mal por la niña extraviada. — Podemos dejarla en objetos perdidos o algo, tenemos que irnos.

— Cállate antes de que te arranque la lengua aquí mismo. — Le advirtió, luego se gira otra vez hacia la niña llorando. — Dijiste que tu mamá se había perdido, si no regresa tampoco es tan malo, siempre puedes buscar una nueva y empezar de cero ¿No?

Por alguna extraña razón Hari empezó a llorar más fuerte.

— ¡No quiero una nueva mamá, quiero a mi mamá de siempre!

Harvey se frotó las sienes con los dedos; los niños eran tan complicados.

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