Era una tarde calurosa en el campo de entrenamiento. Los seis escoltas de Harvey se habían reunido bajo la sombra de unos árboles después del duro entrenamiento. James, Luis, Paul, Oscar, Jack y Carlos estaban hablando sobre los últimos acontecimientos en la mansión.— No puedo creer que Kate se haya marchado así sin decir nada — comentó James — Harvey está furioso.— Yo la entiendo, debía estar destrozada por lo de su hija. — dijo Luis, el más comprensivo del grupo — Pero sí, fue un poco descortés irse de esa forma.— Lo que no entiendo es por qué Colton está tan enojado también, ya ni siquiera nos dirige la palabra. — dijo Paul — Nunca lo había visto comportarse así.— Está dolido porque nadie le dijo la verdad sobre Hariadne, recuerda que él siempre fue el más apegado. — explicó Oscar — Se sintió engañado por nosotros.— Pero órdenes son órdenes, no podíamos decirle — se defendió Jack.— Aun así, debió ser duro para él enterarse de esa forma — intervino Carlos — Solo espero que se
Shannon se encuentra en una encrucijada contra sí misma.Era un día soleado en la mansión de Shannon. La casa estaba en silencio, pues la mayoría de los escoltas se encontraban entrenando en el campo de tiro. Solo Cuatro y Siete merodeaban cerca, vigilantes como siempre.Dentro, Hari jugaba tranquila en su habitación. A sus escasos seis años, la niña no parecía comprender el peligro real que la acechaba. Pero sabía que Shannon no era su verdadera familia, a pesar de que la cuidaba.En ese momento, Hari construyó una torre con sus bloques de colores preferidos. Estaba tan concentrada que no notó cuando la puerta se abrió con suavidad. Solo levantó la vista al oír unos pasos acercarse.— Hola Hari — saludó Shannon con cautela.La mujer estaba acostumbrada a intimidar a otros con su mera presencia. Pero con la niña intentaba suavizar su gesto, aunque sin éxito. Hari solo la miraba con distanciamiento.— Hola — musitó la pequeña, regresando a sus bloques.Shannon sospechó. Aunque la había
Kate despertó sobresaltada esa mañana.Se tocó el rostro y sus dedos detectaron restos de maquillaje que no recordaba haber usado. Confundida, se dirigió al baño para lavarse.Cuando terminó de asearse, se encontró a sí misma en una casa vacía y una sensación de inquietud se apoderó de ella. Michael solía avisar siempre que salía temprano, pero no había señal alguna. Su teléfono continuaba sin contestar.Decidió salir a trotar para despejar su mente. Los rayos del sol se filtraban entre las copas de los árboles, iluminándolo todo de un color dorado. Un suave viento mecía la hierba y las hojas, otorgando una atmósfera apacible. Kate se detuvo un momento a observar un grupo de pájaros revoloteando cerca de un estanque. Sus alegres trinos la hicieron sonreír. En ese tranquilo ambiente, logró disipar las últimas sombras de inquietud.Mientras recorría el parque, la inquietud fue en aumento. Sentía una mirada fija clavada en su espalda, como si alguien la estuviera observando. Kate se detu
Kate se sentía agotada tras aguantar el interrogatorio de Michael. Necesitaba un respiro, por lo que se dirigió a la cocina a beber un vaso de agua. Para su frustración, Michael la siguió sin despegarse de ella. Aprovechó que estaban a solas para reanudar sus preguntas.— ¿Vas a decirme ya donde estuviste? — insistió, apoyándose en el marco de la puerta. — No me fío de dejarte salir sola.Kate respiró hondo, intentando mantener la calma. Pero sus palabras empezaban a crisparle los nervios.— Ya te lo he dicho, solo fui a dar un paseo — replicó, dándole un trago al vaso. — Necesitaba pensar.— ¿Durante tanto tiempo? — continuó él, sin dar su brazo a torcer — ¿Acaso piensas que no me doy cuenta de lo que pasa?— No pasa nada, en serio — insistió Kate, aunque empezaba a perder la paciencia.Michael chasqueó la lengua, incrédulo. Caminó hacia ella con una expresión que la inquietó.— No querrás que también te pase a ti lo mismo que a tu hija, ¿verdad? — soltó de pronto.Esa fue la gota qu
