Marko llevó a Valentina hasta su casa, la joven quería bajarse del auto, estaba a pocos pasos de la puerta y de estar en su privacidad, sin embargo, él parecía no querer marcharse, la sostenía de una mano y se tomaba su tiempo para hablar.De pronto, de un impulso, Marko la atrajo y le dio un apasionado beso en los labios. Valentina estaba tan impresionada que quedó con los ojos bien abiertos.Ella tuvo que colocar todas sus fuerzas para controlarse y no apartarlo para después salir huyendo. Cuando el beso se acabó, Marko la tomó de las mejillas para obligarla a mirarlo fijamente.—Te prometo, Valentina, que voy a protegerte de ahora en adelante, siempre, siempre —dijo.No podía entender el actuar de Marko, se le estaba haciendo demasiado fácil el acercarse a él.La abrazó casi como si quisiera acurrucarla en su pecho para poder protegerla. El corazón de Marko se escuchaba fuerte, con un pulso decidido, lleno de vida. Su mano derecha acariciaba su cabeza con suavidad.Si siempre hubier
Valentina llevó las manos a su cabeza, frotando su cuero cabelludo con desesperación. Estaba frente a un gran dilema ético. ¿Y si en esta nueva oportunidad que le brindaba la vida se equivocaba y terminaba siendo ella la que se convirtiera en Merina y le hiciera daño a personas inocentes como los señores Rumanof? ¡O peor, que Mariana, su mejor amiga, se enterara de toda la maldad que ella ocasionara y volviera a herirla como en el pasado!Cuando ella se apartó de Mariana cuando estaban en la universidad, notó un cambio en su amiga, se había vuelto apagada, pronto dejó de ir a la universidad y después se mudó del país. Habían tenido una discusión sumamente fuerte, donde Valentina le dijo palabras muy hirientes y Mariana lloraba desconsoladamente.Después se enteró que Mariana unos días antes se había enfrentado a Merina, pues había descubierto el abuso que le había infringido a Valentina (Mariana nunca supo que Merina la había acosado) y por esto recibió fuertes represalias por parte de
Salió de sus pensamientos cuando Marko comenzó a hablar de algo y ella no sabía de qué, por estar concentrada en su venganza. Con el paso de los minutos entendió que se trataba de la universidad, que pronto comenzaría el nuevo semestre y que se sentía nervioso.—No sé si lograré adaptarme —confesó.—Claro que sí, lo harás bastante bien —soltó ella con rapidez al parecerle ridícula su inseguridad.Marko se volvería sumamente popular al inscribirse al equipo de tenis e ir a campeonatos y dejar en alto la universidad. Sería la mezcla perfecta entre un hombre multimillonario, guapo y atleta; las mujeres se iban a volver locas por él.El joven le sonrió mientras la contemplaba, algo que le incomodó de sobremanera, obligándola a tomar un largo trago de su vinotinto. —Cuidado, no es agua —advirtió Marko.A Valentina definitivamente no le estaba gustando el curso que tomaba su relación con él. A ese paso se iban a convertir en pareja a final de mes. Pero si quería ocupar el puesto de Merina,
—¿Alguna vez en tu vida has visto una barra de oro? —le preguntó Marko una tarde.Esa vez Valentina no sabía cómo reaccionar ante lo que veían sus ojos. Marko le extendió el lingote de oro y la joven lo tomó con sus dos manos, era pesado, ancho y duro como un bloque, resplandecía y casi se podía ver reflejada en el oro.—Con un único lingote podrías vivir cómodamente para el resto de tu vida y dejar una fortuna a tus hijos —le comentó Marko.—¿Y cuántos de estos posee la familia Rumanof? —indagó Valentina. El hombre ladeó una sonrisa.—Somos dueños de muchas minas de oro, en pocas palabras, somos los que creamos los lingotes de oro que se almacenan en los bancos, nos pertenecen —contestó.Valentina le devolvió el oro y Marko lo guardó en la caja fuerte, pudo vislumbrar otras barras de oro que estaban en el fondo de la caja.Marko confiaba tanto en ella que le había mostrado el lugar secreto de la mansión Rumanof donde se guardaba la caja fuerte. Se encontraba en una pequeña bibliotec
