75.

Un desmayo se apoderó de Kate cuando la mano de Michael se posó en su hombro. Sacudió ligeramente la cabeza para aclararla.

— Lo siento, no sé lo que estaba pensando. — murmuró Kate, desconcertada por sus propias extrañas palabras. —Regalar las cosas de Hari... eso es absurdo en estos momentos.

Michael la miró con preocupación. — Pareces enferma, querida. Los últimos días te han pasado factura, está claro.

Su tono amable no hizo nada para calmar los nervios de Kate, desolada por la extraña atmósfera de esta casa. Cada instinto gritaba de amenazas invisibles, exigiendo huir antes de que los sentidos fallaran por completo.

Sin embargo, el desafío siguió siendo su única arma. Se encontró fijamente con la mirada inquisitiva de Michael, quien propone. — Es un ataque de fatiga, nada más. El té ayudará, estoy seguro.

Sus pasos inestables la siguieron hasta el salón donde tazas humeantes esperaban sobre la mesa de café. Kate se dejó caer con cuidado hasta el borde del sofá, agarrándose la sie
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