Dos semanas después, Valentina se encontraba en completa soledad en la casa donde alguna vez vivió con Lorenzo. La casa se sentía demasiado silenciosa.
Estaba sentada en una esquina de la habitación, abrazando un portarretrato que tenía la foto de su boda, donde ella posaba felizmente con Lorenzo. Veía fijamente la cama matrimonial cubierta con sábanas blancas y las lágrimas rodaban por sus mejillas.
Le extrañó que en su vida hubiese tanta felicidad, había presentido que una desgracia como aquella podría ocurrir. Lorenzo no se llevaba bien con Marko, y si no le agradas a un Rumanof, no vivirás por mucho tiempo.
A Marko Rumanof nunca le gustó que le negaran lo que quería tener, de hecho, sus padres nunca pensaron en privarle de alguna cosa que él deseara, era su único hijo, ¿cómo podrían tener corazón para hacerlo?
Y todo indicaba que no lograba generar ningún tipo de empatía hacia las personas, ni siquiera por el hecho de haber asesinado a una persona. Así lo pudo ver Valentina cuando se llevó a cabo la investigación de la muerte de su esposo. La familia Rumanof insistió en que había sido un accidente, que Marko iba conduciendo y no alcanzó a frenar cuando Lorenzo cruzó la carretera aun sabiendo que el semáforo estaba en rojo y por ello terminó arroyándolo.
La familia indemnizó a Valentina con cincuenta millones de dólares y quisieron ascenderla en la compañía, dándole la opción de cambiarse de sede, donde le entregarían una nueva casa y le aumentarían significativamente el sueldo. Todo esto se estipuló en un documento que le pidieron que firmara y se aclaraba que ella no iba a interponer ninguna demanda.
Las personas millonarias e importantes solucionaban sus problemas de esa forma. Valentina se sintió tan abrumada en su momento que firmó el documento con letra temblorosa y lágrimas corriéndole por las mejillas. Al instante en que terminó, el abogado le arrebató el papel y después le mostró una sonrisa.
—Ha tomado usted la mejor decisión, señorita Sandoval —le dijo.
Después salió de la sala de reuniones, dejando a una desdichada mujer sentada en esa fría e incómoda silla.
La mayor desgracia en la vida de Valentina Sandoval se llamaba Marko Rumanof. Desgraciadamente tuvo que crecer al lado de aquel magnate de los diamantes. Si bien en sus primeros diez años de vida pudo vivir en completa tranquilidad, todo cambió cuando conoció al magnate, el cual se encargó de hacerle la vida imposible cuando se enteró que ella provenía de una familia humilde. Para su desgracia, cuando decidió buscar trabajo al ser una adulta, el único lugar donde la aceptaron fue en la compañía Rumanof, donde Marko era el CEO.
Por un momento Valentina creyó que Marko habría cambiado, pues ya eran unos adultos, pero fue todo lo contrario, los abusos aumentaron y prácticamente la trataba como su esclava. Agregado a ello, el magnate parecía tener una rara obsesión con ella, no le permitía que ningún hombre se le acercara.
Esto empeoró cuando Valentina logró obtener el puesto de gerente regional en la compañía Rumanof. Marko se lo hizo saber, fue él quien la colocó en aquel puesto.
—Aquí podrás seguir siendo de mucha utilidad —le susurró al oído y después le mostró una retorcida sonrisa.
La hizo trabajar hasta altas horas de la noche y que lo siguiera como su asistente personal, explotándola hasta que Valentina enfermaba del estrés. Y cuando Marko se enojaba, la joven debía soportar sus gritos y humillaciones.
—¡¿POR QUÉ NO PUEDES HACER LO QUE TE DIGO?! —le gritaba al rostro.
Aventaba al piso todo lo que había sobre el escritorio con fuerza y soltaba fuertes gritos. Valentina empezaba a temblar y soportaba en silencio, sabía que, si se permitía llorar frente a Marko iba a ser peor para ella.
Muchas veces pensó en huir, esconderse en algún lugar remoto del mundo, pero sabía que Marko Rumanof la iba a encontrar, él tenía tanto poder como dinero para encontrarla en cuestión de días. Era el único heredero del imperio Rumanof, una de las familias más poderosas del mundo, podía hacer lo que le viniera en gana y por años Valentina había sido su mejor posesión.
Él nunca iba a permitir que ella se separara de su lado, por eso había asesinado a Lorenzo, él fue una amenaza, le quiso quitar de su lado a Valentina.
