La sala era amplia y elegante, decorada con un lujo que no dejaba espacio a la modestia. Las paredes estaban cubiertas con papel tapiz de tonos dorados, y sobre ellas colgaban cuadros de paisajes clásicos enmarcados con molduras de madera oscura. Un gran candelabro de cristal dominaba el techo, proyectando su luz cálida sobre un mobiliario de terciopelo y madera tallada. El aire olía ligeramente a jazmín, proveniente de un difusor de aromas colocado en una mesa de mármol, junto a una tetera de porcelana fina y una bandeja con pastelillos.Valentina estaba sentada en uno de los sofás, impecablemente maquillada y con un vestido rosado que le ceñía la figura con elegancia. Parecía una joven sacada de un cuento de hadas, aunque su mirada atenta revelaba que no se sentía completamente cómoda en ese espacio. Sus ojos se posaron en Merina, quien estaba sentada frente a ella.Merina llevaba un vestido blanco que caía con gracia sobre su esbelta figura. Su cabello negro y liso brillaba bajo las
Había llegado el cumpleaños de Merina. La noche era cálida, y una suave brisa mecía las flores del vasto jardín de la mansión. Las luces del exterior iluminaban los senderos adoquinados y proyectaban sombras danzantes sobre los árboles. Merina y Marko estaban de pie junto a una pérgola cubierta de enredaderas, desde donde se podía escuchar el lejano murmullo de los invitados. Por fin ella había logrado tener un momento de privacidad con el joven.Merina lucía diferente esa noche. Su cabello negro caía suelto sobre los hombros, brillando a la luz de las lámparas. Sus ojos, normalmente fríos y calculadores, parecían dulces, casi tímidos. Llevaba un vestido color marfil que le daba un aire etéreo, y una sonrisa vacilante adornaba su rostro.—Me gusta estar aquí contigo —confesó de repente, rompiendo el silencio. Su voz era suave, casi un susurro, mientras sus dedos jugueteaban nerviosamente con un pequeño dije que colgaba de su collar—. Desde que te conocí en la escuela, cuando estabas co
Era un mediodía soleado, y el jardín del colegio estaba tranquilo. La mayoría de los estudiantes se encontraban en las aulas o en otras áreas del campus. Valentina disfrutaba de un momento de calma, sentada en una banca metálica junto a una pequeña fuente, esperaba que Mariana regresara del baño cuando Merina apareció de repente. Su silueta destacaba al caminar con paso firme, el cabello negro perfectamente liso caía como un manto.—Vaya, vaya, si no es la pequeña Valentina —dijo Merina con una gran sonrisa que destilaba arrogancia. Se detuvo frente a ella y, con un movimiento calculado, mostró un collar de diamantes que brillaba al sol—. ¿Te gusta? Marko me lo regaló anoche, cuando me pidió que fuéramos novios. Fue el mejor regalo de cumpleaños.Valentina alzó la mirada desde el libro que sostenía y soltó una carcajada seca. Cerró el libro que sostenía en sus manos con calma y se cruzó de brazos, observándola con una mezcla de diversión y desdén.—¿Eso es lo mejor que tienes, Merina?
