Capítulo 4: ¿Estabas llorando?

Sofía soltó un gritito e inmediatamente se llevó las manos a la boca, tratando de cubrirla para no ser escuchada por el personal de servicio. Al hacer aquello, dejo caer el libro al suelo, del cual salió una fotografía de Eva y Demian juntos.

En aquella foto tanto Eva como Demian llevaban ropa de playa, el pecho de aquel hombre estaba descubierto, la abrazaba de manera tan íntima, Sofía dejo volar su imaginación.

Una oleada de celos, coraje, ira y frustración, la invadieron, Eva estaba enamorada de Demian al igual que ella, su hermana le llevaba ventaja, bastaba con ver aquella foto.

Pero una idea cruzo por su mente, algo era cierto de todo lo escrito ahí, entre ellos dos no podía haber nada, técnicamente eran…

- ¡HERMANOS! - Grito la chica al continuar leyendo como era que la fantasía que vivía Eva no era tan fantasiosa como ella describía.

Sofía se sentía evidentemente molesta, molesta, era poco, furiosa, era el término correcto. Ella ya tenía todo un plan de vida a lado de Demian, era el plan tonto de una adolescente de 16 años, uno que solo en su cabeza sonaba bastante bien.

- ¡Eres una m*****a mosca muerta! ¿Cómo demonios no lo vi? ¿Cómo es que esa idiota lo tiene a sus pies? – Se preguntaba y decía en voz alta.

Sofía quería llorar de coraje, Eva escribía varias cosas buenas ocurridas entre los dos. Sofía se sintió en desventaja, ya que ella apenas contaba con 16 años y Eva casi cumplía los 18 años, si ellos estaban enamorados y se querían casar, nadie se los podría impedir, nadie… Se decía para sí misma, hasta que algo volvió a cruzar su mente.

- ¡Claro, si la puedo detener! Al menos no yo, pero sí sé quién puede… - Dijo en voz casi inaudible.

En una parte de aquellas notas, Eva decía que lo que sentía por aquel joven apuesto, no podía ser posible, “Sus familias no se los permitirían”.

- ¡Eva eres una m*****a zorra desgraciada! Pero eso, eso hasta aquí llego… ¿Qué crees que digan tu adorado padre y madre de todo esto? Seguramente se desharán de ti, así como mi padre te dejo, ellos también…

Sofía salió de la habitación con el diario y la foto en mano, sabía que tenía que hacer y, lo haría ahora mismo. Sin un plan y llena de coraje, saco su móvil y busco el número de su hermana…

Mientras tanto, ajena de toda la tormenta que se avecinaba, Eva y Margarita reían de alguna tontería. Margarita era la única que conocía el secreto de Eva, antes muerta que soltar ese temido secreto, siempre le repetía a Eva.

La amiga de Eva, le recomendaba que se olvidara de su hermano, el mar estaba lleno de peces, eran jóvenes y bellas, cualquiera bien podría ser un prospecto interesante. Aunque en el corazón de Eva, solo había espacio para Demian, su interés, sus pensamientos y anhelos solo eran para él.

Casi pedían la cuenta cuando el móvil de Eva sonó, vio un número desconocido, no le hizo mucho caso, al menos no le dio importancia hasta que su móvil, comenzó a sonar como loco, ella lo sacó y vio cómo una gran cantidad de mensajes le llegaron del mismo número.

- “¡Eres una zorra! ¡Eres una fácil!”

- “¡Eres una puta!”

- “¡Maldita huérfana! ¡Maldita mosca muerta!”

- “¿Qué vas a hacer cuando tus padres se enteren?”

Eva leyó los primeros mensajes, obviamente no necesitaba ser adivina para saber de quién provenían, era obvio, ella no tenía registrado el número porque era de Sofía Díaz, su hermana y entre más lejos estuviese de ella, mejor.

La chica puso los ojos en blanco, creyendo que solo lo estaba haciendo para molestarla, pero, un sudor frío comenzó a recorrerla cuando comenzó a ver las fotografías de algo que su “hermana” le había enviado.

Fotos con hojas escritas, estaban marcadas con resaltador amarillo, era la letra de Eva, eran las hojas de…

- ¡MI DIARIO…! – Grito Eva levantándose de su mesa con las manos y mentón tembloroso.

Los ojos de Eva se llenaron de lágrimas y no sabía bien qué hacer, pero estaba segura de que, en las manos equivocadas, como en las de Sofía, aquellos textos podrían ser demasiado dañinos.

- ¡Eva! ¡Eva! ¿Qué sucede? – Dijo Margarita angustiada al ver a su amiga llena de preocupación.

- Es… ES… ¡ES SOFÍA! ¡MI M*****A HERMANA! Ella… Ella… Tiene mí, ¡MI DIARIO!… – Grito entre lágrimas, Eva.

Margarita no tenía que escuchar mucho, al ver los ojos llenos de terror de su amiga, entendía que eso no era nada bueno…

- Eva, ¡Tranquila! Vamos, te llevo a casa, vas y le arrebatas el puto libro y lo quemas…

- ¿Y las fotos? – Dijo Eva angustiada.