Ese día, cuando Valentina estaba sentada en el rincón de la habitación, abrazando el portarretrato, entendió que el separarse de Marko no era una opción, ya lo había intentado y una persona terminó muerta, además que la hicieron firmar un documento que compraba su silencio, la iban a comer viva como intentara revelarse contra la familia Rumanof.
Entonces, tomó la decisión de acabar ella misma con Marko, pero era tan débil físicamente y sin ningún tipo de poder que debía tener cuidado, necesitaba hacerlo de una forma en que él no sospechara.
Lo bueno de haber pasado casi toda su vida al lado de Marko Rumanof era que conocía demasiado bien cuáles eran sus mayores debilidades y qué era lo que más le importaba en el mundo.
Debía destruirlo desde adentro, dominarlo y hacer que se arrodillara ante él. Necesitaba destruir la voluntad de Marko, robarle toda su fortuna y enredarlo entre sus piernas, donde nunca pudiera escapar.
Y sería en ese instante que le quitaría la vida.
Sería tan silencioso y perfecto que nadie podría darse cuenta.
***
Una semana después, Valentina pudo conseguir las energías suficientes para poder ver a su jefe al rostro, estaba tan tranquilo y prepotente como siempre, sin imaginar que le quedaba menos de un año para morir de la misma forma en como él había asesinado a Lorenzo.
—Por fin puedo verte el rostro, Valentina —soltó él cuando la notó en el umbral de la puerta de la oficina—. Pasa, necesito que organices estos documentos.
La joven sonrió y entró.
—Claro, señor —aceptó ella.
Valentina se acercó al escritorio, Marko se levantó de su silla cuando ella tomó la carpeta de la mesa de cristal.
El hombre la tomó de la mano, deteniéndola.
Se observaron fijamente. Marko tenía los ojos verdes esmeralda.
—Creí que no volverías a trabajar conmigo, que renunciarías —le dijo.
Valentina tomó su momento para responder.
—Apartarme de usted nunca ha podido ser una opción.
Marko llevó una mano a la mejilla de la joven.
—Me gusta que lo tengas claro, nunca podrás separarte de mí —aclaró él.
Era momento de colocar su venganza en marcha. Había una vida por destruir: era la de Marko Rumanof, el magnate de los diamantes.
Valentina sabía que todo había comenzado esa noche en que cometió el error de tener sexo con su jefe. Todo comenzó esa noche, cuando su historia volvió a entrelazarse como en el pasado.Aquello se dio un mes antes de conocer a Lorenzo, una noche en que acompañó a Marko a una cena de negocios y ella tomó copas de más. Por alguna razón que en ese momento no comprendió bien gracias al alcohol, terminó en la casa de su jefe conversando con él como en los viejos tiempos y esto llevó a que Marko le robara un beso que tenía sabor a vino; se sintió tan envuelta en aquel beso que todo se prestó para que ella se acostara en la cama de su jefe.Siempre había sospechado que Marko nunca había podido superar los sentimientos por ella que muchos años atrás habían florecido entre ambos, cuando apenas eran unos adolescentes. Pero no fue hasta ese momento que lo confirmó, cuando aquel hombre se acostó encima de ella y la besaba con suma pasión, casi era un deseo que estuvo reteniendo por mucho tiempo,
Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.No podía entender el actuar de Marko, se lo estaba demasiado fácil el acercarse a él.La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.Valentina sintió tanta cali
Aparte de la voz de su hermana, Valentina lograba escuchar el tictac del reloj que colgaba de la pared color mostaza. La casa siempre había sido silenciosa, pero después de la muerte de Lorenzo se volvió aún más quieta, con un ambiente fúnebre, pesado y gris.—Es peligroso lo que estás haciendo —advirtió Rosa, se acodó sobre la mesa de cristal—. Vale, deberías aceptar el traslado de sede y con el dinero comprar una casa, esta… podrías alquilarla, te iría bien, estarías cerca de mamá, ella dice que le encantaría poder verte, que compres una casa cerca, para que puedan verse a diario. Sé que esta pérdida debe ser sumamente dolorosa para ti, pero… puedes intentar verlo como una nueva oportunidad en tu vida… para por fin estar lejos de ese cruel jefe, ¿qué crees que vas a ganar con verlo todos los días? Por Dios, Vale, se trata del asesino de tu esposo…Valentina tenía la mirada posada en el pocillo de café caliente, deslizaba el dedo anular izquierdo por los bordillos de la porcelana, pa