Valentina se acodó en la mesa y notó el rostro pálido del joven, pasaba de la sorpresa al miedo.—En una semana te subirás en tu auto como cualquier mañana para dirigirte a tus clases en la universidad —dijo Valentina casi a susurro—, habrá amanecido lloviendo. Pero ¿qué mal podría pasarte? Es un día cualquiera y tu chofer conduce en completa calma. Pero los arrollará un camión que decidió saltarse la luz roja del semáforo. Afortunadamente no será nada grave, pero terminarás con una cicatriz en tu muñeca derecha en forma de cruz, producto de un vidrio roto de la ventana del auto que dolorosamente una enfermera deberá sacarte porque quedó incrustada.Los labios de Marko temblaban, su piel estaba erizada. ¿Valentina estaba loca? ¿Por qué decía cosas tan raras?Ella respingó las cejas.—¿Creerás que si pasa será una coincidencia que una joven loca te dijo para evitar tener que rechazar tu confesión? —cuestionó Valentina—. Ese mismo día las acciones del grupo Rumanof crecerán un diez por c
Merina respiraba agitadamente, tenía sus mejillas hinchadas de rubor. Rodó la mirada a su alrededor, había varios estudiantes observando lo que ahora era una escena.—Ah… no, esto es un malentendido —le dijo a Mariana—. Valentina me intentó faltar el respeto nada más porque le pedí que se dirigiera a su salón. No es horario para estar por fuera, estamos en clases.—¿Y por eso te crees con el derecho de golpearla? —cuestionó Mariana.—No la iba a golpear, por favor, Mariana, sabes que yo no soy capaz de semejante cosa —soltó Merina indignada y con tono dolido—. En todo caso, ¿qué haces aquí? Deberías estar en clases con ella.—Me ibas a golpear —intervino Valentina con tono alto, para que los que estaban a su alrededor escucharan—. Me llamaste m*****a pobretona de quinta. Supongo que para ti yo no soy nadie nada más porque estudio aquí por una beca.Merina echó una rápida mirada a su alrededor, algunos estudiantes estaban grabando lo que pasaba.—Valentina, por favor, no tienes que crea
Mientras hablaba, sus ojos volvieron una y otra vez a Valentina, quien no apartaba su mirada de él. Su semblante era sereno, pero en su interior bullían pensamientos de cómo era posible que ella pudiera predecir el accidente con tanto detalle; no podría tratarse de una casualidad, Valentina le había aclarado que no se trataba de eso, sino de que sabía perfectamente lo que sucedería a futuro.—Lo bueno es que estás bien —dijo Mariana con un largo suspiro. En ese momento, sonó su teléfono. Mariana revisó la pantalla y se levantó con prisa—. Es mi mamá. Quiere saber cómo estás. Ahora vuelvo —anunció mientras salía de la habitación.El silencio cayó como un manto pesado entre Valentina y Marko. Él jugueteaba con el borde del vendaje, impidiendo mirarla directamente, finalmente se animó a hablar, desbordando su fuga de emociones revueltas.—Antes de que llegaran, mi papá estuvo aquí —dijo, con un tono dubitativo—. Me contó que, justo antes de recibir la noticia del accidente, estaba celebra
Marko se estaba apropiando demasiado de la idea de vengarse por algo que aún no había pasado, según él, era mejor estar prevenido y no cometer el mismo error dos veces. En aquellos días estuvo haciéndole preguntas a Valentina muchas veces, la llamaba de un momento a otro para hacerle preguntas concisas como:—¿En qué año me voy a casar?—En el dos mil veintitrés —le respondía ella.—¿Tan joven? ¿Es que acaso la dejé embarazada? —replicaba él.—No, sólo quisieron casarse —contestaba Valentina con tono neutral.O iba a recogerla en el colegio nada más para volver a interrogarla, iban a una cafetería y él le compraba todos los helados de sabores que ella pedía.—¿Y llegué a tener hijos? —preguntaba Marko.—No, al menos que yo supiera —respondía la joven.—¿Por qué querría casarme tan joven? Apenas tendría veinticuatro años… —volvía a replicar.Y Valentina hacía silencio.—Dime, ¿al menos podré ser buen jefe?—Te robaste todas las propuestas que yo hice y te volviste obscenamente rico —se