Kate inspiró hondo antes de emprender el retorno a casa de Michael. Aunque se sentía más fuerte gracias a Aspen, la incertidumbre no la abandonaba del todo.Decidió que lo mejor era actuar con normalidad, fingiendo que nada había ocurrido. Quería obtener más pistas sobre los hábitos de Michael sin levantar sospechas. Al entrar, él la recibió con alivio y tentativa sonrisa. Pero Kate mantuvo la distancia, sin devolverle el gesto. Todo debía verse natural.— Me alegra verte de regreso — comentó Michael en tono suave — Me tenías preocupado.Kate se limitó a encogerse de hombros, restándole importancia. No quería dar detalles sobre su paradero.— Quise tomar el aire — mintió con calma fingida — Pero ya estoy aquí de nuevo.Michael asintió lentamente, aliviado de tenerla bajo su techo aunque algo distante. Desvió la conversación hacia el almuerzo para destensar el ambiente.— Ven, te preparé tu plato favorito — ofreció amablemente — Seguro tienes hambre después de tanto pasear.Kate dudó
— Mi amor, ya estoy de vuelta — susurró acariciando su mejilla aparentemente inerte. La tomó en brazos con suma delicadeza, acunándola contra su pecho. Rebecca reposaba cual muñeca de cristal, sin brindar indicios de vida salvo su mera complexión. Michael la depositó frente al tocador, sentándola sobre un cojín de terciopelo. Encadenó una melodía nostálgica en el gramófono, tarareando a media voz las viejas canciones. — Es hora de arreglarte para la velada, preciosa — murmuró extasiado. Tomó un cepillo de cerdas suaves, pasándolo con lentitud por la cascada de bucles castaños. Peinaba con parsimonia, deleitándose en la textura sedosa bajo sus dedos. — Tus rizos son tan hermosos como el sol de la mañana — suspiró embelesado — Nada ha cambiado desde aquel entonces, mi amor. Rebuscó entre sus polvos y coloretes, espolvoreando los pómulos porcelanos con mimo. Con suaves toques, dibujó los delicados contornos de labios rosas cual capullos, imaginando que sonreirían para él. — luces
Violette salió del baño con las piernas temblando junto con todo su cuerpo, el sudor frío recorría su piel que se había tornado pálida, un fatalismo implacable la sacudió obligándola a incorporarse, temblorosa.Al verla salir en aquel estado Cano se asustó aún más, sujetándola de los hombros antes de que Violette fuera a desvanecerse entre sus manos le preguntó:— ¿Qué ocurrió?Violette pasó saliva. — E-es positivo.Cano avanzó lentamente hacia ella, manifestando la misma sorpresa mezclada con terror que surcaba su rostro. — ¿El qué? — Ya sabía a lo que se refería Violette al afirmar que salió positivo, sin embargo trataba de convencer a su subconsciente de que no era cierto.Así fue hasta que Violette, acongojada, sacó a relucir entre ambas la prueba de embarazo con el resultado positivo.— ¡Maldición! ¿Por qué tiene que ser justo ahora que ese imbécil desapareció? ¡Mierda! — Cano se abstuvo de golpearse la cabeza contra la pared, llevándose las manos al rostro con exasperación en su
A veces aquella trágica noche se repetía dentro de su cabeza como un disco rayado, aun cuando ya habían pasado cinco años seguía recordándolo en sangre viva; el miedo y la impotencia seguía transitando por sus venas, por haber sido débil y también por haberse dejado manipular.Sentía impotencia por haber permitido que Cano muriera de una manera tan lamentable.La única manera en que pudo dejarlo todo atrás fue declarando la muerte de Violette, a quien enterró en la ropa manchada con la sangre de Cano en uno de los bosques que surcó durante su huida y convirtiéndose en Kate, la madre soltera que vivía en casa de su abuela Carmen en una pequeña ciudad costera.— ¡Mira mami, la abuela y yo hicimos galletas!La pequeña vocecita femenina la sacó de sus pensamientos, su pequeña hija Hari corrió hacia ella a toda prisa y saltó a sus brazos mientras la abuela Carmen dejaba las galletas sobre la mesa.— No tienes que correr, te puedes lastimar. — Kate recibió a su hija con los brazos abiertos,