El sol de mediodía se filtraba a través de los grandes ventanales de la cafetería, iluminando el espacio con un resplandor cálido y agradable. Aquello no era una simple cafetería escolar: el suelo de mármol blanco brillaba impecable, las mesas redondas estaban cubiertas con manteles de lino gris claro, y las sillas de diseño moderno eran tan cómodas como elegantes. En una esquina, una barra de café de madera oscura exhibía una selección de postres que parecía sacada de una pastelería de lujo, mientras que los estudiantes eran atendidos por los meseros que tomaban atentamente las órdenes.Valentina estaba sentada cerca de los ventanales, disfrutando de la vista del jardín exterior, donde los árboles perfectamente podados y las flores multicolores creaban un paisaje digno de un cuadro. Sus ojos color miel observaban distraídamente el exterior, mientras jugaba con el borde de su pocillo que soltaba un hilillo de vapor que aromatizaba con su fragancia a té verde. Su cabello castaño oscuro
La penumbra envolvía la biblioteca privada de la mansión de Marko, apenas iluminada por la cálida luz de un par de lámparas antiguas. Las paredes estaban cubiertas de estantes de madera oscura rebosantes de libros encuadernados en cuero, y un aroma a papel viejo y barniz llenaba el aire. En el centro, una gran mesa de caoba sostenía un pesado candelabro de bronce, aunque ninguna de sus velas estaba encendida.Marko estaba de pie junto a una de las altas ventanas, con las cortinas entreabiertas dejando entrever la noche estrellada. Su rostro, habitualmente sereno, ahora mostraba una mezcla de preocupación y determinación. Vestía una camisa blanca con las mangas arremangadas, y el cabello oscuro caía desordenado sobre su frente.Valentina, sentada en uno de los sillones de cuero frente a la chimenea apagada, lo observaba con atención. Su vestido de seda azul le daba un aire etéreo, pero había una sombra de cansancio en sus ojos claros. Cruzaba las manos en su regazo, intentando mantener
Sentada con la espalda erguida en uno de los sillones, Merina llevaba un vestido ajustado color crema que resaltaba su figura. Sus uñas perfectamente pintadas de rojo tamborileaban sobre el reposabrazos mientras observaba las fotografías acomodadas sobre la mesa de madera.—Como le decía, señora —comenzó el detective privado, un hombre de rostro anguloso, con barba incipiente y un traje que parecía caro, pero algo desgastado—, la madre de Valentina tiene un pequeño negocio familiar. Venden medicinas naturales. Es modesto, pero parece que les va bastante bien, son populares en la zona.Merina no dijo nada, pero tomó una de las fotografías. En ella, una mujer de mediana edad, de cabello castaño claro y semblante amable, aparecía detrás de un mostrador lleno de frascos y cajas de diferentes colores.— ¿Y el padre? —inquirió, su voz tranquila, pero con un hilo cortante.El detective hizo una leve aceptación con su cabeza y deslizó una foto.—Trabaja como contador en el Banco Rumanof. Según
Mientras Valentina observaba fijamente a Marko, sentía tanto miedo. Ahí estaba otra vez esa versión extraña que jamás logró comprender de su jefe. Y si daba un paso en falso, terminaría repitiéndose la historia, donde él destruiría todo su mundo, porque antes de odiarla, sabía que, ante todo, estaba su obsesión, su oscura y enfermiza obsesión por poseerla por completo.Valentina, veintiocho años (tres meses antes de morir):Lorenzo desplegó una enorme sonrisa retorcida y apoyó sus dos manos sobre el escritorio negro de cristal, observaba fijamente a Marko Rumanof.—Dime, ¿cómo lo vas a impedir? ¿Acaso tienes pruebas que puedan delatarme? —Dejó salir una risa ronca que hizo hervir la sangre de Marko.El hombre de un rápido movimiento tomó a Lorenzo del cuello de la camisa. Sus respiraciones estaban agitadas y el corazón de Marko palpitaba con mucha fuerza.—Vamos, Marko, a menos que aceptes mis reglas, jamás podrás librarte de este problema, ella nunca podría creerte —dijo Lorenzo, aun
Valentina, veintiocho años (tres meses antes de morir):Dos semanas después de la muerte de su prometido, Valentina se encontraba en completa soledad en la casa donde alguna vez vivió con Lorenzo. La casa se sentía demasiado silenciosa.Estaba sentada en una esquina de la habitación, abrazando un portarretrato que tenía la foto del día que él le había pedido matrimonio, donde ella posaba felizmente con Lorenzo. Veía fijamente la cama cubierta con sábanas blancas y las lágrimas rodaban por sus mejillas.Le extrañó que en su vida hubiese tanta felicidad, había presentido que una desgracia como aquella podría ocurrir. Lorenzo no se llevaba bien con Marko, y si no le agradas a un Rumanof, no vivirás por mucho tiempo.A Marko Rumanof nunca le gustó que le negaran lo que quería tener, de hecho, sus padres nunca pensaron en privarle de alguna cosa que él deseara, era su único hijo, ¿cómo podrían tener corazón para hacerlo?Y todo indicaba que no lograba generar ningún tipo de empatía hacia l