—Valentina… ¿estás segura de que a ti te hace bien el verme diariamente? —cuestionó el hombre.—¿Por qué lo pregunta, señor?—Ante todo es por mi culpa que tú perdiste a tu esposo —explicó él—. Por más joyas que yo te regale o por más perdón que intente pedirte, nunca podré traerte de vuelta al hombre que amabas.Aquellas palabras golpearon duramente el pecho de Valentina, impidiéndole respirar. Los labios le temblaban y las lágrimas querían acumularse en sus ojos. Tuvo que poner todas sus fuerzas para poder controlarse.—Señor… —dijo después de aclararse la garganta—. Usted y yo nos conocemos desde que éramos niños, sé que nuestra relación no ha sido la mejor… pero… yo lo conozco muy bien, sé que usted no es mala pe
Valentina, seis años de edad:Una niña se escondía tímidamente detrás de las piernas de su padre, apretaba la tela del pantalón con fuerza y sus mejillas se ruborizaban mientras su boca hacía un puchero.El pequeño Marko sonreía e inclinaba un poco hacia la derecha su cabeza para intentar ver a la niñita que acababa de llegar con el invitado de su padre.—Adelante, pasen, la reunión acaba de comenzar —informó el señor Rumanof.El padre de Valentina la tomó de una mano, pidiéndole que dejara de esconderse detrás de él. Se sentía intimidada por los intensos ojos esmeralda del niño que no dejaban de observarla, le generaban miedo; su papá antes de entrar en la casa le advirtió que se portara bien, pues se trataba de la casa de su jefe y si ella hacía algo mal, podrían despedirlo.Aunque Valentina era una niña pequeña, ya entendía lo que eran las clases sociales. Había personas como ella y su padre, después se encontraban personas como el señor Rumanof y su hijo, el cual estaba perfectame
Actualidad: Valentina tuvo que esperar por más de dos horas a que Marko se durmiera para poder escabullirse por la mansión. Sabía dónde estaba la caja fuerte, varias veces vio a su jefe guardar documentos importantes como escrituras de propiedades y muchas joyas importantes, hasta barras de oro. —¿Alguna vez en tu vida has visto una barra de oro? —le preguntó Marko una tarde. Esa vez Valentina no sabía cómo reaccionar ante lo que veían sus ojos. Marko le extendió el lingote de oro y la joven lo tomó con sus dos manos, era pesado, ancho y duro como un bloque, resplandecía y casi se podía ver reflejada en el oro. —Con un único lingote podrías vivir cómodamente para el resto de tu vida y dejar una fortuna a tus hijos —le comentó Marko. —¿Y cuántos de estos posee la familia Rumanof? —indagó Valentina. El hombre ladeó una sonrisa. —Somos dueños de muchas minas de oro, en pocas palabras, somos los que creamos los lingotes de oro que se almacenan en los bancos, nos pertenecen —conte
Valentina caminó como toda una gata seductora hacia Marko, rodeó la mesa de escritorio y después se recostó a este; estiró una mano hasta acariciar el cabello castaño claro y liso del hombre, lo tenía sumamente sedoso.—¿Otra vez discutieron? —preguntó ella.Las mejillas de Marko estaban ruborizadas y su entrecejo se fruncía.—Sí, está más irritada de lo usual —contestó él.—Debe ser por la boda, organizar una boda es sumamente difícil y más si es tan importante y elegante como la que ustedes quieren. —Las manos de Valentina acariciaban las mejillas de Marko con suavidad y era evidente que él lo estaba disfrutando, pues su ceño fruncido se había relajado.—Yo no me quiero casar con ella —confesó el hombre, cerró los ojos mientras tomaba las manos de Valentina—. No me voy a casar con Sara.Esto sorprendió en gran manera a la jovencita. No estaba en sus planes que Marko tomara la decisión de no casarse, ella necesitaba que él siguiera con Sara, al menos por un tiempo y que toda la boda
Era la primera vez que Valentina visitaba la tumba de su difunto esposo en compañía. De hecho, era la primera vez desde la muerte de Lorenzo que Valentina aceptaba conversar con alguien que no fuera su hermana.Hugo era uno de los pocos amigos de Valentina que conservó de la escuela, claramente el muchacho provenía de una familia adinerada como todos los que la rodearon en la infancia y adolescencia, pues el colegio de donde se graduó era de élite.Aunque Hugo era un joven sencillo, si bien era guapo, con clase, su forma de ser era bastante humilde y muy cariñoso. Él, al ser amigo de la infancia de Valentina, conocía toda la historia que pasó entre ella y el heredero Rumanof, de hecho, tuvo que vivir esa historia, consolar a Valentina y llenarse de impotencia por no poder reclamarle a Marko, pues si lo hacía era como condenarse a la desgracia.La pareja de amigos observaba la tumba de L