- Rompemos el maldito teléfono… ¡Anda entre las dos lo hacemos! Pero cálmate, vamos inmediatamente.

Mientras Margarita conducía a casa de Eva, podía ver cómo su amiga estaba llena de angustia.

- ¡Lo sabía! Algo me lo decía hoy por la mañana, ahora entiendo por qué la opresión. Pero si he de ser muy idiota, dejé mi diario en la mesita de noche, olvidando por completo que Sofía estaba ahí. – Decía Eva en voz alta.

- ¡No es tu culpa, Eva! Ella no tiene por qué meterse a tu habitación y menos sin permiso…

- ¡Ella es un maldito dolor de cabeza! ¿Crees que le va a importar si tiene o no permiso de entrar a mi habitación?

Al llegar a casa, Eva pudo ver cómo su madre y padre, además de Sofía, se encontraban en la sala, ambos tenían las hojas de aquel libro que contenía años de pensamientos, de recuerdos y sí, de dolorosas y penosas confesiones.

No tuvo que ser muy lista para darse cuenta de que Sofía había puesto principal énfasis en la parte que ella guardaba celosamente. Eva sintió una punzada en su pecho al ver cómo su madre y su padre le dirigían una mirada de entre incredulidad y molestia.

Al estar en la entrada, no se percató, pero sentado al fondo, se encontraba Demian, quien sostenía su diario, el cual tenía celosamente cerrado. Aquel hombre se notaba angustiado, avergonzado y, hasta cierto punto, indefenso, le dolía, pero ahora no tenía argumentos para defenderla.

- Eva, ¿Tienes algo que decir sobre esto? – Se escuchó la voz gruesa de Sebastián Monroy.

--- Actualmente ---

- ¿Abeja? ¡Despierta cielo! Hemos llegado… - Dijo Demian al abrir la puerta del lado de Eva.

- ¡Oh! Perdona… Me quedé profundamente dormida… - Dijo Eva limpiándose las lágrimas de los ojos.

- ¿Estabas llorando? – preguntó Demian con interés.

- ¡Ah, no! ¡No! ¿Cómo crees? Me lloran los ojos con el clima… Normalmente, uso anteojos para evitar eso, pero los traigo en el equipaje.

- Niña, ¡Ahí están bien…! - Dijo Demian mientras movía la cabeza en negación.

Cuando Eva y Demian regresaron a la casa, su madre adoptiva, Martina, los estaba esperando.

- ¡Mi cielo! ¡Mi niña! ¿Cómo estás? ¡Te extraño mucho! ¿Tienes hambre? Tu hermano llamó para decirme que habías vuelto e inmediatamente preparé tu comida favorita. – Dijo Martina, partiéndose en abrazos y demostraciones de afecto.

Martina Monroy era una buena mujer, solo que el hecho de enterarse de que su niña, su bebita había puesto los ojos en su propio hermano; uno le dolió, dos le angustió y tres, le decepcionó. El cúmulo de emociones que se sintieron en aquella época, había sacado lo peor de ella y su esposo; sin embargo, no habían tomado en cuenta cómo se sentía su hija, que de pronto, volvía a perder a toda su familia.

Eva se sorprendió al escuchar el tono tan cálido que su madre usó al hablarle, ya que 6 años atrás, sus últimos días en México, Martina evitaba lo mayormente posible el contacto con su hija y si por alguna razón hablaban, el tono era frío y cortante. Antes de lo ocurrido, el que la llamara Eva sonaba tan dulce y cálido, después de lo ocurrido, Eva se sentía como el frío del invierno.

- ¡Eva, cielo! ¡Mi niña…! ¿Qué descortesías son esas? Llegas y no saludas… - Dijo Sebastián en tono mandón.

Eva pudo ver a su padre, el cual pareciera que la vida no le había pasado, era claro que su cabello pintaba algunas canas, pero seguía siendo el mismo hombre que ella recordaba.

- ¡Pe… Perdón, papá! – Dijo Eva, apenada por no haber avisado de su llegada.

Sebastián sonrió y tomó la mano de su hija, la atrajo hacia su pecho, la abrazó fuertemente y dijo:

- ¡Mi niña…! ¡Te hemos extrañado! Me alegra tanto que estés de vuelta en casa… - Decía mientras la estrujaba fuertemente.

Mientras ello sucedía, Eva se percató de la hermosa mujer que estaba parada detrás de su padre, la chica era bella, muy bella, no era muy alta, su cuerpo era delgado, pero atractivo, tenía rasgos muy finos y unos preciosos ojos color verde claro.

- Demian, ¿Todo está bien? – Dijo aquella chica.

El padre de Eva dejó de abrazarla y dijo:

- ¡Oh! ¡Perdonen! Creo que estamos siendo muy mal educados. – Dijo Sebastián volteando a ver a la chica detrás de él.

- Eva, ella es Melissa Mendoza, la prometida de tu hermano…

Eva miró a la chica y sintió cómo la enterraban un cuchillo en el corazón, aquel cuchillo se le clavó más cuando Demian se acercó a la bella mujer esbozando una amplia sonrisa, la abrazó y la besó en los labios.

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